Por Carlos Tórtora.-

Ayer una nube negra opacó la agenda internacional de Javier Milei.

En la elección de autoridades de la DAIA, el candidato del gobierno, Darío Epstein, cayó derrotado ante el candidato de la lista oficialista, Mauro Berenstein. Se suponía que Epstein iba a triunfar, contando con el apoyo de un presidente que proclamó que era judío y se mostró como tal. Pero el razonamiento que prevaleció en las filas de la DAIA fue otro: «Si a Milei no le va bien, nos van a culpar también a nosotros», se sinceró una fuente de la DAIA.

Este tropiezo en pequeña escala se vincula con el panorama electoral.

El mejoramiento de ciertos indicadores macro-económicos que el gobierno exhibe como el milagro argentino no influye para nada en los indicadores de la economía real: el consumo sigue cayendo, las pymes cierran de a cientos, la pobreza y la indigencia se mantienen estables. En fin, no hay ningún factor que movilice el voto en dirección a La Libertad Avanza. Tanto la clase media como los sectores populares siguen en su mayoría malhumorados y críticos.

La objeción a esto último es inmediata. ¿Cómo puede entonces aumentar el descontento si la imagen positiva de Milei subió algunos puntos en las últimas semanas? La explicación es que para mucha gente que la está pasando mal, el presidente sigue siendo la única figura política con peso real.

Pero en relación a la conducta probable de los votantes, ya se demostró que, por más fuerte que sea un liderazgo presidencial, no puede producir una transferencia de votos hacia sus candidatos a legisladores. Ya le pasó a Milei en varias provincias en el 2021, cuando era diputado. Entonces los candidatos locales de Milei alcanzaron porcentajes de votos muy inferiores a lo que las encuestas le daban a él. En definitiva, en el 2025, le sería muy difícil arrastrar sus votos hacia la boleta con sus candidatos locales.

Por otra parte, no estando en juego el año que viene la presidencia, es probable que buena parte del electorado opte por el voto castigo al gobierno o bien por la idea de ponerle un mayor control legislativo a Milei.

Muchas contras

El siguiente problema es, justamente, la escasez de candidatos potables que tiene La Libertad Avanza. En el distrito decisivo, la provincia de Buenos Aires, Karina Milei amagó con su candidatura a primera diputada nacional pero las encuestas la ubicaron en un nivel insignificante. Nadie puede pensar entonces que José Luis Espert pueda ganar en un distrito que no sea San Isidro o Vicente López. Hay candidatos con más apoyo, como Diego Santilli, pero Milei no lo quiere porque huele a Mauricio Macri.

El caso es que el presidente necesita que la Libertad Avanza gane en Buenos Aires para consolidar su poder político. De ahí que recurra a manotazos desesperados. Por ejemplo, el nuevo proyecto de ley para eliminar las PASO apunta a que LLA termine absorbiendo al PRO. Sin PASO, a los macristas no les quedaría otra opción que enfrentarse al gobierno o sumarse al partido libertario.

Los números de las encuestas coinciden en general en que La Libertad Avanza está debajo del PJ en Buenos Aires. Así es que Milei recurre a polarizar con Cristina Kirchner pensando que ésta se encuentra demasiado averiada como para ganar. En este juego peligroso, el gobierno sigue mostrando un armado partidario por demás frágil. Los tiempos se acortan y Milei sigue sin ofrecer un mejoramiento concreto de la capacidad adquisitiva de los salarios. La alquimia libertaria se compone de números que no le cambian la vida a la gente y no asoman en las filas oficiales candidatos con una impronta ganadora.

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