Por Luis Américo Illuminati.-

A mano alzada y sin debate, los «honorables» senadores se aumentaron subrepticiamente sus sueldos. En menos de 2 minutos (50 segundos) aprobaron la moción de Romero, en un trámite tan ligero que ha constituido un escándalo mayúsculo. Mientras el país se debate en una crisis económica terrible (herencia dejada por Cristina, Alberto y Massa), crisis que Javier Milei está cuidando como Ulises de no chocar contra las rocas en el mortal desfiladero de Escila y Caribdis. Al parecer los senadores (hay algunas excepciones) están convencidos que el Estado es un barril-alcancía sin fondo, o la olla con joyas y esmeraldas que hay en uno de los extremos del arco iris. De $ 2.000.000 pasaron a ganar $ 7.200.000. Increíble. Ellos mismos se aumentan sus propios sueldos. Ante este sistema perverso, debería implementarse otro diferente que impida estos abusos. Con este gesto (repudiable desde todo punto de vista), los senadores en su conjunto se han distanciado años luz de la gente. Afirman algunos de ellos que sus sueldos deben ser altos porque de lo contrario sólo los corruptos y facinerosos alcanzarían estos cargos. Afirmación que a todas luces es una excusa infantil, una falacia discursiva, un enfadoso despropósito para tiempos de aguda crisis, como la que atraviesa en este momento la Argentina. Una coyuntura en que todo el mundo se ajusta el cinturón, menos ellos. Este insolidario gesto ha indignado masivamente a la gente. La sociedad no puede solventar un Estado inviable, sobredimensionado, sobrecargado de empleados públicos en todos los organismos y encima pagar impiadosos impuestos que soportan semejante carga pública.

Este desagradable incidente, que tomó por sorpresa a la ciudadanía, impone cambiar drásticamente este sistema perverso y buscar uno más equilibrado, que sea un control ciudadano autónomo, una especie de jurado (ni comisión ni junta, reunión, asamblea ni ningún ente que pueda ser manipulado por los políticos), integrado por personas intachables. Es un dispendio que cada Senador tenga de 10 a 20 «asesores», los que, a ciencia cierta, no se sabe qué es lo que hacen. Ellos y sus jefes se justificarán diciendo que colaboran con la confección de las leyes. Una ilusión o un placebo para encubrir la canonjía de levantar o no la mano, digo sí, digo no, coqueteo o rompo lanzas con el oficialismo o con la oposición, me levanto o me ausento, todo ello constituye una finta, una simulación de trabajo, una (in)actividad muy cercana a la poltronería.

La equidad, la excelencia, la circunspección y la austeridad deben ser los elementos que guíen la vocación de un verdadero Senador, como legítimo Representante del Pueblo. Si el salario que ganan (dos millones de pesos) no les alcanza, entonces háganle un favor a la sociedad, que renuncien y se vayan a la actividad privada, ninguno es pobre. La sociedad que mantiene y soporta los gastos del Estado no puede pagar sueldos tan altos como pretenden. Un jubilado percibe $ 240.000. La República Argentina no tiene presupuestos como el de EE.UU., China o los países de Europa, que pueden darse el lujo de pagarles altísimos sueldos a sus legisladores. Nuestro país se encuentra en una coyuntura, que, por así decirlo, la economía quebró con la anterior administración y el nuevo gobierno está tratando de salvar del derrumbe lo poco que ha dejado en pie el kirchnerismo.

Un verdadero senador no tiene que tener en miras su propio interés, sino igual que un párroco debe velar por sus feligreses más humildes, sacrificarse, preocuparse por el bien común y no pretender vivir como el rey Creso. Se dirá que esta idea o deseo es una utopía impracticable. A lo cual contestamos que es una utopía para los miembros de la odiosa y mezquina «casta», pero no para los argentinos que quieren ver digna, justa y soberana a la Patria, sin lemas ni carteles partidarios que son estandartes de un populismo enemigo mortal de la meritocracia y que promueve el facilismo, tergiversa la verdad y arrasa con la excelencia.

La presidenta del Senado Victoria Villarruel se excusa diciendo que ella no es Senadora y que no tiene ninguna herramienta legal a su disposición que le permita evitar o frenar lo que la mayoría del cuerpo resuelve -interviene solamente en caso de empate-. Tal vez tenga razón y esté convencida honestamente de ello, pero no ha pasado inadvertido para nadie gracias a las cámaras de televisión (prueba visual irrefutable) que no manejó con soltura la velocísima sesión -ultrasónica- sino con cierta ligereza y torpeza.

Coincidimos con la doctora Delia Ferreira Rubio -politóloga y ex presidenta de Transparencia Internacional- que fue consultada por el Noticiero 12 de Córdoba (elDoce.tv), señalando el error de Villarruel de no aclarar -tanto para los presentes como para el público- de qué se trataba el tema concreto del proyecto en cuestión, máxime tratándose de la magnitud del aumento de las dietas. Sólo se limitó a decir el número de expediente del Proyecto. Tampoco les aclaró a los senadores presentes, que los que no estuvieran de acuerdo lo dijeran expresamente en voz alta y así quedara constancia, pero con el apuro y la rapidez que le imprimió a la sesión, no quedó registrado nada, ya que todo fue «a mano alzada». ¿Qué ocurrió después? Algo insólito. Salieron algunos senadores de LLA como Bruno Olivera o Juan Carlos Pagotto, éste diciendo que recién llegaba y que no sabía qué cosa se estaba tratando en el recinto, y Olivera que dijo que cometió un error al votar a favor del aumento.

La actitud de Martín Lousteau es algo que va en sintonía con su extraña personalidad, justo lo pescó la cámara de vigilancia mirando para otro lado, haciéndose el distraído y levantando la mano tímidamente. Toda una señal o síntoma de su forma de ser: brazo casi escondido. «Tirar la piedra y esconder la mano». Más tarde salió a decir que todos los allí presentes no había nadie inocente, todos sabían cuál era el asunto que votaban y como terminaría. Un mes atrás el presidente Milei los obligó a dar marcha atrás, pero parece que no entendieron y volvieron a la carga. De ahí que la gente mucho no les crea a los 7 Senadores de LLA que ahora dicen que ellos no votaron «el dietazo,» un aumento en total colisión con las acuciantes necesidades de la gente.

El Senador Luis Juez -mi comprovinciano- ha presentado hoy un Proyecto -junto con su compañera de bloque Carmen Álvarez Rivero- para frenar «el dietazo» y retrotraer los efectos a la suma que percibían antes de la brevísima sesión. Juez calificó al hecho de los senadores como «bochornoso», «lacerante», «humillante», «una sinvergüenzada». Un caso, digamos de paso, quedará «registrado» en el Libro Guinness del récord de Hechos Insólitos. Un hecho lamentable que dejó a los Senadores en las antípodas de la gente común.

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