Por Paul Battistón.-

¿Y ahora qué hacemos con el viejo? Pregunta que Gorriarán Merlo daba a modo de respuesta en un reportaje donde se lo indagaba sobre la relación entre los movimientos de izquierda (¿peronismo? revolucionario) frente a la llegada del general al país.

¿Cómo tomaría Perón la izquierdización de su movimiento?

¿Hubiera sido posible ese viraje en su presencia o solo habrían sido aceptados unos pocos a modo de mojones para no perder la perspectiva de los tiempos que corrían?

Está claro que durante los gobiernos de Perón y especialmente en el primero, el peso especifico de los uniformes fue notorio y el corte prusiano de la confección de los mismos hubiera contrastado con cualquier tendencia barbada intelectualoide de izquierda o peor aún con cualquier confección de ridículo cuello Mao de chino alienado.

Argentina navegó esos primeros años de reacomodamiento e inicio de la guerra fría indemne entre ideologías que se apagaban y otras que surgían, con una proa peronista que fue capaz de atravesarlas sin la mas mínima piedad y atención hacia las mismas, dejándolas a los costados como relleno de una historia cuyo protagonista seria exclusivamente el peronismo, tanto por la presencia misma del peronismo como del antiperonismo.

Palabras de Perón dan clara muestra de esta situación al responder una pregunta: ¿Qué hará general para volver al poder?

La respuesta: Yo nada, lo necesario lo harán mis enemigos.

¡Y vaya que el peronismo mantuvo ocupado todos los lugares, tanto que finalmente la pusilánime izquierda se resigno a colocar a Eva a la par de San Martín y más tarde a la par del Che Guevara en sendos cuadros enmarcados en una rotunda desesperación por una identidad ausente!

La clase media argentina era peronista o era antiperonista ¿Qué sentido podía tener la izquierda para quienes seguían al movimiento peronista si ellos lo tenían a Perón?

¿Qué sentido podía tener la izquierda para los antiperonistas si Perón era sólo peronismo?

¿Qué podía ver en la izquierda el movimiento obrero argentino que hacia de su condición de trabajador un culto al progreso y a su pertenencia a la clase media un trofeo? Cuando la izquierda pretendió siempre un obrero alienado productor solo a los fines de satisfacción de un estado poco o nada interesado en su progreso y mucho menos sostenimiento en una clase social con intenciones de mejorar. Dicho sea de paso una clase social que los estados comunistas y/o socialistas aborrecieron y hasta negaron su existencia.

Ante semejante cóctel inocuo a infecciones ideológicas, la izquierda decidió aprovechar al máximo la ausencia de Perón (su lapida) y también la ausencia de materia gris y carisma en un movimiento turbulento donde estas dos características parecían haber quedado reservadas a modo de reverenciada facultad en la persona de su líder.

La insignificancia de la izquierda en la Argentina sólo podía ser aumentada con la lupa de la violencia, un aplauso de detonaciones a la llegada del general, histriónicas retiradas y por que no un fiambre para el general a modo de recordatorio por los servicios prestados de custodios de retratos de Eva en los comités revolucionarios.

Destruir el peronismo fue siempre la única posibilidad de la izquierda en un país que por mal que les pese es occidental, cristiano, de clase media y con una herencia castrense incrustada en su historia más profunda, que impide colores ajenos al límite del vómito.

No cambiaron nada. Aun cuando en 12 (quizás 8) años de adoctrinar (boludizar) hayan aumentado sus filas con “pendejos” capaces de usar la lupa de las armas informáticas y los smartphones, aun cuando hayan logrado sentar próceres de armas irregulares en bancas regulares, su objetivo sigue siendo el mismo; destruir a quien les ocupa el espacio dejándolos sin posibilidades propias.

Destruir al peronismo, quedándose cómodamente sentados en ese lugar que alguna vez Cámpora dejó, a espaldas de Perón, llenarse de putos y zurdos.

Con 200 mil afiliaciones, La Cámpora se apresta a robarse un partido, a usurpar una estructura en la que nunca pusieron un ladrillo a lo sumo un clavo oxidado.

Se acostumbraron a que ya no colgaban los cuadros en un comité revolucionario, a San Martín reemplazarlo por Chávez, a veces con suerte por Bolívar (solo por conveniencia temporaria), al Che en cuadro con leve reminiscencia de stencil lo pasaron por sala de héroes y a Eva la veían a través de los lentes de acortar la vista y aumentar el brillo en actuaciones exageradamente histriónicas en un patio con palmeras y lavatorio para pies.

Por cierto el peronismo reciente carga con la culpa de genuflexión incorporativa o blandura histórica.

¿Quién le llevo el paraguas al general?

¿Quién le llevo el fiambre?

El PMDB, insignificante al lado del peronismo, tuvo la grandeza de retirarse (un poco tarde, pero al fin y al cabo lo hizo) del barco que lleva a Brasil hacia el iceberg.

El significativo peronismo no tuvo la grandeza de retirarse del FPV en forma institucional, solo lo hicieron algunos dirigentes en forma arriesgada y no solo fue un retiro fue una confrontación certera y triunfante que hirió de muerte las intenciones de eternizacion del FPV y su jefa.

Cambiemos debe agradecer a esa patriada el no tener que haber sufrido una certera derrota a manos de una CFK eterna, si en cambio un triunfo con un pusilánime Scioli.

Y gracias a esa misma arriesgada apuesta de Sergio Massa es que aun el peronismo puede reincorporarse de semejante sometimiento y tratar de excretar definitivamente los deshechos sembrados por el Tío y oportuna y falazmente rescatados por la caterva Santacruceña. Es que como decía Borges los peronistas suelen ser personas que se disfrazan de peronistas solo para sacar provecho.

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