Por Hernán Andrés Kruse.-

Después de mucho tiempo el Presidente de la Nación esbozó una sonrisa. Ayer se lo vio radiante, exultante. No era para menos. A su lado, en la Casa de Gobierno, estaba su más fiel aliado en la región, el Presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.

Macri comparte muchas cosas con Bolsonaro, pero hay una que es fundamental: su desprecio por los principios liminares del liberalismo como filosofía de vida. Ambos mandatarios se creen patrones de estancia y actúan como tales. Macri es un típico exponente de los denominados “nuevos ricos” o, mejor dicho, “hijos de nuevos ricos”. Está convencido de que forma parte de una élite marcada por el destino para ser la dueña de la Argentina. Aunque jamás lo reconocerá públicamente, descree de los valores democráticos. Considera a la clase obrera un conglomerado de seres intercambiables, incapaces de tener criterio propio. Es un cínico y un perverso, y le encanta burlarse de los argentinos. Su mayor virtud es mentir todo el tiempo sin sonrojarse. Hace unas horas afirmó sin avergonzarse que durante su gobierno se echaron las bases para un crecimiento sostenido de la economía. Lo dijo mientras se conocía una cifra escalofriante: el 50% de nuestros niños son pobres.

Mientras Macri es un conservador elitista, Bolsonaro es lisa y llanamente un fundamentalista religioso, intolerante y racista. Es un troglodita que detesta al progresismo, que cree que logrará purificar su alma si invoca a Dios todo el tiempo. Pero lo peor de todo es que llegó a la presidencia por una sola razón: la proscripción de Lula, su archienemigo. De haber participado en las elecciones hoy el líder del PT estaría en el lugar de Bolsonaro. Pero don Jair tiene una calidad de la que carece Macri: es sincero al exponer sus ideas políticas. Le encanta codearse con energúmenos como Donald Trump y Benjamín Netanyahu, por ejemplo. Seguramente cuando hace poco visitó de manera oficial a Estados Unidos debe haberse sentido un soldado de la causa occidental y cristiana.

Macri es frío y calculador. Bolsonaro aparenta ser más pasional. La providencia quiso que estos personajes coincidieran en el momento de máximo esplendor de sus carreras políticas. En política exterior son tal para cual. Están obsesionados con el régimen de Maduro. Quieren verlo destruido a como dé lugar. En esta cruzada lanzada por Trump contra el chavismo Macri y Bolsonaro han pasado a ser sus más fieles espadas del cono sur. En política económica ambos son fervientes defensores de la economía de mercado. Creen que el mercado es omnipotente y omnisciente. Para ellos la desigualdad es un fenómeno natural y detestan la concepción del Estado de Bienestar. Son partidarios del liberalismo económico extremo pero detestan el liberalismo político (división de poderes) y el liberalismo jurídico (respeto por las garantías individuales).

Bolsonaro aprovechó su corta estadía en la Argentina para apoyar la candidatura presidencial de Macri. Y no dudó en aconsejar a los argentinos cómo deberán actuar cuando entren al cuarto oscuro en octubre. “Que los argentinos voten con la razón y no con el corazón”, pontificó. Cabe reconocer que no es para nada descabellado el consejo de don Jair. Será fundamental que los argentinos mediten muy bien su voto, que piensen muy bien sobre las consecuencias que traería aparejadas un segundo mandato de Macri. Habrá que hacer valer el cerebro y no el corazón cuando veamos delante nuestro las boletas con los rostros de Macri y CFK. Si nos valemos de nuestra razón podremos hacer una comparación entre los gobiernos de CFK y Macri para estar en condiciones de responder al interrogante fundamental: ¿estábamos mejor con CFK o lo estamos ahora con Macri? De la evaluación que hagamos de ambos gobiernos dependerá que logremos -o no- salir de una pesadilla que nos agobia desde el 10 de diciembre de 2015.

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