Por Paul Battistón.-

El Culto del Clamor

El clamor de uno vale por 5 de los otros. La urna de la calle fue la primera en ser contabilizada como ganadora, más que por multitud, por la dirección inequívoca de clamar sin certeza por la certeza de algo aún sin forma definitiva.

Previo a ese encendido clamoroso el triunfo de Perón fue en intrigas, en una sucesión de escaladas ventajosas dentro de su propia fuerza, de oficial unido (GOU) a vicepresidente (inconstitucional), luego ministro, luego secretario, un diminuendo escalafonario dando la distancia conveniente para la carrera previa al salto in crescendo hacia el reclamo de la bulla del clamor.

La multitud en cuestión, esa misma que le arrebató a la agotada anarquía marxista. El formato mafia italiana sentaría mucho más conveniente al sindicalismo de aspiraciones ostentosas.

El murmullo de las plazas fue la constante del peronismo siempre resultante de la suma de los clamores.

Reemplazar la típica campaña de mítines con un gran cierre, por una caravana, quizás fue la forma de Menem en su momento de emular el movimiento que el clamor lleva intrínsecamente.

El hipócrita inicio de Néstor Kirchner poniéndose al frente de las marchas de Gualeguaychú con la pretensión de ser aclamado por los que habitualmente no claman, ya dejaba en claro que la versión patagónica del peronismo apuntaría al encolumnamiento de movilizados por los más variados motivos en un clamor único.

Cristina, a metros del derrumbe, ha vuelto a ser elegida por clamor ante el estupor de caudillos y barones que deberán dejar de lado cualquier duda con respecto a la conducción. Si se imaginaban tejiendo o girando la rosca hacia un peronismo superador (hacia el pasado, por supuesto) sin vestigios de kirchnerismo, pues esa ilusión se les ha desvanecido en un pedido de sentencia. La habilidad de girar 180º y sacar algún provecho de algo que apunta hacia la escala negativa sigue intacto en Cristina más allá de los nervios que se le dificultan disimular. Les pidió un 17 de octubre y le obedecen rápidamente y con fanatismo genuino, pero hay un detalle engañoso, el clamor es puesto en regla con un manual de instrucciones. Lo más espontáneo del clamor reivindicante es entonces la espontánea aparición en escena de las instrucciones para el desarrollo del mismo. Cristina no encolumna el clamor para otro (como lo hizo Eva en 1945) si no que a través de otros lo lleva para sí misma con un meticuloso plan. Pretende ser un 17 de octubre pero de 1917 (una revolución con manual), Cristina es el equivalente de Lenin en su capacidad de imponerse sobre todos aquellos que no podrán ser líderes del conglomerado, no por falta de nombre si no por falta de aclamación.

¿Sergio Massa? Le es útil, él puede imponer ese ajuste que el peronismo siempre le dejaba a la oposición. Los ajustes sólo lo son, cuando la izquierda cacarea su nacimiento y ante esta situación Cristina ya dispone entonces de la pica con la cual acabar a su Trotsky.

Varones y caudillos en su limitada capacidad de ser aclamados son por lo tanto incapaces de acceder al nuevo núcleo duro del peronismo (el propio de Cristina). En definitiva comicialmente hablando están obligados a arrastrar su propio clamor personal a los pies de la conductora

La Clandestinización Oficial

Es el ocaso de Cristina, se animan a presagiar muchos. Sin dudas sería el ocaso de cualquiera en similares condiciones. Pero en el caso de Cristina es válido aclarar que su ocaso se limita al de la realidad institucional (ese que habita la opo) porque el mundo Cristina es más amplio.

El acontecimiento más que ocaso es el pasaje de Cristina y su colmena a la dimensión propia, esa donde las reglas van a contramano de los valores y donde un fan club de los ladrones es la manifestación menos retrógrada que se pueda esperar.

Los dueños de las cajas están pasando a la clandestinidad de la mano de su aclamada Cristina que a su vez se está llevando con ella toda posibilidad de que quienes queden del lado institucional (descaradamente con rótulo de peronista) no puedan lograr un ápice de conducción.

Cristina ha vuelto a ser la conductora, la líder indiscutible lográndolo solo con cargar con la desgracia necesaria para ser necesariamente merecedora del clamor.

La desactivación definitiva de Alberto convertido en inaugurador de baldosas dirige todo acto de oposición hacia Cristina, lo que robustece y confirma su conducción no solo partidaria (sectaria) sino también de nuestro destino de calamidad.

Los idealistas están volviendo a sus orígenes, la clandestinidad, ahí donde nadie puede juzgarlos y la historia en sus propias redacciones recitaran la absolución del tiempo.

La Argentina Bidimensional

Fuera del alcance de todo artilugio institucional (por desconocimiento adrede del mismo), la creadora de escenarios va camino a su siguiente nivel, la concreción de la Argentina inversa donde las virtudes son vicios.

Argentina ya no esta partida, la grieta ya no es un límite. Argentina está camino a ser desdoblada en dos escenarios superpuestos, dos dimensiones de la misma en un mismo espacio físico. Los actores de ambas se entrecruzan y las interacciones de los personajes de las distintas realidades merecen la categoría de eventos particulares. Ninguno reconoce como sensato las pretensiones del otro.

Puede apreciarse la profundización de la separación cada vez que la Argentina institucional ve tergiversada su normalidad en beneficio de lo que era excepcional.

El régimen gobernante en su rumbo a una clandestinidad no institucional, visible pero ajena a los formatos no asumidos tras reemplazar a sus antecesores, está dando forma a esa otra Argentina paranormal.

El entrecruzamiento de ambas sin una lógica común sólo puede dar lugar a destrucción.

Esperar que quienes en este momento viran hacia lo subrepticio, acepten lo surgido de lo institucional es esperar peras del olmo. La situación de Cristina impide ese camino, ella es incondenable en la lógica de sus clamorosos seguidores (y en las palabras de Carlotto para confirmarlo).

La Argentina institucional se mantiene atrapada en los laberintos de sus reglas incapaces de forzar ningún límite bajo peso de la condena histórica que sería de rebote un fallo de absolución histórica que Cristina busca.

No hay solución a la vista; Argentina marcha a su disolución sin necesidad de que la misma sea física o territorial.

El libreto ha llegado al lugar donde los diálogos quedan incapaces y la resolución de la trama pasa por lo contundente de sus actores. El punto singular está ante nosotros y en su instante alguna de las Argentinas cruzará el límite a la dimensión equidistante y la cuestión se resolverá con las armas de la cual dé el salto.

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