Por Carlos Belgrano.-

No recuerdo si lo he reseñado antes de ahora, pero en momentos como el actual, en que, las tribulaciones me embargan, pese a la enorme distancia que físicamente me separa de la Patria, viene a mi memoria una simple reflexión que, mi padre me hizo saber antes de partir, cuando contaba yo con apenas 14 años de edad: «Hijo mío, deberás tener siempre presente que a esta Argentina todos la gozan pero nadie la quiere».

Y, transcurridos ya casi setenta años desde aquella confidencia paternal, observo y con estupor, cuán asertiva fue para mí esa simple pero tan aleccionadora cita.

Hoy, el verde superó un alza del diez por ciento en lo que va de este mes, lo cual nos indica que carece ya de techo.

Junto a una espiral inflacionista que tampoco lo tendrá.

Lo que me guía por la vía del abstracto a interrogarme el porqué.

Es decir, ¿qué motivaciones esenciales condujeron a estos nidos de ratas que anidan en las cuevas de usureros y cambistas para que un tipo de cambio simplemente haya explotado?

Los economistas de moda les dirán que las menguas de las reservas del BCRA, el incremento voraz del gasto estatal, que esto y lo otro, pero nada de ello es veraz.

Por cuanto lo que sí lo es trasunta por otro andarivel, en el que navegan todos estos parásitos -titulares de cuentas numeradas- en los paraísos fiscales de los Estados de Wyoming, South Dakota, Alaska, Nevada y Delaware, más centenares de bancos de segundo piso en las Caimán.

Es del todo intrascendente para mí que sujetos de otras nacionalidades acumulen allí su mal habido dinero, pero dicha indiferencia cede cuando uno toma conocimiento que una suma superior a los quinientos mil millones de dólares, en esos tugurios, son atesorados por argentinos nativos.

Agigantándose esa suerte de furia moral, a poco de colegir que ese mismo monto es mayor a nuestra deuda externa.

Y esa enervancia adquiere más relieve, cuando días atrás, en el Yonkers Today, leí una extenso editorial que daba cuenta que precisamente los argentinos son quienes lideran universalmente la «fuga de capitales y amonedamiento de dinero espurio».

Seguramente, como el producido de las actividades venales de magistrados, legisladores, funcionarios del Ejecutivo, empresarios de la talla de Macricio & Kretina y sus inefables «hombres de paja» que han saqueado las arcas de un Estado inconexo, atónito, indefenso.

Y cuanto más, si nos atenemos a dar por descontado que esa deidad/divisa se encuentra en los umbrales de una brutal devaluación que ya ha ganado este continente con el reciente debut brasileño de adoptar al yuan como referencia del comercio importador y exportador con Pekín.

Sin omitir la ponderación que el mundo -todo él- se enfrenta a una ya comenzada debacle estanflacionista y conjuntivamente deflacionista sin precedentes.

Los hebreos, que por siempre recibirán de mi parte un repudio en virtud a que, a juzgar por la historia, fueron desde siempre los ideólogos de crisis, agiotaje, especulaciones, informaciones privilegiadas, con más contiendas bélicas y demás desdichas que, la humanidad toda ha padecido, encuentro que, y a pesar de todo sus desmanes, cuentan con algo de dispensa.

Porque los de esa grey, si de algo se distinguieron de los que profesan las otras dos religiones monoteístas, por siempre se han destacado en contribuir con todos sus esfuerzos en un notable patriotismo.

Que, desde 1948, los conminó a repatriar sus utilidades a lo que ellos denominan su Tierra Prometida, ergo, el Estado de Israel.

Cierto es que el factor predominante que los condujo al fortalecimiento de sus bíblicas raíces terrenales, tuvieron un continente estrictamente de su credo.

Pero, por las razones que fuesen, en ese aspecto cuanto menos, chapó a ellos, porque al menos, tuvieron, tienen y tendrán un propósito que interpreto como muy legítimo por parte de ellos.

Por el contrario, retornando a nuestros ¿compatriotas?, quienes son los auténticos mentores del dorado sueño argentino de acariciar inveteradamente el anhelo de contar con un canuto externo libre de impuestos es el epítome de todo cuanto debemos despreciar.

Que el peronismo sirvió de bautismo de fuego para que esa gimnasia antipatriótica haya crecido exponencialmente a través de las casi ocho décadas precedentes, no es nada novedoso ni original.

A poco que revisemos que los procesamientos y condenas criminales de las que fueron pasibles desde su fundacional acto hasta nuestros días, tampoco lo es.

Pero si lo es, la capacidad de asombro que no inmuta a nadie, para que al menos, cese la notoria admirabilidad que la mayoría de millones de medios pelos le prodigan a los ricos -sean nuevos y/o añejos-.

Esa, y ninguna otra quintaesencia, es la que debemos de desinsacular a los efectos de dirimir si…

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