Por Mauricio Ortín.-

El pueblo griego, mayoritariamente, votó por no aceptar el ajuste propuesto por la Unión Europea. Pretende que el resto de los países socios (mejor dicho, los contribuyentes de esos países) siga financiando al Estado en su política económica de gastar por encima de lo que su economía genera. El Estado griego está en una virtual quiebra desde hace tres años; no tiene euros para pagar los servicios de su inmensa deuda con Europa, ni para hacer frente al gasto público interno. Si la sangre no ha llegado al río todavía es porque los europeos (fundamentalmente, los alemanes) rescataron sucesivamente a los helenos con 240.000 millones de euros frescos a cambio de que hicieran los deberes. Esto es recortar el gasto público a niveles compatibles con su realidad económica. No se puede tener el estándar de vida de un alemán promedio con la productividad de un griego promedio, así de simple. No se trata de justicia social, ni de derechos humanos sino de simple aritmética. Los alemanes no gozan de un mejor pasar por casualidad sino porque hacen las cosas mejor que otros. Es cierto que Europa -como dicen los que están en contra del ajuste- tiene parte de culpa en la crisis griega por prestarles más dinero del que podían devolver; pero, más responsabilidad la tienen los griegos, quienes solicitaron, recibieron y despilfarraron el dinero.

La comunidad europea se enfrenta a dos alternativas que son de hierro. Una, despedirse del dinero que les debe Grecia expulsándola del Mercado Común Europeo; la otra, seguir depositando dinero en ese barril sin fondo. Por su parte, el gobierno de Tsipras y el resultado del referéndum quieren más dinero, seguir en el euro y no hacer ningún ajuste sino todo lo contrario (el chancho, la chancha y la máquina de hacer chorizos). El ajuste que debe hacer Grecia, como el que hace aquel que recorta sus gastos porque merman sus ingresos o no encuentra quien le financie su tren de vida, más que una disquisición de científicos de la economía es una cuestión elemental para el almacenero de la esquina. Asumir su realidad económica y no financiar el bienestar público parasitando a otros es el único camino para salir de la crisis. El Estado griego debe gastar menos y bajar la carga impositiva para que ese dinero fluya naturalmente a los individuos que son los que crean la riqueza. El principal responsable de la pobreza en cualquier lugar del mundo es el Estado. Veamos un ejemplo cercano. La empresa estatal Aerolíneas Argentinas (léase, los contribuyentes) pierde dos millones de dólares diarios que se intenta justificar con el cuento de que “Aerolíneas es nuestra”. Ahora bien, vaya uno a viajar sin pagar el pasaje y a ver cómo le va. Los únicos que viajan gratis en avión son los políticos. Cristina, incluso, fleta un avión a Río Gallegos sólo para que le lleve los periódicos. LAN Chile es el ejemplo contrario. Una empresa privada que presta un mejor servicio, que tiene superávit y, además, contribuye al fisco. En la Argentina, los sojeros, los albañiles, los peluqueros, los taxistas y todos los que generan riqueza real solventan el despilfarro que hace el kirchnerismo para comprar votos y decir que es el mejor gobierno de la historia. En Grecia, en cambio, la gallina de los huevos de oro helénica hace rato que dejó la sala de terapia intensiva y cambió la guitarra por el arpa. En tales circunstancias, el referéndum a favor del “no”, convocado y ganado por el gobierno de Tsipras, constituye una clásica huida hacia adelante. Un cínico y desesperado intento de “correr con la vaina” que se parece mucho al vergonzoso festejo con el que el Congreso de la Nación recibió el anuncio de la suspensión del pago de la deuda pública, o las baladronadas contra el juez Griesa. A semejantes conductas hay quienes las califican como actos de “dignidad nacional” cuando no son otra cosa que chantajes y desfalcos. Dicen que la mentira tiene patas cortas. No es así. El éxito de los políticos populistas refuta acabadamente tal dicho popular. Dicen, también, que “el crimen no paga”. Tengo mis serias dudas al respecto; las que se despejarán después de octubre.

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