Por Hernán Andrés Kruse.-
El presidente de la nación anunció el primer día de 2023 la decisión del gobierno de iniciar el pedido de juicio político a la Corte Suprema. Semejante decisión no hizo más que ahondar la grieta entre el oficialismo y la oposición, a tal punto que el bloque de legisladores de Juntos por el Cambio anunció públicamente que mientras el gobierno continúe con su hostigamiento a la Corte no aprobará ningún proyecto de ley que se trate en el Congreso.
En las últimas horas la líder de la Coalición Cívica denunció ante la OEA la embestida del oficialismo contra la Corte. En una carta firmada por legisladores que responden a Lilita, Carrió expresó que el ataque contra la Corte viola la Carta Democrática del organismo. “El operativo de presión y desgaste no cesa”. “El gobierno nacional y, en especial, la vicepresidenta de la Nación, Cristina Kirchner, pretenden someter a la Corte Suprema. El objetivo primario es tener una justicia que responda directamente a sus intereses con una composición de la corte diferente a la actual”. “Tener una Corte Suprema de Justicia que se presente como adversaria, cuyos integrantes sean vistos como opositores al gobierno, desgastar sus figuras y la de la institución, para lograr que la Corte no falle sobre temas que el Gobierno Nacional no quiere, o bien que si lo hace, sus fallos sean leídos como parte de una conspiración contra el gobierno” (fuente: Perfil, 11/1/023).
En declaraciones a Net TV y Radio Perfil, Miguel Ángel Pichetto no anduvo con vueltas: “Así empezó el chavismo”, sentenció. “Tiene efectos y consecuencias que, indudablemente, no son buenas para el país. La primera y principal, que se paraliza completamente el congreso”. “El intento de juicio político no va a tener resultado, porque nunca el oficialismo va a lograr los dos tercios de las cámaras que la constitución exige para avanzar. Me parece que todo esto es un gasto de energía y dilapidar oportunidades en un momento complejo de la economía del país. Desde el gobierno se dice que se está demorando esto porque estaba previsto. Ahora se demora porque hay legisladores de vacaciones y otros de campaña. ¿Usted cree que es por eso o es por las dificultades que tienen para avanzar? Es bueno que se demore para que el gobierno reflexiones. Es un disparate iniciarle juicio a toda la Corte. En segundo lugar, iniciar un juicio por un fallo. Uno puede disentir, pero los fallos hay que acatarlos. No podés hacer un juicio político, ya hay un mal precedente a nivel judicial e institucional construido en el propio consejo de la Magistratura de que ningún juez puede ser molestado por su sentencia” (fuente: Perfil, 11/1/023).
El presidente instaló este delicado tema como eje de la campaña electoral que ya comenzó. Una vez más, el kirchnerismo apuesta a la confrontación, a la profundización de la grieta como estrategia electoral fundamental. El mensaje del FdT es el siguiente: “La Corte está al servicio de Juntos por el Cambio. En realidad, está al servicio de los intereses del establishment. Sus sentencias carecen, por ende, de una cualidad esencial: la imparcialidad. Por eso sus miembros deben ser removidos. Es fundamental contar con otra Corte Suprema que honre el principio fundamental de la democracia republicana: la división de poderes”. El mensaje de la oposición es el siguiente: “El FdT quiere destruir esta Corte porque no se somete a sus designios. Alberto no es más que el instrumento elegido por Cristina para desembarazarse de cuatro jueces muy molestos, de cuatro jueces que no dudarán un segundo en convalidar de manera definitiva los fallos en su contra fletados por las instancias inferiores. El kirchnerismo, en definitiva, arremete contra la independencia del Poder Judicial, columna vertebral de la democracia republicana”.
Son dos posturas antagónicas, irreconciliables. A esta altura el gobierno no puede ceder, no puede archivar el pedido de juicio político a la Corte. Si lo hiciera automáticamente se esfumarían las escasas chances que aún tiene de ser competitivo en las presidenciales. Lo mismo cabe acotar respecto a Juntos por el Cambio. Si cediera a la presión del oficialismo, si le garantizara con sus votos la aprobación parlamentaria del pedido de juicio político a la Corte, deberá despedirse de acceder a la Casa Rosada a fin de año. Ambas fuerzas políticas coinciden, por ende, en lo siguiente: están jugadas.
Memorable discurso
Uno de los problemas más serios que debió afrontar Néstor Kirchner el 25 de mayo de 2003 apenas asumió fue el de la Corte Suprema. En 1989, Carlos Menem impuso la denominada “mayoría automática”, con lo cual el máximo tribunal de garantías constitucionales pasó a contar con nueve miembros. A partir de entonces, la Corte Suprema se transformó en un apéndice del Poder Ejecutivo, en el auxiliar judicial más relevante con que contó Menem para gobernar. Su presidente, Julio Nazareno, formaba parte del círculo áulico del presidente de la nación y el resto de los miembros de la mayoría automática demostraron ser menemistas confesos. Néstor Kirchner era perfectamente consciente de que esa mayoría automática estaba dispuesta a entorpecer seriamente la marcha de su gobierno. Cuando aún no se había acomodado a la Casa Rosada y Olivos, Nazareno lo acusó de pretender imponer una Corte adicta. Ni lerdo ni perezoso, Kirchner protagonizó el 5 de junio de 2003 un hecho histórico. Utilizando la cadena nacional, el presidente exigió a las instituciones de la república la puesta en marcha de los mecanismos constitucionales necesarios para desplazar a los miembros de la mayoría automática. Jamás en la historia argentina un presidente había utilizado la televisión para tomar semejante decisión.
Dijo Kirchner: “Ciudadanos y ciudadanas de la Argentina: he manifestado que en ejercicio del cargo de presidente de la Nación Argentina enfrentaría públicamente cualquier forma de presión, maniobra de negociación espuria o de pacto que buscara imponérseme a espaldas del pueblo o en contra de la voluntad de cambio expresada en las urnas en las pasadas elecciones (…) En el día de ayer y con asombro hemos escuchado y contemplado las impropias afirmaciones hechas por el señor presidente de la Corte Suprema de justicia de la Nación, doctor Julio Nazareno. Impropias del cargo que ostenta, por lo que dicen, impropias del cargo que ostenta por lo que sugieren, impropias del cargo que ostenta por la presión que tratan de esconder. Es el pasado que se resiste a conjugar el verbo cambiar que el futuro demanda, acostumbrado como está a un constante toma y daca para subsistir y lograr sus objetivos a costa de la calidad institucional (…)”.
“Es escandaloso y constituye el más grande agravio a la seguridad jurídica, el sólo hecho de que algunos especulen con tomar de rehén a la gobernabilidad para la obtención de ventajas o garantías personales o institucionales. No se trata de problemas de adicción o adhesión de un Tribunal a uno u otro gobierno; es una cuestión de seriedad y calidad institucional. Es que existe la obligación de ofrecer a la ciudadanía un servicio de justicia que garantice los derechos de cada ciudadano y, al mismo tiempo, de la sociedad toda (…) Así como nosotros estamos dispuestos a asumir todas las responsabilidades de nuestro cargo, seguidos al rol que la constitución de la Nación Argentina nos confiere, pedimos con toda humildad, pero con coraje y firmeza, que los señores legisladores y el honorable Congreso de la Nación, haciéndose cargo de su importante y fundamental rol institucional marquen el hito hacia la nueva Argentina que queremos, preservando a las instituciones de los hombres que no están a la altura de las circunstancias (…)”.
“No queremos nada fuera de la ley. Es la puesta en marcha de los mecanismos que permitan cuidar a la Corte Suprema de justicia como institución de la Nación, de alguno o algunos de sus miembros; la triste y célebre “mayoría automática”, que con su accionar afecta seriamente su prestigio y la posibilidad de que contemos con una justicia independiente y digna. Reclamamos que cada uno ejerza con responsabilidad el rol institucional que le compete. Separar a uno o varios miembros de la Corte Suprema no es tarea que pueda concretar el Poder Ejecutivo. No es nuestro deseo contar con una Corte adicta, queremos una Corte Suprema que sume calidad institucional y la actual dista demasiado de hacerlo (…)”.
(*) Fuente: Cuadernos de la militancia. Discursos del presidente Néstor Kirchner 2003/2007, Ed. Punto Crítico, Bs. As., 2011.
Anexo
El premio a una extraña dictadura
La Unión europea acaba de ser galardonada con el premio Nobel de la paz por su contribución a la consolidación de la democracia y la paz en Europa. Se le acaba de otorgar tan importante galardón a quienes, desde la cúspide del poder político, imponen la receta neoliberal para salvaguardar los intereses del poder económico concentrado en perjuicio de los derechos de millones de trabajadores, reducidos al último eslabón de la cadena alimentaria. Se le acaba de otorgar el premio Nobel de la paz a quienes son partidarios de la dictadura del capital o, como bien lo manifestó hace unos años Viviane Forrester, de “una extraña dictadura” que está destruyendo al ser humano como persona.
El Comité del Nobel acaba de legitimar la política de ajuste de los gobiernos europeos. Angela Merkel, François Hollande, su antecesor Sarkozy, Papandreu, Rodríguez zapatero y Mariano Rajoy están celebrando con champagne. Acaba de ser premiada la doctrina del fin de la historia, de la victoria definitiva de una concepción filosófica, social y política lesiva de la dignidad del hombre. No quiero imaginarme lo que deben estar sintiendo los millones de europeos que sufren a diario los estragos causados por una política económica que los condena a la desaparición civil, a la insignificancia, a la invisibilidad.
La dictadura neoliberal tiene intenciones de quedarse para siempre. Sus beneficiarios constituyen una poderosa élite económica y militar que se ha apoderado del mundo luego de la caída del Muro de Berlín y la implosión de la URSS. La dictadura neoliberal implica la transnacionalización del complejo militar e industrial de EEUU que maneja a su antojo los hilos de la mega potencia mundial desde la guerra fría. El mundo está sometido a un sistema de dominación totalitaria muy sofisticado. Su centro de operaciones está en EEUU. La doctrina de la guerra preventiva, enarbolada por W. Bush inmediatamente después de los ataques terroristas a las Torres Gemelas, constituye su sustento ideológico. El complejo militar e industrial transnacional considera al planeta como un único teatro de operaciones donde cada vez que surge un “peligro” para sus intereses de dominación interviene militarmente. Irak y Afganistán constituyen dramáticas demostraciones de la puesta en práctica de tal doctrina. La “amenaza terrorista” es esgrimida para encubrir su deseo de capturar la riqueza petrolera desparramada por el mundo.
El sistema de dominación neoliberal intenta expandir por el globo terráqueo la “democracia liberal” y la “economía de mercado”. En otros términos: hacer de la tierra un Estados Unidos global. La república imperial se presenta como el paladín de la democracia y la libertad económica para encubrir lo que realmente es: una dictadura. Los norteamericanos no son libres. Votan cada dos años por dos partidos políticos que apenas se diferencian ideológicamente. El partido demócrata y el partido republicano constituyen las dos ramas de un sistema de partido único que legitima el sistema de dominación impuesto por el complejo militar e industrial. El primero está un poco más a la “izquierda” que el segundo, pero ambos coinciden en lo fundamental: EEUU es el gran líder del mundo por su superioridad científica, tecnológica, económica y militar. El mismo esquema se aplica en Europa. Los europeos están obligados a elegir entre una fuerza conservadora y una fuerza socialdemócrata que coinciden en su defensa irrestricta de las políticas de ajuste. El partido conservador y el partido socialdemócrata coinciden en condenar a la muerte civil a millones de trabajadores para beneficiar a sus dueños: los miembros de la élite que maneja los hilos de Europa.
Como todo sistema de dominación, el neoliberalismo necesita imperiosamente tener por delante un enemigo. Durante décadas ese enemigo fue el estalinismo, otro pernicioso sistema de dominación que pervirtió aviesamente el pensamiento de Karl Marx. Luego de 1991 el vacío dejado por el estalinismo fue ocupado por el fundamentalismo islámico. Emergió un nuevo eje del mal cuyo epicentro es Irán, cuyo presidente no hace más que echar leña al fuego con sus explosivas declaraciones respecto a Israel. El sistema de dominación neoliberal se apoya, en última instancia, en la concepción hobbesiana de la política internacional que concibe al mundo como un estado de naturaleza donde los estados más fuertes devoran a los más débiles.
Con el premio de la paz otorgado a la Unión Europea no se ha hecho otra cosa que premiar a la doctrina del pensamiento único. Las usinas ideológicas neoliberales expanden por doquier la idea según la cual la victoria del neoliberalismo es un hecho natural frente al cual nada se puede hacer. Carece de sentido rebelarse, oponerle cualquier atisbo de resistencia, porque se trata de una fuerza invencible que arrasa con todo lo que se le opone. La doctrina del pensamiento único, aplicada también por el estalinismo, es la antítesis de la libertad de pensamiento, del pensamiento crítico, del pluralismo ideológico. Si sólo es válido un pensamiento, si la verdad es una sola, entonces no tiene sentido enarbolar un pensamiento diferente. el neoliberalismo es el dogma más sofisticado elaborado por la humanidad a lo largo de la historia. No admite crítica alguna. Cuando aparece, la destruye con su arsenal dialéctico desplegado por sus ideólogos. Mario Vargas Llosa es el símbolo de los propagandistas neoliberales. Su esquema conceptual es muy simple: sólo hay una forma de desarrollo posible, el neoliberal, y todo lo que se oponga es populismo, demagogia e irracionalidad. El mercado y la democracia liberal son los únicos garantes de las libertades y derechos individuales, postula Vargas Llosa, y quien enarbola las banderas de la intervención del estado en la economía es un aprendiz de Lenin o Mao.
El premio otorgado a la Unión Europea es un insulto a las víctimas de un sistema de dominación basado en la explotación del hombre por el hombre. Es un premio otorgado a una élite corrupta, perversa y amoral que sólo persigue la obtención ilimitada de dinero y poder. Es un premio otorgado a una concepción política y económica que desconoce la dignidad de quienes se ven obligados a sobrevivir con su sudor y sus lágrimas. Es un premio otorgado a quienes tratan a las personas como si fueran números, instrumentos de sus perversos designios. El premio significa la victoria de la prepotencia y la petulancia de los actuales gobernantes europeos, quienes son implacables con los débiles y sumisos con quienes detentan el poder real: los dueños del capital concentrado. El premio implica la victoria del patrón sobre el empelado, de los opresores sobre los oprimidos. Una vergüenza. El Comité del Nobel acaba de faltarle el respeto a quienes se suicidan por el flagelo del desempleo, a quienes quedan a la intemperie, víctimas de decisiones que sólo persiguen afianzar la concentración política y económica. El premio pone en evidencia el tiempo que nos toca vivir. Hoy el hombre de carne y hueso, el hombre que se despierta todas las mañanas para buscar trabajo o proteger el que posee con uñas y dientes, no existe. El sistema de dominación neoliberal no lo tiene en cuenta, lo considera un ladrillo en la pared, una mera estadística. Se acaba de premiar a un sistema de dominación que deshumaniza al ser humano, lo cosifica, lo reduce a la categoría de larva. Se acaba de premiar a un sistema de dominación que considera al hombre un ente insignificante, un cero a la izquierda. Se acaba de premiar a una extraña dictadura que continuará haciendo lo único que sabe hacer: obligar a los hombres a prostituirse para no ser condenados a la invisibilidad eterna.
(*) Publicado en Redacción Popular el 16/10/012.
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