Por Manuel Lichtenstein.-

Más contundencia que los misiles, bombas o ataques a mansalva, pueden resultar la implosión de actos terrorista inesperados como consecuencia de la puesta en marcha de la que los fundamentalistas musulmanes llaman la Tercera Intifada.

Hasta estos momentos, creo que no hay información precisa que oriente sobre cuáles podrían ser las acciones o planes de defensa nacional de parte de las fuerzas de seguridad de Israel, para combatir a estos enemigos de última generación, por lo menos en igualdad de posibilidades.

Lo que claramente se puede predecir, es que Israel deberá implementar un programa de largo alcance que prevea la anticipación de la concreción de cualquier acción terrorista, que desde ya entendemos que por sus características, las autoridades israelíes están obligadas a lanzarse a contra ataques de muy difícil solución.

Israel está súper entrenado para enfrentar a enemigos convencionales y hasta hoy pudo salir indemne en todos los choques que en su corta vida tuvo que superar, mas en las circunstancias diarias actuales, no sabemos de dónde aparecerá la varita mágica que le dé la fórmula de combatir la creciente ola de agresiones de parte de criminales y asesinos que peligrosamente brotan de una sector de la población musulmana israelí, que de pronto se destapó mostrando su hilacha de odio y rencor enclavados en sus ennegrecidos corazones.

Creo que esta implosión terrorista que le toca enfrentar a la población judía israelí, es una versión inédita de una forma de guerra que si el actual gobierno no logra conjurar, puede corromper las sólidas bases de su sociedad, habida cuenta que el miedo que nunca estuvo instalado en su población, y que puede extenderse cual mancha de aceite que sabemos de su inicio pero es incalculable hasta donde y cuando puede consumar el daño a su pueblo.

Creo que llego el momento de que los países que influyen sobre los acontecimientos que mueven al planeta, entiendan que Israel no solamente procura defenderse, sino que es garantía de contención de cualquier locura militar de cualquier país del Islam que aunque le vendan petróleo a Occidente, el odio concentrado en contra de los infieles del mundo todo, en lugar de atenuarse, se multiplica en intensidad, ya que los perversos sentimientos que anidan en sus corazones, son la consecuencia de una docencia cuyas raíces dogmáticas y religiosas son incontrolables.

Razón de sobra para que la prioridad que deben tener en cuenta los países rectores, es despertar de este letargo nocivo, antes que sea demasiado tarde.

Share