Por Hernán Andrés Kruse.-

Marx y el dinero como medida de valores y como patrón de precios

Luego de analizar el proceso de cambio, Marx trata el tema de la circulación de mercancías. Lo primero que hace es enfatizar que cuando alude a la mercancía-dinero, hace referencia al oro. ¿Cuál es la misión fundamental del oro? ¿Qué es lo que le suministra al mundo de las mercancías? El objetivo esencial del oro es suministrar a las mercancías el material por cuyo intermedio se expresarán sus valores. De esa forma, el oro no hace más que funcionar “como medida general de valores”, función que lo transforma en dinero, o lo que es lo mismo, en “mercancía equivalencial específica”. Al ser las mercancías “trabajo humano materializado” y ser a raíz de ello comensurables, sus valores pueden medirse en función de una mercancía que se transforma en la medida común de valores de aquéllas, es decir, pueden medirse en dinero. Para Marx, “el dinero, como medida de valores, es la forma o manifestación necesaria de la medida inmanente de valor de las mercancías: el tiempo de trabajo”.

La expresión del valor de cualquier mercancía en oro-“una tonelada de hierro=dos onzas de oro”-, es su precio (dos onzas de oro). Expresar que una tonelada de hierro vale dos onzas de oro, es expresar que el precio de la tonelada de hierro es de dos onzas de oro. Al tener el oro carácter de dinero, al ser equivalente general de las mercancías, la ecuación “1 tonelada de hierro=2 onzas de oro” no necesita vincularse con las demás ecuaciones o expresiones de valor. “La expresión relativa de valor desarrollada o la serie infinita de expresiones relativas de valor se convierte en forma específicamente relativa de valor de la mercancía dinero”, sentencia Marx.

El precio de una mercancía no se confunde con ésta ya que constituye una forma que se diferencias de su “corporeidad real y tangible”; en otros términos, la forma dinero de las mercancías es ideal o imaginaria. El valor del hierro es invisible; sin embargo, existe dentro de él y queda representado a través de su vínculo con el oro-una tonelada de hierro = dos onzas de oro-, vínculo que es un espectro situado en su cabeza. Como la expresión del valor del hierro-1 tonelada de hierro=2 onzas de oro-es puramente ideal, para efectuar esta operación es necesario manejar oro imaginario. Lo mismo cabe decir respecto a las restantes mercancías. Al ejercer la función de medida de valor (las dos onzas de oro son la medida del valor de la tonelada de hierro), el dinero actúa como dinero imaginario o ideal. Pese a que la función de medida de los valores de las mercancías implica dinero imaginario o ideal, “el precio depende íntegramente del material real dinero”. El valor de una tonelada de hierro, o lo que es lo mismo, la cantidad de trabajo contenido en esa cantidad de hierro, se expresa en dos onzas de oro, que para Marx es “una cantidad imaginaria de la mercancía dinero en la que se contiene la misma suma de trabajo”.

En virtud de ello, una tonelada de hierro vale dos onzas de oro, pero si se toman como medidas de valor la plata o el cobre, la tonelada de hierro valdría X cantidades de plata o X cantidades de cobre, cantidades que serían diferentes a las dos onzas de oro que expresan el valor de la tonelada de hierro. Si el oro y la plata funcionan como medida de valores de las mercancías, el hierro-y el resto de las mercancías-tendrán un precio en oro y otro en plata. Ambos precios no se modificarán mientras la relación entre el oro y la plata permanezca inalterable. Cada cambio que experimente esta relación provocará una alteración en el vínculo establecido entre los precios de las mercancías expresados en oro y los precios de las mercancías expresados en plata, demostrando así “que el duplicar la medida de valor contradice a la función de ésta”.

Marx utiliza la siguiente ecuación para expresar el precio de las mercancías: a mercancía A (determinadas cantidades de lienzo, por ejemplo)=X oro (determinadas cantidades de oro); y así con el resto de las mercancías. ¿En qué se convierten los valores de las mercancías? Según Marx, dichos valores se transforman “en cantidades imaginarias de oro de diferente magnitud; es decir, en magnitudes de nombre igual, en magnitudes de oro”. Las cantidades diferentes de oro (20 varas de lienzo=2 onzas de oro; una tonelada de hierro=3 onzas de oro; etc.) pueden compararse y medirse entre sí, lo que conduce a la búsqueda de “una cantidad fija de oro como a su unidad de medida”. Luego de dividirse en partes alícuotas, dicha unidad de medida se convierte en patrón.

Para Marx, el dinero cumple dos funciones diferentes, según que se lo considere como medida de valores y como patrón de precios. Considerado como medida de valores, el dinero (el oro) no hace más que encarnar socialmente trabajo humano. Considerado como patrón de precios, el dinero (el oro) no es otra cosa que un peso fijo y específico de metal. Al ser una medida de valores, el dinero (el oro) convierte los valores de las mercancías en cantidades de oro que son imaginarias (20 varas de lienzo valen 2 onzas de oro; una tonelada de hierro vale tres onzas de oro; etc.) A través del dinero como medida de valores pueden medirse las mercancías (consideradas como valores). Por intermedio del oro pueden medirse los valores del lienzo y el hierro. Como patrón de precios, el dinero mide “las cantidades de oro por una cantidad de oro fija, y no el valor de una cantidad de oro por el peso de otra”. Existe un patrón de precios, expresa Marx, cuando se fija un específico peso de oro como unidad de medida. El dinero como patrón de precios estará en condiciones de cumplir su tarea de la mejor manera posible cuanto menor sea la oscilación de la cantidad de oro que hace las veces de unidad de medida. Ahora bien, “el oro sólo puede funcionar como medida de valores por ser también él un producto del trabajo y por tanto, al menos potencialmente, un valor variable”.

Marx considera que el cambio del valor del oro no repercute sobre su función como patrón de precios. Si de un día para el otro el oro valiera mil por ciento menos, el valor de doce onzas de oro seguirá siendo doce veces superior al valor de una onza de oro. En los precios, sentencia Marx, lo único que importa es la proporción que se da entre diferentes cantidades de oro. Cuando el valor del oro sube o baja, el peso de la onza de oro permanece invariable, al igual que el de sus partes alícuotas; en consecuencia, por más que se modifique su valor, el oro continúa prestando los mismos servicios como patrón de precios. Lo mismo acontece si se tiene en cuenta la función del oro como medida de valores. Las alzas o bajas en el valor del oro no perturban su función como medida de valores. Estas alzas o subas afectan de igual manera a todas las mercancías (levita, lienzo, trigo, té, café, hierro, etc.); a raíz de ello, “caeteris paribus, dejan intangibles sus mutuos valores relativos, aunque todos se expresen ahora en un precio oro superior o inferior al de antes”.

Marx finaliza su análisis del dinero como medida de valores y como patrón de precios, enhebrando proposiciones acerca del valor del oro y los precios de las mercancías. Si permanece constante el valor del oro (si no se producen subas o bajas), aumentan los precios de las mercancías con carácter general siempre que suban sus valores. Si los valores de las mercancías no suben ni bajan (permanecen constantes), los precios de las mercancías suben con carácter general si baja el valor del dinero. “Y viceversa. Los precios de las mercancías sólo pueden bajar con carácter general, suponiendo que permanezca constante el valor del dinero, si bajan sus valores, permaneciendo constantes los valores de las mercancías cuando baje el valor del oro”.

Marx y la incongruencia cuantitativa y la contradicción cualitativa de la forma precio

Luego de analizar el dinero como medida de valores y como patrón de precios, Marx retoma el tema de la forma precio. Por un cúmulo de razones, fueron divorciándose los nombres en dinero de los pesos de metal (3 libras esterlinas, 17 chelines, 10,1/2 peniques) de sus nombres primitivos de peso (una onza de oro). Las razones que tuvieron una relevancia histórica fundamental fueron, para Marx, las siguientes: a) la circulación de dinero extranjero en los pueblos menos desarrollados; b) el desarrollo de la riqueza que provoca el desplazamiento de los metales menos valiosos por metales más valiosos en la función de medida de valores; y c) la costumbre de los príncipes de falsificar el dinero. Estos procesos históricos transformaron en algo normal, aceptado por todo el mundo, la división “del nombre monetario de los pesos de los metales”, 3 libras esterlinas, 17 chelines, por ejemplo, -“y los nombres corrientes de sus fracciones de precios”, una onza de oro, por ejemplo. El carácter convencional del patrón-dinero (se trata de una creación del hombre) y la necesidad de ser legitimado por los hombres, hace necesaria la intervención del sistema normativo para reglamentarlo. Es así como una onza de oro se divide en específicas partes alícuotas-libra, talero, etc.-. Sin embargo, remarca Marx, “el dinero metálico sigue teniendo por patrón, exactamente igual que antes, determinadas fracciones de peso del metal. Lo único que varía es la división y la denominación”.

Los precios de las mercancías se expresan ahora a través de nombres monetarios, de nombres aritméticos del oro determinados legalmente (x libras esterlinas, x táleros, x chelines, x peniques, etc.). Los nombres primitivos de peso (una onza de oro) pasaron a formar parte del contenido del baúl de la historia. Antes se decía que un quarter de trigo (una cantidad determinada de mercancía) valía una onza de oro (nombre primitivo de peso); ahora se dice que ese quarter de trigo vale 3 libras, 17 chelines y 10,1/2 peniques (nombre en dinero de los pesos en metal). Ahora el precio de las mercancías se fija en dinero aritmético.

No es lo mismo el nombre de un objeto que la naturaleza de ese objeto. No es lo mismo el nombre “mesa” que la naturaleza de la mesa. La libra, el tálero, el franco, el ducado, etc. son nombres monetarios que expresan el precio de las mercancías. En tales nombres se esfuma el concepto del valor. El carácter misterioso de los nombres monetarios (“signos cabalísticos”, los denomina Marx) se acrecienta si se toma conciencia de que tales nombres expresan, por un lado, el valor de las mercancías, y por el otro, “expresan partes alícuotas del peso del metal, del patrón-oro”.

A continuación, Marx se adentra en la cuestión del precio. ¿Qué es, en definitiva, el precio? El precio no es otra cosa que el nombre, expresado en dinero, que designa al trabajo materializado en la mercancía. En consecuencia, constituye una perogrullada decir que se da una equivalencia entre la mercancía “un quarter de trigo” y su precio-3 libras esterlinas, 17 chelines y 10,1/2 peniques-, ya que la expresión del valor del trigo (como el de todas las mercancías) “expresa siempre la equivalencia entre dos mercancías”. Ahora bien, que el precio, siendo exponente de la magnitud de valor de la mercancía, sea también el exponente de “su proporción de cambio con el dinero”, no implica, “por el contrario, que el exponente de su proporción de cambio con el dinero sea necesariamente el de su magnitud de valor”.

Marx brinda el siguiente ejemplo para clarificar estos intrincados razonamientos. Tanto 1 quarter de trigo como 2 libras esterlinas (1/2 onza de oro, aproximadamente) poseen idéntica cantidad de trabajo socialmente necesario. El quarter de trigo vale dos libras esterlinas, lo que significa que esas dos libras esterlinas constituyen el precio del quarter de trigo, expresan en dinero su magnitud de valor. Puede suceder que en un momento determinado la situación sea propicia para cotizar el trigo a 3 libras esterlinas o, por el contrario, para venderlo a 1 libra esterlina. Surgen, por ende, dos precios: 1 y 3 libras esterlinas Una libra esterlina es un precio demasiado pequeño como expresión de magnitud de valor del trigo; tres libras esterlinas son, por el contrario, un precio demasiado grande como expresión de la magnitud de valor del trigo. Sin embargo, 1 y 3 libras esterlinas son precios del trigo; y por dos razones: “en primer lugar, porque son su forma de valor en dinero, y en segundo lugar, porque son exponentes de su producción de cambio con éste”.

Si las condiciones de producción y el rendimiento del trabajo se mantienen inalterables, reproducir el trigo costará “el mismo tiempo de trabajo social que antes”. Que ello suceda es independiente de la voluntad del productor y del capricho del resto de los productores de mercancías. ¿Qué es lo que expresa, en definitiva, la magnitud de valor de la mercancía? “La magnitud de valor de la mercancía expresa (…) una proporción necesaria, inmanente a su proceso de creación, con el tiempo de trabajo social”. Si la magnitud de valor cambia en el precio, “esta proporción necesaria se revela como una proporción de cambio entre una determinada mercancía y la mercancía dinero, desligada de ella”. Un quarter de trigo vale 2 libras esterlinas. En un momento dado, ese quarter de trigo vale 3 libras esterlinas. Se produce un aumento de la magnitud de valor del quarter de trigo. Cambia, pues, la magnitud de valor en el precio (antes el quarter de trigo valía 2 libras esterlinas y ahora vale 3 libras esterlinas) de la mercancía en cuestión. Pues bien, cuando ello acontece dicha proporción necesaria se revela como una proporción de cambio entre el quarter de trigo (una determinada mercancía) y las 3 libras esterlinas (la mercancía dinero), desligadas del quarter de trigo. Sin embargo, “en esta proporción puede expresarse y se expresa, no sólo la magnitud de valor de la mercancía (un quarter de trigo vale 3 libras esterlinas), sino también el más o el menos en que en ciertas circunstancias puede cotizarse (hoy el quarter de trigo se cotiza en 2 libras esterlinas, mañana, en 1 o en 3 libras esterlinas)”. En definitiva, “la forma precio envuelve ya de suyo la posibilidad de una incongruencia cuantitativa entre el precio y la magnitud del valor, es decir, la posibilidad de una desviación entre el primero y la segunda”.

Para Marx la forma precio hace factible no sólo la recién mencionada incongruencia cuantitativa entre el precio y la magnitud de valor, sino también una contradicción cualitativa ya que puede permitir que el precio, a pesar de que el dinero es la forma de valor de las mercancías, no sea más expresión del valor. La conciencia y el honor, por ejemplo, no son mercancías, pero pueden ser cotizados por los hombres en dinero. Un funcionario le ofrece una coima a un senador nacional para que apruebe una ley. Si el senador acepta la coima, le pone precio a su conciencia y a su honor. En este caso, su conciencia y su honor pueden recibir “el cuño de mercancías”. En consecuencia, una cosa puede carecer de valor y tener formalmente un precio. En este supuesto, la expresión en dinero es pura fantasía, algo imaginario, tal como acontece con determinadas magnitudes matemáticas.

El precio es una forma relativa de valor. En consecuencia, expresa el valor de una mercancía-una tonelada de hierro vale una onza de oro-. Al ser una determinada cantidad de equivalente, la onza de oro es directamente cambiable por el hierro, lo que no significa que el hierro pueda ser cambiado por el oro. La mercancía está en condiciones de ejercer sus funciones prácticas de valor de cambio, remarca Marx, cuando deja de ser un oro puramente imaginario para convertirse en oro real; en otros términos, cuando se desnuda “de su corporeidad natural”. Toda mercancía posee una forma corpórea y real; sin embargo, en el precio puede asumir “forma ideal de valor o forma imaginaria de oro”. Sólo hay una cosa que no puede hacer: ser forma corpórea y real (hierro, por ejemplo) y oro real al mismo tiempo. Marx concluye su análisis de la siguiente manera: “La forma precio lleva implícita la enajenabilidad de las mercancías a cambio de dinero y la necesidad de su enajenación. Por su parte, el oro funciona como medida ideal de valores, por la sencilla razón de que en el proceso de cambio actúa como mercancía dinero. Detrás de la medida ideal de valores acecha, pues, el dinero contante y sonante”.

(*) Carlos Marx: El Capital, Libro Primero, Sección Primera, Capítulo III, FCE, 1973

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