Por Enrique Venturino.-

“Sólo falta un poco de orgullo nacional para hacer la independencia”. Gral. Don José de San Martín.

Innumerables artículos periodísticos recorren el mundo alertando sobre el peligro que se corre ante el auge del nacionalismo, especialmente en Europa, con partidos como el FN, incluyendo el Fidesz de Hungría, el partido polaco de Ley y Justicia y el Partido de la Libertad de Austria (uno de cuyos líderes, Norbert Hofer, podría ganar la presidencia en de Austria el próximo mes.

El voto de Gran Bretaña en junio para abandonar la UE fue también el resultado de un giro nacionalista.

La principal creencia de Putin está en un estado fuerte liderado por él mismo, pero desde que tomó el poder en 2000 busca «una civilización estatal mantenida por el pueblo ruso, el idioma ruso, la cultura rusa y la Iglesia ortodoxa rusa «.

En China, el Partido Comunista está presionando un nacionalismo similarmente étnico y no universalista.

Una historia similar se está desarrollando en Turquía, un país que hace pocos años parecía estar firmemente en camino de unirse a la UE. Ahora su presidente, Recep Tayyip Erdogan, promete construir una «Nueva Turquía» aprovechado el nacionalismo étnico para lograrlo.

Entonces, ¿a qué se debe esta demonización del nacionalismo?

El fracaso de la globalización financiera a promovido la reivindicación de lo nacional, de lo propio.

La crisis del 2008 no fue sólo financiera sino también de gobernabilidad.

Todas las sociedades se basan en el nacionalismo de una u otra clase para definir las relaciones entre el Estado, el ciudadano y el mundo exterior.

Desde el nacionalismo argentino decíamos hace mucho tiempo que el único freno a l a globalización es el afianzamiento del Estado Nación y se está cumpliendo.

Este retorno a las fuentes, provoca el sentimiento espiritual de Patria, una perspectiva compartida, un sentido de país, además del rechazo a la corrupción, a la violencia y a la desigualdad.

Es evidente que este fenómeno preocupa a los personeros del poder mundial, que rápidamente han salido a estigmatizar al nacionalismo insipiente, asemejándolo con experiencia históricas pasadas y que nada tienen que ver con el nacionalismo verdadero, nutrido de tradición y Patria.

Es esperanzador que en el seno de nuestra sociedad se empiecen a escuchar voces que reivindiquen nuestras tradiciones y el carácter esencial y simultáneamente ético y realista de nuestro nacionalismo, alejado tanto del seudo nacionalismo indoamericano y marxista como de la idolatría anglofrancesa de los liberales.

Ese ha sido el espíritu de nuestros libertadores, lograr una nación con una sólida unión espiritual.

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