Por Luis Américo Illuminati.-

El alegato del abogado Carlos Beraldi -defensor de la vicepresidenta imputada- por más retórica dulce y voz atemperada que ponga, de ningún modo ha refutado la acusación de la fiscalía. Parece un buen intento, pero ahí queda, no alcanza a conmover en lo más mínimo la contundencia e idoneidad de la abundante prueba reunida en la causa. Habla de mala praxis. La «mala praxis» es la que está haciendo él con el confuso discurso, que más que un alegato es un epigrama, un panegírico de la acusada a la que pretende hacer ver como una santa perseguida, como una mártir cristiana arrojada a los leones. Y lo hace con una pobreza intelectual que causa estupor y no convencimiento; alega que su clienta es víctima y objeto de una persecución política y judicial comparándola con Perón. Una enormidad.

La acusada y su defensor creen que sólo con palabras se puede hacer caer una acusación sólidamente fundamentada. Las palabras son palabras y sólo causan efecto cuando son la correcta conclusión de las premisas. El alegato de Beraldi es una falacia sin conexión con la prueba, la cual permanece incólume. Su trabajo es como el de Sísífo que arrastra una pesada piedra que se desmorona y vuelve siempre -irremediablemente- al punto de partida. Un trabajo totalmente en vano.

Y si ahora se agrega que su defendida ejercerá su propia defensa, la acusada con su vehemencia y su habitual precipitación convertirá el juicio en un Campo de Agramante. Por fuera del juicio ha lanzado toda clase de mensajes destemplados contra los fiscales, lanzados desde la plataforma del pajarito como si fuera un fundíbulo que arroja rocas para tomar un castillo o como un glosador que trastoca la letra y el espíritu del «Corpus Iuris Civilis».

Ha atacado a los fiscales de un modo indecoroso, intentando con sus mensajes externos orientar innoblemente la opinión pública, lo cual es un recurso o camino vergonzoso nunca visto en la historia de los tribunales. El Código Procesal Penal de la Nación permite la autodefensa siempre y cuando no obstaculice la marcha normal del proceso y sea dentro de cánones o parámetros pertinentes. Pues ya se ha visto hasta ahora que la señora vicepresidenta ha reemplazado «la sana crítica racional» del derecho argentino por la jurisprudencia y la doctrina hammurabiana. El Código de Hammurabi es la ley con la que se defiende.

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