Por Oscar Edgardo García.-

Alberto Fernández en su discurso con el que inauguró las sesiones ordinarias del Congreso Nacional el 1 de marzo de 2020 incluyó una definición distintiva que con el transcurso del tiempo cobró notoriedad: «Somos un gobierno de científicos, no de CEOs».

Pues bien, un científico es una persona que ha alcanzado un acabado conocimiento de una ciencia y que participa activamente en un campo particular de exploración con la finalidad de descubrir, experimentar, crear, diseñar, mejorar o encontrar explicaciones profundizando con pasión, vocación y rigor sus investigaciones en la materia que es motivo del estudio.

Un CEO (siglas de Chief Executive Officer) es un directivo de una empresa que desempeña una función ejecutiva y que básicamente tiene la responsabilidad de dirigir y tomar las decisiones para que a través de planificaciones, acciones y estrategias la compañía alcance los objetivos perseguidos.

A casi tres años de la citada definición podemos concluir que el gobierno que preside Alberto Fernández no es un gobierno de científicos ni tampoco de CEO’s.

Dicho en otros términos, no es ni de lo uno ni de lo otro.

Las acciones y los resultados de la gestión del Presidente de la Nación y de sus Ministros nos permiten concluir, sin margen de error alguno, que es un gobierno de mitómanos, es decir de personas que padecen un trastorno que los lleva a mentir en forma compulsiva, en la mayoría de los casos con el fin de causar más impacto, admiración o impresión en los demás, conducta que puede tener su origen en una falta profunda de autoestima.

Generalmente las contradicciones y los indicios físicos no son sencillos de detectar pero esta circunstancia no es aplicable a los integrantes del gobierno porque su mitomanía es absolutamente evidente.

El reconocido neurólogo francés Ernest Dupré sostenía que existen cuatro tipos de mitomanía: la vanidosa, cuando la persona se halaga; la errante, cuando se trata de huir de su realidad; la maligna, cuando se intenta compensar un complejo de inferioridad; y la perversa, cuando se miente para estafar.

Es dable preguntarse si Alberto Fernández acredita el mérito de reunir los cuatro tipos en su persona.

La probabilidad de una respuesta afirmativa es muy alta.

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