Por Andrea Palomas Alarcón.-

Estimado Mauricio:

Existe una película china llamada “Esposas y Concubinas” que creo que todo político debería ver.

Trata sobre las cuatro esposas de un señor rico de China, durante lo que se dio en llamar la “Era de los Señores de la Guerra”.

Sobre este relato, que surge de una novela de Su Tong, se han hecho muchas interpretaciones. Creo que las más acertadas giran en torno a las relaciones de poder entre individuos.

Esposas y concubinas

Las cuatro esposas (concubinas) pugnan por obtener poder dentro de un mundo de reglas impuestas por otros. La primera esposa es una anciana venerable que le ha dado el primogénito y heredero al Señor de la casa Zhen. La tercera, artista, cantante de Opera, era la favorita hasta que llegó la cuarta, más joven y universitaria. Dejé la segunda para el final a propósito. La segunda esposa es un extraño ser que no tiene ninguna cualidad: no es de las más jóvenes, ya no es bonita, no es tan inteligente como la cuarta esposa ni ha ido a la universidad, no es divertida como la tercera esposa ni tiene talento alguno. No canta, no le ha dado un heredero al Señor Zhen, ni siquiera tiene suerte, porque su pequeña niña nació poco después del varón de la tercera esposa, a pesar de que tomó medicinas para acelerar el parto.

Pero la segunda esposa tiene una cualidad (o defecto) que no tiene ninguna de las otras, tiene “hambre de poder”.

Las cuatro esposas se ven obligadas a competir entre ellas y a utilizar todas sus armas para atraer la atención del señor Zhen y de esa forma manejar la casa.

Pese a ser la más desfavorecida por la naturaleza, la segunda esposa termina prevaleciendo y destruyendo a todas las demás.

Sé que es maquiavélico, que es injusto, que es políticamente incorrecto pero es la verdad: sólo los políticos que tienen “hambre de poder” tienen éxito, para bien o para desgracia de sus gobernados.

Esta hambre es la que ha conducido a grandes victorias y a genocidios atroces. Esta hambre es el hilo conductor de Atila el Huno, Alejandro Magno, Cleopatra, Julio César, Napoleón, Catalina la Grande, Hitler, Stalin, Fidel Castro, Mao Tse Tung. En nuestro país, Perón, Menem, Kirchner, Cristina Fernández, entre otros.

Personas irreprochables como Arturo Frondizi, o menos irreprochables como el Che Guevara, no lo tuvieron. No es una cuestión de moral o de seres angelicales contra demonios, es un defecto, un faltante, una carencia que sólo se llena con poder. Lo que después se hace con el poder es otro asunto.

Algunos lo emparientan con la psicopatía o el narcisismo. En mi opinión, esto no es una enfermedad sino una reacción a algún trauma de la niñez: falta de atención de los padres, pobreza extrema, defectos físicos, etc. Cualquier cosa que un niño sufra y que le haga desear una revancha de la vida. Pero sólo es una opinión, no me interesa analizar de dónde viene sino cómo sirve.

La segunda esposa no tenía nada a su favor pero tenía esas ansias por las que puso al poder por encima de cualquier otra cosa. Puso en peligro la vida de su hijo tomando medicinas para que naciera primero; aguardaba pacientemente en su casa la vuelta del señor Zhen mientras las otras esposas mataban el aburrimiento jugando a las cartas; reprimía sus sentimientos mostrando un “rostro de Buda” pero escondiendo “un corazón de escorpión” que le permitió dar varios golpes exitosos. Todo esto conlleva un esfuerzo inmenso, sacrificar la felicidad, el amor, la alegría, TODO por conseguir poder. Finalmente ganó.

No estoy haciendo una apología de estas personas ni de sus métodos, sólo te digo que estas personas son las que ganan.

No te veo con “hambre de poder”, Mauricio. Tal vez eso te convierta en un buen tipo, en una mejor persona, pero eso no te sirve para ganar y necesitamos que ganes: sos el que más cerca está de poder vencer al kirchnerismo.

Sé lo que es venir de un hogar en donde tuviste todo, haber sido criado con afecto, con seguridad, tener amigos, ser querido por tu familia. Eso te hace crecer pensando que el mundo es bonito y te vuelve algo ingenuo.

La ingenuidad en política es un crimen. Es criminal porque muchos tienen esperanzas en que vos cambies el país. Yo no las tengo, ni siquiera tengo esperanzas en que ganes pero sí en que hagas un buen papel en las elecciones y sirvas de contrapoder. Defraudar a los que cifran sus esperanzas en vos es como matarlos.

Te doy un solo ejemplo de tu ingenuidad. El voto electrónico. ¿Cómo se te ocurre que en este país de corruptos el voto electrónico es una buena idea? No hacen falta grandes hackers al estilo de las nuevas novelas de misterio, no hace falta una Penélope García. A riesgo de avivar giles, te explico: sólo con que un puntero político, con menos cerebro que un potus, le diga a un pobre tipo “cuchá coso… andá y me sacás una foto con el celular a la boleta una vez que la imprimiste… ¿cuchaste? Y me traés la foto o tu mujer no cobra más el plan”. Ya está, se hizo fraude y todas tus obras, tus metrobuses, tus bicisendas no sirven para nada.

No es muy inteligente cambiar de caballo en mitad del río, ni al principio, ni al final. Si siempre ganaste con boleta papel, ¿para qué cambiaste? A menos que vos nos des una sorpresa a todos y seas el que hace fraude, lo que dudo, me parece que pecás de ingenuo.

No hay mucho tiempo para convertirte en un maestro de la política. Algunos tips que nunca fallan: de los kirchneristas pensá siempre mal, súmale el 20% y acertarás. Para estas cosas es irremplazable un tano incomprendido y vilipendiado pero leído con minuciosidad por los que tienen ese déficit moral que los empuja a pisar cabezas y cortarlas, las de los enemigos y las de los amigos: Maquiavelo decía en El Príncipe: “Puede decirse, hablando generalmente, que los hombres son ingratos, volubles, disimulados, que huyen de los peligros y son ansiosos de ganancias. Mientras les hacés bien y no necesitás de ellos, como lo he dicho, te son adictos, te ofrecen su caudal, vida e hijos, pero se rebelan cuando llega esta necesidad. El príncipe que se ha fundado enteramente sobre la palabra de ellos se halla destituido, entonces, de los demás apoyos preparatorios, y decae; porque las amistades que se adquieren, no con la nobleza y grandeza de alma, sino con el dinero, no pueden servir de provecho ninguno en los tiempos peligrosos, por más bien merecidas que ellas estén; los hombres temen menos el ofender al que se hace amar que al que se hace temer, porque el amor no se retiene por el solo vínculo de la gratitud, que en atención a la perversidad humana, toda ocasión de interés personal llega a romper; en vez que el temor del príncipe se mantiene siempre con el del castigo, que no abandona nunca a los hombres”.

Chau Mauricio, termino esta carta recomendándote que te cuides (y nos cuides) de las medidas de fuerza de último momento o los choques de subte o que no te vuelvan a tirar abajo un edificio como pasó en la calle Bartolomé Mitre, del que sólo zafaste por una arquitecta con la cabeza bien puesta. Esas «travesuras», dos días antes de las elecciones, pueden ser una catástrofe.

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