Por Hernán Andrés Kruse.-

En su edición del 12 de mayo, Clarín publicó un extenso reportaje a Loris Zanatta, profesor de la Universidad de Bologna. En un momento de la entrevista dice lo siguiente: “Hay casos (en América Latina) donde el rumbo del país está más o menos definido y donde las elecciones no ponen en juego los fundamentos institucionales, filosóficos o jurídicos; otros casos, en cambio, son más dramáticos porque no se formó un consenso histórico sobre esos mismos fundamentos, o donde se había formado se destruyó sucesivamente. Venezuela es el caso más dramático pero la historia argentina no se distancia mucho de ese dilema. De ahí que cada elección sea epocal, cuestión de vida y de muerte, una guerra civil simulada”.

En este breve y conciso párrafo queda expuesto el drama argentino: la imposibilidad desde el 25 de mayo de 1810 en delante de enhebrar consensos básicos legitimados por todos los argentinos. Quien mejor lo puso de manifiesto fue Domingo Faustino Sarmiento en su biografía de Facundo. En este rincón, la civilización; en el rincón de enfrente, la barbarie. Aquí, la constitución de 1853 enarbolando los principios fundamentales del liberalismo; allá, el imperio de la cultura caudillista. Dos Argentinas conviviendo forzadamente en un mismo territorio. Este feroz antagonismo causó enormes e irreparables daños a los argentinos. El más grave fue la imposición a sangre y fuego de la concepción schmittiana de la política, basada en la relación amigo-enemigo. El que no piensa como yo es mi enemigo. Por lo tanto, hay que destruirlo.

En el siglo veinte el antagonismo se cristalizó en la “guerra civil simulada” entre el peronismo y el antiperonismo. Fueron décadas donde los argentinos bebimos diariamente litros y litros de odio, rencor y violencia. Con la llegada al país de Perón en 1973 millones de argentinos creyeron que la etapa de los desencuentros quedaba definitivamente sepultada. La violencia no hizo más que extenderse por el territorio como un reguero de pólvora. La dictadura militar liderada por Videla y Massera pretendió refundar la Argentina. Todos sabemos lo que aconteció en el país entre 1976 y 1983.

La elección presidencial de 1983 estuvo cargada de un hondo dramatismo, lógica consecuencia luego de años de una violencia demencial. Pero esta elección tuvo un condimento muy especial: por primera vez en la historia el radicalismo vencía al peronismo en elecciones libres y transparentes. Fue, qué duda cabe, una de las elecciones más dramáticas de nuestra historia. Que ambos contendientes-Alfonsín y Luder-hubieran acaparado el 91% de los votos demuestra claramente la feroz polarización que imperaba en ese entonces. En ese comicio estuvo en juego el futuro del país. Era la república, encarnada en la figura de Raúl Alfonsín, o el caudillismo autoritario, encarnado en la figura de Herminio Iglesias.

En la elección de 1989 el pueblo votó angustiado por la hiperinflación y los saqueos. La victoria de Menem fue la lógica consecuencia del fracaso del gobierno alfonsinista en materia económica. El caudillismo había superado a la república. Sin embargo, apenas asumió Menem tomó medidas que nada tenían que ver con la tradición caudillista. En efecto, la reforma del estado y el alineamiento con la república imperial representaban una concepción antitética del caudillismo. Lo que hizo el presidente en materia económica fue profundizar el modelo neoliberal que había implementado Alfonsín en 1985 luego de desplazar del ministerio de Economía a Bernardo Grinspun. Dicho modelo estuvo vigente hasta la hecatombe de 2001. Ello significa que en las elecciones de 1995 y 1999 el pueblo legitimó el ajuste permanente. No se trataron, por ende, de elecciones epocales, como sí lo fue la de 1983.

En 2003 asumió como presidente Néstor Kirchner enarbolando la bandera de un paradigma contrario al neoliberalismo. Ese paradigma, al que podríamos denominar “progresista”, estuvo vigente hasta 2015. Pero a diferencia de la época en la que estuvo vigente el paradigma neoliberal, durante la vigencia del paradigma progresista las elecciones de 2007, 2011 y 2015 fueron casi una cuestión de vida y de muerte debido fundamentalmente a la capacidad de Néstor y Cristina Kirchner de generar tsunamis de pasiones encontradas.

Con Macri en la Rosada el paradigma neoliberal sustituyó al paradigma progresista. En este sentido la presidencia de Cambiemos implica una continuidad (en materia económica) de las presidencias de Alfonsín a partir de Sourrouille, de Menem y de De la Rúa. La histórica antinomia fue cuidadosamente alimentada por el oficialismo siguiendo los maquiavélicos consejos de Jaime Durán Barba. Ante un eventual (y probable) retorno de la ex presidente la polarización ha vuelto a ser extrema, marcando con dramatismo los profundos desencuentros entre los argentinos. El clima que hoy se respira me hace acordar al clima previo a la elección de octubre de 1983. Estamos en un escenario pre bélico, contrario a la filosofía política consagrada por la constitución de 1853. Para los millones de argentinos que se inclinarán por Macri o por Alberto Fernández la elección que se avecina es una cuestión de vida y de muerte, sin percatarse de que son víctimas de una cruel pero muy bien planificada campaña de manipulación psicológica.

El clima político que hoy se vive en el país acaba de ser perfectamente reflejado por Noticias que en su tapa del 2 de agosto se puede observar dos retratos enfrentados de Cristina y Macri y arriba un título por demás sugestivo: “Elegir entre lo malo y lo peor”. Es bastante cruel pero como una vez sentenció Serrat “la verdad no tiene remedio”. El próximo presidente será aquel que provoque menos espanto al electorado, el menos odiado. El pueblo se verá obligado a confrontar entre el desastre económico de Cambiemos y el odio a Cristina unido a un temor profundo a un eventual retorno suyo. La elección es dramática, típica manifestación de un país decadente en todo sentido. ¿Acaso hay algo que demuestre con mayor claridad nuestro derrumbe como sociedad que el estar obligados a elegir entre lo malo del presente y un mediocre pasado reciente (*) que se resiste a desaparecer *?

* Para Noticias Macri es lo malo y Cristina lo peor, en una nueva manifestación del rencor que le tiene todo el staff de la revista a la ex presidente.

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