Por Jorge Enrique Yunes.-

Rubén Blades en su emblemático tema musical “Pedro Navaja” nos canturrea: “La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida ay Dios”. Y la verdad es que no le erra un ápice. A mis “juveniles” cincuenta y ocho años no me deja de sorprender la conducta humana. Y nada más humano que el error. Error por acción o bien por omisión, pero error al fin.

El Papa Francisco es un ser humano. Quizá demasiado humano para el gusto de muchos, y como tal, es pasible de cometer errores. Es el líder religioso del mundo católico, y a la vez, es un Jefe de Estado, El Vaticano.

Su accionar deambula entre esa mixtura del mundo espiritual y del mundo terrenal. A veces actúa siendo más Papa, y otras veces siendo más Jefe de Estado.

Todos los católicos sabemos que la base de nuestra religión es precisamente el perdón. El perdón movido por el sincero arrepentimiento del pecador, cualquiera haya sido su falta ante los ojos de Dios. Pero no olvidemos las palabras de Jesús cuando defendió a la prostituta que todos querían lapidar, impetrando con dureza a los ocasionales “justicieros”: “El que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra”. Luego, dirigiéndose a la mujer pública le dijo: “Vete y no peques más”.

Cuando la Conferencia Episcopal Argentina clama por la liberación de Milagro Sala; cuando el Papa Francisco le envía a la líder piquetera jujeña su segundo rosario bendecido a la cárcel donde se encuentra detenida por los delitos cometidos; cuando los medios televisivos muestran filmaciones del retiro de sacas repletas de dinero de una entidad bancaria por parte de militantes de la Tupac Amaru, me asaltan ciertos interrogantes: ¿Milagro Sala estará arrepentida? ¿El Papa Francisco actúa en este caso particular como siervo de Dios o como Jefe de Estado? ¿La Conferencia Episcopal Argentina está al tanto de todos los delitos cometidos por Milagro Sala, los cuales motivaron su detención? ¿Es redituable, políticamente hablando, el caso Milagro Sala?

Yo tengo mis propias respuestas a estos interrogantes que no es necesario expresar y que de seguro cada lector podrá ya intuir. Lo que sí puedo llegar a afirmar, sin temor a equivocarme, es que a esta altura de los acontecimientos la Sala es un verdadero Milagro.

Share