Por Carlos Belgrano.-

Amigos:

Resultará intrascendente a quienes confíen sus votos, en oportunidad de la farsa el venidero domingo, por cuanto lo que tendrán frente a Ustedes, será sólo apenas una galería de truhanes que, sin importar sus adherencias partidarias, anhelan alcanzar la cima para continuar destazando a un Estado inconexo.

Sería pues interesante que algunos se tomen la breve molestia de contemplar los actuales slogans de esta campaña y compararlos con los anteriores o incluso, con otros de hace tres o cuatro décadas.

Y, será del todo imposible que no caigan en la cuenta de una catarata de pelotudeces que se ha reiterado en el tiempo desde hace -precisamente este año-, nada menos que cuatro décadas.

Y, si acto seguido, se formulan una reflexión serena y alejada de cualquier estridencia, no advertirán nada diferente a que todos quienes, en su momento fueron ungidos, se diferenciaron entre sí, por las caripelas de los que, merced a sobornos y demás colusiones dolosas, endeudaron en perpetuidad a nuestros choznos.

En la inminente kermesse dominguera no se distinguirá ni un ápice, de ese mismo reemplazo y/o continuidad de la idéntica crueldad facial que, unos y otros, exclusivamente tienen patrimonial y honorablemente para ofrecerles.

Y, si la perspicacia llegara a tocar cual una varita mágica a cualesquiera de los sufragantes, antes de depositar el sobre en las urnas, mediten por un instante que, ninguno de estos caralisas que dicen representar sus necesidades ha esbozado ni un solo vocablo respecto a que, si fuesen electos, pondrán todo de sí para perseguir a los corruptos.

Restañando así, aunque fuese simbólicamente los cientos de miles de millones de dólares que se calotearon peronistas y radicales en idénticas proporciones.

No, Estimados, todos sin excepcionalidad ninguna se han abstenido de proclamarlo, simplemente porque de haberlo esbozado se incriminarían todos ellos al unísono.

Porque todos son partes integrantes y necesarias de una misma hipocresía.

De allí, diría -de no ser muy subversivo decirlo-, escuchar las arengas y proclamas de cualquiera de estos carne de horca, es una suerte de chascarrillo o humorada de pésimo gusto, sin que sea importante quienes las hayan proferido.

Sin embargo, y desgraciadamente, este morboso escenario ya ha dejado de ser un patrimonio exclusivo de La Argentina, porque se encuentra diseminado como la gangrena o metástasis en lo profundo de todas las comunidades internacionales.

En todas las cuales, lo pútrido y ninguna otra cosa es lo que divisamos sobre la superficie de todos los cuerpos sociales, en un todo adheridas al fenómeno no punible que, el enriquecimiento ilícito ha ganado los corazones de todos los gobernantes, tanto en Occidente como en el otro hemisferio.

Y, en ello deberán argentinos de mensurar el por qué sus intenciones electorales, constituyen ni más ni menos que el condimento primario en pos que solamente el Sistema sobreviva.

Ergo, el Capitalismo en su etapa -quizás póstuma- más ramplona, vulgar y por lo tanto ya irrecuperable.

El lunes próximo, verán que lo único que los habrá de separar de la víspera habrá de ser que la cotización de la lechuga se irá incrementando hasta alcanzar antes de las electorales de octubre, los un mil pesos por unidad, con el agravante para muchos que, incluso a ese precio todavía será ¡¡¡barato!!!

Toda vez que ese reflejo alcista, además de categorizar que carecemos de moneda, servirá de antesala para que se desaten todos los demonios de un hervidero social.

Contemporáneamente a un incremento brutal y demencial del Gasto Público sobremanera porque la mitad de la Argentinidad vive del asistencialismo estatal.

Y, además, porque la irrestricta fuerza de quince millones de planeros-piqueteros le torcerá la muñeca a quienes osen con el intento de disminuir el facilismo y la haraganería.

Por ello y más, que sería demasiado largo y tedioso de explicar, aquellos que se sientan exultantes por el resultado comicial, ni sueñan cuánto les habrá de deparar el futuro cuasi inmediato.

Ya que de una forma u otra serán, como en su momento -conforme así lo sentenció Bonaparte respecto de Robespierre-, las nuevas víctimas propiciatorias de, primero el indómito caos y, en continuidad, una implacable anarquía, inédita y por lo tanto, incomparable con todas las anteriores.

Hilvanar un escenario igual al referenciado no resulta ni utópico ni traumático de profetizar, a poco de tomar en cuenta que, sin Fuerzas Armadas y, con las de Seguridad, como meras devotas del narcotráfico a escalas industriales ¿qué diferente segmento imaginan que reemplazará a este?

Por todo lo descripto, sería conveniente que se deshicieran sobre la idea fuerza que sus votos, sin importar a quienes los confíen, devendrán como…

LA ÚLTIMA CHANCE.

Share