Por Carlos Fara.-

La economía tarda en recuperarse, pese a que la inflación está aflojando. La opinión pública es morosa en mostrar confianza en el proceso. Nueve meses después de asumir, el nuevo gobierno nacional está en una situación compleja: el mal humor no mejora, las expectativas no son positivas y la aprobación de la gestión sigue en descenso.

Veamos algunos indicadores:

  • la aprobación de la gestión cae 5 puntos en un mes;
  • los sentimientos positivos hacia el país bajan 2 puntos el último mes;
  • por primera vez hay más gente que cree que la inflación no bajará que los que piensan que sí;
  • la corrupción como tema de preocupación cae 7 puntos;
  • baja 9 puntos en un mes el porcentaje que cree que el país va por la dirección correcta;
  • el porcentaje de adherentes al gobierno baja 10 puntos en los 2 últimos meses;
  • la evaluación positiva de la política económica sigue en descenso;
  • la única política con superávit de imagen es la lucha contra la corrupción;
  • el 60% cree que Macri gobierna para los ricos (5 puntos más en un mes);
  • desciende 4 puntos la proporción que estima que el gobierno está tomando medidas para combatir la inflación;
  • el 83% está de acuerdo con el fallo de la Corte Suprema que frenó el incremento de las tarifas de gas;
  • casi todos los dirigentes nacionales relevantes perdieron imagen positiva en el último mes, siendo Massa el mejor posicionado.

La combinación de factores -recesión, inflación, poder adquisitivo en baja y aumento de tarifas de servicios públicos- evidentemente hizo un combo explosivo. A medida que va pasando el tiempo, las percepciones van sedimentando y son más difíciles de modificar. Pero por supuesto, nada que sea imposible.

El problema para un gobierno no es tanto la caída en el nivel de aprobación, sino el desgaste de las expectativas positivas respecto al futuro del país. Si las perspectivas son favorables, la gente está más dispuesta a atravesar un desierto para llegar a la tierra prometida.

La Argentina vivió varios años con inflación alta, pero le cuesta tolerar la estanflación. Si la maquinaria económica no se pone en marcha, el mal humor es más difícil de vencer. Por eso existe tanto debate sobre cuáles deberían ser las prioridades de la política económica.

Cualquier noticia positiva de la economía tarda al menos 2 ó 3 meses en que el grueso de la población lo detecte, y por supuesto implica que tales noticias sean persistentes. Ergo, si la inflación baja de agosto se mantiene, quizá en noviembre la gente empiece a bajar la guardia.

La reactivación en cambio tardará más en percibirse. Si bien parece que junio fue el peor mes, para volver a ver algún signo de reactivación más general, y no sólo brotes verdes, los estudios quizá lo empiecen a detectar no antes de fin de año, con tendencia a bien entrado el verano.

Marzo será un mes clave en la evaluación que se haga del gobierno. (7 Miradas, editada por Luis Pico Estrada)

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