Por Paul Battistón.-

“Hay dos formas de armar un gabinete, incluyendo personas que representen los distintos criterios dentro del partido; la otra, incluir sólo personas que quieran avanzar en la misma dirección.” Margaret Thatcher.

Estamos ante algo completamente distinto y esa es la razón por la que fue elegido (no lo ven).

Milei comparte con Thatcher la característica de estar convencido de que nada se hará bien si él no actúa personalmente (razón del vértigo propio de un convencido). El hacer bien tiene un significado y un resignificado, sencillamente avanzar y la dirección es sólo una posible, por lo tanto, es casi imposible que un cuerpo compuesto por representantes con distintos criterios y representantes sin criterio puedan encajar en esa resignificación de la cosa bien hecha. Hacer las cosas bien está en paralelo con avanzar.

La reafirmación de ese camino de una sola dirección requiere de la caída de hombres no sólo por no tener la precisión de rumbo acertada sino por la reafirmación misma del poder como guía de esa trayectoria. Alrededor de Thatcher caían como moscas sin lamento alguno.

Avanzar conlleva la no revisión de tiempos. Oportunidades idas no son vueltas a buscar y tampoco son vueltas a ofrecer. Un sentido del tiempo que gobernadores e intendentes están descubriendo. Ni hablar de peronismo en reversa. ¿A qué distancia ha quedado Moyano en ese ya lejano pasado del inicio del gobierno de Milei?

El gasto fue la piedra angular de Thatcher, una lucha difícil en un reino donde todos los gastos eran excesivos pero bañados de corrección. El gasto (causal de nuestro casi eterno déficit) es la piedra angular de Milei en una nación bananera donde los gastos son excesivos y casi todos son robos; un trabajo mucho más sencillo de visualizar. Es lógico que lo que la Thatcher vio en 4 años Milei lo vea en 4 meses; lo de la Thatcher estaba oculto por años de ejercicio de burocracia correcta; lo de Milei, bajo la alfombra de una casta corrupta.

Las huelgas mineras de los británicos eran huelgas y eran de mineros y el poder sindical, una verdadera amenaza socialista al imperio. Los paros de la CGT, los cortes de Belliboni están a punto de convertirse respectivamente en ejercicios del pasado y cuestiones delictivas.

Las piedras están forzando la salida del León de hierro más temprano que lo que la dama de hierro fue forjada. La ausencia de delicadeza en busca de rectitud de la Thatcher tuvo en el pulcro imperio un camino más rebuscado que el que Milei puede llegar a tener delante suyo lleno de amoralidades (la hipocresía de los gobernadores, por ejemplo). Este camino tan lleno de imperfecciones visibilizadas con furia sarcástica por los informantes de las redes ofrecen a los pies de Milei la fricción necesaria para impulsar sus pasos con poco o nada de patinadas. A cada reclamo dirigido al presidente éste puede responder con inversiones de pruebas y desenmascaramiento de actitudes hipócritas de quienes pretenden mendigarle desvíos de su trayectoria. Thatcher hubiera muerto de asombro en este territorio donde en lugar de soportar a los Tories debería esquivar traidores. Milei hubiera patinado en esa Gran Bretaña donde las faltas a corregir eran principalmente de morboso confort adquirido sin que ni por asomo pudieran ser calificados de robos.

Para Thatcher el socialismo era la maldición que postraba a la gente a pedir del estado y era tan sólo 10 años antes de la caída del muro. Para Milei es esa misma maldición pero ya sin muro; es además una farsa que se interpondrá creando dificultades para distinguir entre gente dispuesta a avanzar de gente aficionada al zigzag con intenciones de justificar su zona de confort redituada con las inútiles buenas intenciones inventadas y financiadas por todos.

Las traiciones llevan en su propia definición un valor absoluto, aunque no es improbable que alguien desde alguna perspectiva les busque una condición relativa para convertirlas en afrontables. Tanto en el caso de Milei como de Thatcher, cualquier posibilidad de relativismo se borra. Las circunstancias de traiciones y alejamientos son literalmente la construcción de la coraza del mito.

Para Milei el desafío y la controversia son el medio de formatear su política, que sencillamente no lo es. Milei no está yendo por lo que la política le ofrece como posible. Thatcher, de origen ajustado y religioso, tenía por sobre lo posible que la política le ofrecía un escenario donde el conflicto era sencillamente entre el bien y el mal.

Las deserciones en política son crisis pero en la batalla épica de Javier Milei por el bien de Argentina son la construcción de fortaleza y reafirmación del sentido. Más thatcheriano imposible.

Los enemigos son los mismos, el gasto y el socialismo. El camino de salida unidireccional y no negociable, en el caso de Thatcher, recorrido con una delicadeza cortante; en el caso de Milei, recortando sin delicadezas cualquier posible atajo ventajoso para algún enemigo cobijado por descuido o por estrategia.

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