Por Luis Américo Illuminati.-

«No se fíen del caballo, troyanos. Algo pasa cuando ofrecen dones». Virgilio

En 2019, a Cristina Fernández de Kirchner, a la sazón, senadora, se le ocurrió una estrategia para salvarse y ganarle a Macri, una maquiavélica idea (diabólica sería más apropiado), consistente en llevar a un individuo insospechado de ser su amigo, un sujeto que la cuestionaba y criticaba todo el tiempo: Alberto Fernández. Mientras tanto, Macri se sintió tan seguro y autosuficiente que se durmió en los laureles, creyendo y dejándose convencer de que eligiendo como compañero de fórmula a un peronista disidente, Miguel Ángel Pichetto, sería reelegido. Entonces la gilada se tragó olímpicamente la píldora, creyendo que «el elegido» gobernaría por sí mismo, con criterio independiente y con lealtad a los que lo votaron, con apego a las leyes y fidelidad al juramento prestado, razonando con lógica pedestre la ilusa franja que, si Cristina hubiera elegido a uno de sus dóciles lacayos, mandaría ella. Sentado el Sr. Presidente en el Sillón de Rivadavia, tamaña sorpresa se llevó el país entero cuando a poco de andar el nuevo gobierno se vio con toda claridad y evidencia que la que mandaba era la vicepresidenta y no Alberto, que resultó un ignominioso títere de Cristina.

Y así pasaron cuatro años, tormentosos, insufribles, apocalípticos. Un par de meses atrás llegó el momento crucial de elegir otra vez el candidato que la suplantara, con el avieso plan de sobrevivir y continuar en el poder y salvarse de las causas que tiene pendientes con la Justicia. Entonces -¡Oh genio maligno que la asiste!- se le ocurrió (o la convencieron) una segunda idea diabólica. Convocar a Massa, cuyo perfil se asemeja a Tinelli y su «Bailando por un sueño», que vende y pondera un bodrio, una bazofia, como si fuera un show exitoso. De igual modo, Massa, un charlatán fenomenal, un loro parlero cuyos slogans son pura chatarra, se exhibe como un bondadoso Papá Noel, un «héroe» que reparte chucherías y bagatelas, que son «pan de hoy y mañana no me acuerdo».

Haber tomado «distancia» de Alberto y Cristina, como desvinculado de ellos, es el núcleo duro de la trampa, el señuelo para pájaros (pajarones), chorlitos y papamoscas, imbéciles de colección, los cuales, en vez de dar su voto a Pato Bullrich o Milei, se tragaron el anzuelo de que Massa es un candidato autárquico de la banda kirchnerista, un «héroe» que resucitará al peronismo, una masa paralela que ha sido hasta ahora socio o cómplice a la fuerza. En su tórpida candidez (por no decir otra palabra) dio el domingo pasado su voto ciego en la creencia de que Massa será el sepulturero del mañoso kirchnerismo.

El candidato exhibe que maneja todo, que ha tomado el timón del barco, como Capitán absoluto, un Piloto de Tormenta, con poderes omnímodos, un titán, ministro de economía y candidato a presidente. Todo esto configura otra trampa genial de Cretinacha. Y si en el ballotage se impone a Milei, el nuevo presidente será, que no quepa duda, el «mesías» que reflote y otorgue nueva vida al Leviatán K, crapulosa hidra, para que siga cuatro años más enquistada en el Estado. El Nuevo Caballo de Troya -Sergio Massa- es hacerle creer a los «cabeza de termo», peronistas y no peronistas, que el kirchnerismo está finiquitado, terminado, y que no le quedó otra opción a Cristina que resignar el poder y dar un paso al costado, un renunciamiento y así Massa llevará la nave a buen puerto para un resurgimiento del país. Massa -cual Mago de hoz- hará milagros, convertirá los ratones y murciélagos en palomas y conejos. Una perfecta «mise-en-scène».

Desde mi punto de vista, el error de Milei es que se sintió seguro y se durmió en los laureles -lo mismo le pasó a Macri-; no sopesó adecuadamente sus dichos, subestimó la protervia de Cristina y la malignidad pareja de sus adláteres y corifeos. Y tal como sucedió con Troya, sus habitantes introdujeron el inmenso caballo de madera, festejaron, bebieron hasta embriagarse y, cuando se durmieron, los griegos, con el mayor sigilo, bajaron del caballo y abrieron las puertas de la ciudad para que entraran las huestes de los griegos que incendiaron y destruyeron la inconquistable Troya, pereciendo todos sus habitantes. Antes del domingo, Milei se sintió tan seguro que le sucedió lo de Don Seguro, aquel que estaba tan seguro de sí mismo, que se lo llevaron preso.

Descuidó Milei algunos flancos, sobre todo, la falta de circunspección en muchas de sus declaraciones, y las de otros candidatos de LLA. Y sucedió que el electorado que lo votó masivamente en las PASO se atemorizó, se sintió como los marineros de la Odisea de Ulises frente al estrecho de Escila y Caribdis, lugar donde los cantos de sirena hacían que los barcos chocaran contra las rocas o que un inmenso remolino los tragara. Entonces los votantes, a diferencia de Ulises y sus marinos, no atravesaron el acantilado y dieron marcha atrás. Un viejo votante que conozco, un vecino, que por la edad no está obligado a votar, lo escuché decir cuando otro le preguntó a quién hubiera votado, le contestó: «Hubiera votado a Milei, porque los otros ya gobernaron y fracasaron. En cambio, Milei no gobernó nunca. Hay que darle una oportunidad. No lo invalidemos por lo que dijo. Las obras rendidas es lo que cuenta y no verbosidades. Los pingos se ven en la pista. El movimiento se demuestra andando».

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