Por Máximo Luppino.-

DIOS perdone a las personas que juzgan y castigan cruelmente a sus semejantes aun cuando la luctuosa muerte nos llama a cruzar el río de la vida, para continuar existiendo en la otra orilla del tiempo eterno.

De ninguna manera pretendemos que se “olviden” los errores o pecados de los difuntos, pero sí es muy bueno que un manto de compasión empática empape el ánimo de los que continúan pisando el duro suelo del planeta.

¿Cómo calificar al que “patea cruelmente a su contrincante caído en el piso”? ¿Qué decir de aquellos que parecen regocijarse del dolor ajeno?

¡Nadie que se digne de ser valiente combatiente hiere por detrás!

La muerte del prójimo evoca rotundamente la llegada indefectible de nuestro propio deceso físico. La muerte iguala a las personas.

La vida del expresidente Carlos Menem se encuentra saturada de episodios contradictorios y hasta incomprensibles, pero alguna causa motivó las acciones llevadas adelante por este hombre de acción dinámica permanente.

De lo que sí estamos convencidos absolutamente es que Carlos poseía una virtud madre, nos referimos a la sublime capacidad de PERDONAR. Menem perdonó a los que lo encarcelaron en la última cruel dictadura que nuestra Nación padeció. Perdonó al enemigo más despiadado que el Peronismo tuvo, nos referimos a Isaac Rojas quien fuera vicepresidente de facto de la Argentina luego de un cruento golpe militar contra Perón dejando centenares de inocentes muertos. Tal fue la crueldad concretada que se la llamó “La revolución fusiladora”. No obstante, en el afán trascendente de pacificar la Nación, supo Menem ser indulgente con estos personajes oscuros de la historia de la República.

Pacificar una sociedad no es tarea fácil, requiere de mucho temple espiritual y estar dispuesto a pasar por muchas pruebas de ánimo. Carlos Menem intentó laboriosamente establecer PAZ social en un mundo que marchaba hacia fratricidas enfrentamientos.

Aquel icónico legado histórico de encuentro nacional que protagonizaron Juan Perón y Ricardo Balbín, fue muy bien comprendido por Menem, el abrazo de esos dos grandes líderes populares marcó el sendero de reconciliación nacional que debemos imitar para lograr la grandeza de la Nación y la felicidad del pueblo.

Otros personajes del quehacer nacional se habían ensañado con el expresidente, pero Carlos trataba dialogando de zanjar diferencias, es la persuasión que tanto nos hablaba el General Juan Perón.

Pero están los “guerreros” de las redes sociales, autores de la difamación constante de casi todos los hacedores de la historia, de los protagonistas, los que se equivocan haciendo y construyendo. A esta estirpe de pioneros del bien común pertenecía Menem.

Cuán grande debe ser el vacío interior de algunos que sólo atinan a destruir, ofender, insultar e intentar destruir la memoria de los individuos.

Menem supo perdonar, por esto seguro sabremos dispensar sus yerros.

Menem, el caudillo que supo interpretar políticamente los días que el destino le asignó.

Carlos Saúl Menem, el cristiano, el musulmán, el peronista, el que soñó con abarcar y vivir todas las emociones de la vida.

¡Adiós, Carlos, gracias por saber PERDONAR!

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