Por Ricardo Andrés Torres.-

Curiosa coincidencia entre el apellido del “nuevo” candidato Javier Milei y el avasallante individualismo que pregona, ante una sociedad que en su segmento joven, sobre todo, busca simplemente “liberarse” de toda sujeción a un poder heterónomo, especialmente del Estado, sindicado como el malo de la película.

El individualismo como virus en la sociedad comenzó a propagarse hace siglos ya en Occidente, pero actualmente ha infectado en modo pandémico a las jóvenes generaciones, con un resultado angustioso y dramático, cuyas consecuencias aquí no pueden ser otras que una disolución aún más pronunciada de los lazos sociales que nos han mantenido unidos, con altibajos, desde los orígenes de nuestra Nación.

No se nos puede escapar la funesta utilización de las instituciones estatales para el aprovechamiento “individual” de gobernantes corruptos, disolutos y displicentes, ni la asombrosa inoperancia de cohortes enteras de “especialistas” y tecnócratas que terminaron vaciando el sentido del Estado y dejando a nuestra Nación huérfana de una conducción medianamente sensata que permita rescatar el prestigio de las instituciones republicanas que fundaron alguna vez una Patria con visos de prosperidad futura. Pero la solución mágica a los problemas no puede pasar por la desaparición del Estado ni por su reducción a una expresión de mínima más compatible con un micropaís con monocultivo que con la Argentina, expresión territorial de enorme complejidad, variedad, riqueza y extensión como país.

Los jóvenes quieren que rija sólo “su ley”, la ley de cada cual, y ese es el discurso que más los seduce; de manera directa y de manera subliminal, Milei es el síntoma de una descomposición moral de nuestro cuerpo social a niveles nunca vistos.

A quienes debe hacernos reflexionar este tremendo panorama es a quienes nos decimos cristianos y por tanto ponemos al bien común por encima del individual, sin por ello encomiar los extremismos colectivistas que tanto daño hicieron y que tan claramente mostraron su fracaso. ¿Vamos a dejar que el individualismo triunfe y desaparezca definitivamente el sentido de comunidad que todavía subsiste?

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