Por Rodolfo Patricio Florido.-

Ahora es otro escenario y, si bien Scioli empieza adelante, es quien más riesgos corre y más le costará alcanzar el 50%. Incluso el kirchnerismo duro puede llegar a abandonarlo si llega a la conclusión de que sería más fácil retornar al poder eyectando a Scioli del escenario político que confirmándolo, sobre todo si llegó a la conclusión de que los va a traicionar o que Massa va a ocupar la conducción del Justicialismo en un proceso de reunificación.

Por eso, Scioli, fiel a su carácter indefinido, diseñó a las 22 hs del domingo, un discurso de campaña para salir a buscar los votos de la izquierda de Del Caño, los supuestos votos progresistas de Stolbizer y los votos del Socialismo santafecino. En otras palabras, Scioli teme más una eventual orden de Cristina de abandonar a Scioli que a la segunda vuelta electoral en sí misma..

Aníbal Fernández no es el gran perdedor. Es Cristina la gran perdedora porque ella lo eligió al desplazarlo a Florencio Randazzo. Fue Cristina en su ceguera quien se olvido del fracaso de Néstor en Buenos Aires cuando el por entonces un ignoto Francisco de Narváez le arrebató el triunfo. Fue Cristina quien en su afán por condicionar a Scioli lo terminó cargando de piedras en la mochila electoral. De hecho, María Eugenia Vidal podría –sin por ello restarle mérito a una gran campaña- agradecerle a Cristina por haberle abierto una ventana electoral que no tenía y haberla ahora depositado en la Gobernación más importante de la República Argentina con todo lo que eso significa para el PRO para CAMBIEMOS y para el arrastre en una segunda vuelta electoral que la encontrará con Macri y Michetti caminando una Provincia en donde la gran mayoría de las Intendencias serán ahora del PRO y CAMBIEMOS con todo lo que eso significa. Especialmente hasta para los Intendentes kirchneristas que ahora deberán peregrinar a la Plata para entrevistarse con María Eugenia Vidal y no con Scioli

Si a Scioli se le hizo difícil subir dos puntos desde el 38% de las PASO a un eventual 40/41%, ¿Cuánto más difícil se le hará ya no subir 3 puntos sino 16 puntos. De hecho, parece imposible. Su techo ha quedado lejos y su capacidad de crecer más lejos aún. Por el contrario, Mauricio Macri tiene un escenario impensado y todo a su favor. Casi como que simplemente no tiene que cometer errores y buscar el acuerdo con Massa, para que este luego salga a recuperar un peronismo que se quedará sin la conducción de Scioli y repleto de resentimientos con una Cristina que quiso refundarlo sobre una trasversalización setentista que parece haber perdido un destino que supo tener sabor a miel y que hoy parece tener sabor a hiel. De hecho si observamos el avance de Macri y el retroceso de Scioli, hasta podríamos aventurar que unos votos sciolistas de las PASO migraron hacia Macri. Quizás, sean algunos de esos votos independientes que traccionaba Scioli y que llegaron a la conclusión de que la kirchnerización del Gobernador ya no los representaba.

Cristina pensó que la épica histórica sobre un pasado construido con verdades parciales y relatos únicos, sería el pasaporte a su destino personal histórico. La sociedad argentina le está mostrando, aunque en algún punto injustamente, que la épica es muy difícil sostenerla cuando los bolsillos y el miedo a vivir o a sobrevivir aprietan el destino de los hombres. La inseguridad, una economía que chocó con el “relato” y la soberbia de aquel “vamos por todo”, ahora la impulsó con su decisión de apoyar a Aníbal Fernández y a Kicillof al infierno más temido.

Seamos realistas, por múltiples motivos a Sergio Massa le conviene que Macri gane el balotaje. Se queda sin poder territorial pero tiene la expectativa de que su fuerza, UNA, se transforme de su mano, de la Urtubey y de Das Neves -con quienes siempre tuvo buena relación- en el comienzo de la reconstrucción del Partido Justicialista. Por el contrario si fuese Scioli el ganador, su destino (el de Massa) sufriría una probable detención de 4/8 años e incluso el riesgo de un eventual renacimiento de Cristina. Difícilmente Massa quiera eso.

Por el contrario, la derrota de Scioli terminaría con la liga de gobernadores que con Scioli pensaban que podrían dar por finalizado el ciclo kirchnerista de una Cristina que los condicionaba muy fuertemente en una suerte de unitarismo centralista que los terminó perjudicando en sus distritos y en sus propias aspiraciones de continuidad y/o de futuras aspiraciones.

Ahora, Scioli, sabiéndose muy amenazado o ciertamente perdidoso, salió inmediatamente a reclamar que haya un debate presidencial. Él, que lo había rechazado señalando… «Di un mensaje de una hora en el Ópera frente a toda la dirigencia y no eran sólo peronistas. Está claro mi programa de gobierno, todo lo demás es chamuyo”… ahora pide el debate. Esto, aquí, y en cualquier lugar del mundo significa que siente que está perdiendo. Si no fuese así de que otra manera se entendería que lo que antes consideraba un “chamuyo”, sea ahora una necesidad absoluta.

Macri, por su parte, no demoró mucho en aceptarlo. Dos horas después del pedido de Scioli, fue consecuente con sus presentaciones anteriores y aceptó el debate. Obviamente llegó a conclusión de que mantener la importancia de los debates y aceptarlo, es más importante que el eventual riesgo de rechazarlo. Al respecto, no fueron pocas las encuestas que mostraron que una parte de la ciudadanía estaba enojada con Scioli por no haber asistido antes.

En resumen, objetivamente todo pareciera indicar que es más fácil que Macri incremente puntos ampliando el techo que ya superó las PASO a que Scioli recupere los 2 puntos perdidos y salga a la conquista de otros 14 puntos que, a priori, son votos opositores al oficialismo en el gobierno. Scioli tiene un problema y no es menor. Romper el techo -y aun así es difícil- implica desembarazarse del kirchnerismo, pero eso conlleva el riesgo de que ese 30% que probablemente representa el kirchnerismo de paladar negro lo abandone, pensando más en su propio futuro que en atarse al destino de quien pueden sentir que los va a traicionar si no es que ya los traicionó.

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