Por Justo J. Watson.-

Dramas actuales, perturbadores y sobreactuados, como los que atañen a la puja salarial, no tendrían lugar en una sociedad que se hallara en busca del paradigma libertario.

No lo tendrían porque en tal sociedad el poder estaría de manera creciente en manos de los asalariados, en lugar de estarlo en manos de gobernantes y grandes empresarios corporativizados.

El proceso libertario es un camino -el más directo, justo y sustentable que existe- hacia la elevación del pueblo llano, de las mayorías trabajadoras y por añadidura de los rebeldes, los soñadores y los inconformes.

Es el escape inteligente de quienes hoy están frenados y esclavizados por los poderes combinados del Estado, de incombustibles “barones de la industria” y sindicalistas millonarios que hacen de esa complementariedad (del todo oportunista) su norte.

En el caso que nos ocupa, la vía libertaria tampoco constituiría una situación fácil para el resto del empresariado, que debería enfrentar un marco desregulatorio en lo legal-comercial, financiero y laboral que desataría energías dormidas en la producción y en el consumo multiplicando la competencia interna en muchos de sus rubros. Con nuevos participantes y más capitales en el juego de proveer a la comunidad (y al mundo) de más y mejores bienes y servicios a menor precio.

Un marco que los forzaría a una mayor eficiencia administrativa, ingentes reinversiones y a una austeridad personal, cooperación, contracción al estudio de situación y al trabajo… inéditas. Al menos para aquellos que pretendan que sus negocios subsistan.

Donde una parte fundamental del suceso estaría en asegurarse los mejores colaboradores posibles. Una situación “de mercado” muy distinta de la actual; donde los ofrecimientos de capacitación y de mejora de condiciones laborales (incluyendo sueldos y honorarios) jugarían con fuerza en favor de los empleados. Y que generaría fuertes incentivos para que hombres y mujeres de empresa encaren, además, el siguiente escalón empático.

Hablamos de la participación de los asalariados en las ganancias de la compañía. Algo que los prebendarios, corruptos gremialistas actuales vienen proponiendo bajo la forma de obligatoriedad legal y que en un sistema liberado se daría en forma natural: sin extorsiones, represalias, despidos, resentimientos, amparos, quebrantos ni costosas contrarréplicas judiciales.

Una modalidad bien conocida entre los hacedores más avanzados de nuestro entramado económico, como es el caso de los Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola dentro del sector agropecuario, mejor conocidos como Grupos CREA. Donde desde hace años está demostrado (y se aplica) que participar a la fuerza laboral de las ganancias reales de la producción, atando porcentajes remunerativos supra-salariales al logro de metas específicas individualmente consensuadas y mensuradas, redunda en beneficios para la empresa y para cada empleado en una sinergia virtuosa donde nadie pierde y todos ganan.

La libertad de empresa y de contratos podría hacer evolucionar las cosas hacia acuerdos voluntarios aún mayores donde empleador y empleado, veeduría o representación proporcional consensuada en el directorio mediante, se avengan a compartir riesgos empresariales, reinversiones, ganancias y también pérdidas.

En lo libertario, la creatividad asociativa, la innovación laboral y sobre todo la mutua conveniencia mandan. No así el Estado, el sindicato ni la corporación.

Las dosis de inversión y las tasas de capitalización de cada emprendimiento, en general, acaban determinando la productividad y con ella la viabilidad fáctica de mejores o peores sueldos.

Sin embargo y más allá de eso, en un contexto de empresarios y trabajadores unidos en -democrática- rebelión contra la actual atada de manos estatista, el pleno empleo no sería la utopía que hoy es.

Ambientes laborales estimulantes a tono con tal evolución conceptual, potenciarían relaciones de confianza y de honestidad intelectual ligadas a las ideas de integración y superación personal. Superación mejor entendida en tanto “competencia con uno mismo” dentro de verdaderos trabajos de equipo.

La libertad individual “de industria” y su potencial de inventiva sin trabas es otra vez y será, como durante toda la historia humana, la respuesta.

Y en este tiempo que nos toca, es también la mejor respuesta a la amenaza que plantean las tecnologías informática y robótica para el mercado laboral en su conjunto a mediano y largo plazo.

En todos estos sentidos nos parece muy importante apoyar la novedosa acción social encabezada por el conocido neurocientífico Facundo Manes en sus ONG’s, orientada a movilizar un cambio de paradigma social.

Porque es claro que con un paradigma de consenso socialista, asistencialista y dirigista basado en la redistribución del ingreso por vía coactiva, no vamos a llegar a otro sitio del que ya hemos llegado.

Uno que claramente no sirve. O que sólo sirve para ser llenado de gente que, de generación en generación, sólo consiga subsistir con lo mínimo sin acceder nunca a las herramientas necesarias para desarrollar una vida plena. Vale decir, a resignarse a una continua administración de pobrezas.

Una pesadilla que es muy real en esta Argentina de paradigma mayoritariamente pro-estatista que se “conurbaniza” cada vez más. Con villas miseria que se triplicaron en los últimos años. Y que ha sido hasta hoy incapaz de generar más (y nuevas formas de) trabajo a gran escala.

Para que quienes están en la informalidad, el clientelismo parasitario y el desempleo puedan incorporarse de lleno a la actividad productiva. A la única inclusión social válida, más allá de todo relato.

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