Por Justo J. Watson.-

Hace pocos días visitó las Malvinas el ex primer ministro y actual canciller británico, David Cameron.

El evento suscitó el repudio del más rancio nacionalismo criollo y un relativo silencio por parte de nuestro gobierno.

Sucede que a diferencia del pobrismo autarquista que con brevísimas excepciones dominó nuestras administraciones durante casi 8 décadas, el libertarismo capitalista que hoy encabeza el presidente J. Milei sabe que el camino inteligente para recuperar esa soberanía y plantar cuanto antes nuestra bandera en Puerto Argentino es el de convertir a nuestra nación en una potencia económica superior a Gran Bretaña. Una con mayor apertura e intensidad comercial global y mejores perspectivas a la baja de regulaciones e impuestos. Una con consistentes aumentos de seguridad jurídica, derechos económicos y cívicos, con consecuente alza de prestigio internacional, inversiones e inmigración calificada. En definitiva, un país de grandes libertades personales para la acción privada, compatibles con calidad de vida, nivel cultural y empoderamiento social superiores.

En tal eventualidad, serían los propios kelpers y/o sus hijos quienes terminarían pidiendo la anexión a la superpotencia en ciernes, basados en las muchas ventajas prácticas que su cercanía les depararía.

Quedaría así solucionado de la mejor manera, además, el hoy espinoso tema de la autodeterminación.

Dadas nuestras enormes potencialidades naturales y de creatividad sumadas ahora a la audacia política de intentar hacerlas efectivas, nada sería más lógico que nuestra Argentina fuese más rica, justa, feliz y prometedora; más “vivible” que Gran Bretaña en casi todo sentido.

Entendidas así las cosas, caería el velo que nos impide ver que el peronismo y sus cómplices políticos, gremiales y empresarios han sido los cipayos que impidieron sistemáticamente nuestra victoria frente a los ingleses en este y tantos otros campos, operando como quinta columna británica contra los intereses locales.

Que fueron, por décadas y décadas, taimados traidores a la patria imponiéndonos el freno autarco-proteccionista del capitalismo de amigos que nos fundió. Y que impidió adrede (como daño colateral por ellos desestimado) que las Malvinas volviesen a la Argentina.

Lo mismo sucede en el campo deportivo con especial énfasis en el fútbol, devenido aquí en bandera principal del sentimiento patriótico.

Desde hace mucho tiempo, nuestros mejores jugadores “fugan” tan pronto pueden hacia clubes del exterior que cuentan con poder económico como para ofrecerles contratos ventajosos; millonarios en dólares o euros.

Esto sucedió, incluso, con personajes como D. Maradona, de confesa simpatía por dictaduras comunistas.

Los quintacolumnistas argentos, férreamente alineados contra la posibilidad de que nuestra Argentina volviese al Primer Mundo, lograron hacer fortuna traicionando a las mayorías al tiempo de hundir en el subdesarrollo a nuestros clubes; imposibilitándoles competir por los mejores. Hicieron de ellos canteras empobrecidas y endeudadas (cuando no meras ventanillas de corrupción y patoterismo mafioso) en lugar de potencias, privando al pueblo de ver a sus cracks jugando en los campeonatos locales junto a otros grandes futbolistas del planeta, comprados y bien pagados por las nuestras. Así podría y así debería ser, desde luego, pues a diferencia de otras sociedades, tenemos con qué. Clubes poderosos; privados o cooperativos, de sociedades anónimas o de grupos de amigos pero libres para crecer, generar negocios honestos, servicios, espectáculos familiares, orgullos, tradiciones… en definitiva, riqueza comunitaria en serio.

Donde la clave de todo lo anterior es la palabra “libres”. Es decir, exentos de coacciones interesadas. Tal y como propone nuestro nuevo gobierno nominalmente libertario en contraposición al pobrismo sometedor que hasta aquí nos dominó, cuya palabra clave es, qué duda cabe, “esclavos”.

Vale decir, sujetos a coacciones interesadas vía tributos ruinosos, redistribuciones con “comisión a la patria” incluida, comisariato político-educativo e ingente reglamentarismo de corte socialista.

Más allá del notable viraje cultural anti-estatista verificado entre las nuevas generaciones de votantes, no sabemos si estos “tres pasos hacia adelante” que dio nuestra sociedad en las presidenciales del ’23 pueden trocar en “un paso y medio hacia atrás” en la actual convicción nacional promedio y/o en las legislativas del año próximo.

Lo que sí sabemos, tanto para Malvinas y para el fútbol nacional como para otra miríada de temas, es que jamás variarán los resultados directamente proporcionales de los tándems “socialismo, esclavitud, pobreza” y “capitalismo, libertad, riqueza”.

Share