Por Paul Battistón.-

¿Que 50 lucas no es nada?
Que infértil la mirada
de la política en las sombras…

La cara de asombro debe venderse en algún cotillón y se debe parecer a una careta del payaso plin plin, esa que está escondida en la esquina menos marketinera, llena de polvo pero siempre dispuesta a ser una herramienta noble para dar la salida justa (deslucida pero justa) para esos atolladeros provocados por el conocimiento no apuntado con la vista necesaria pero apuntados en la lista de silencios (vista gorda le dicen…). Cuando es Paula Olivetto la que se pone esa máscara, la evidencia de su uso es más notable. A su favor vale decir que parece tener escasa experiencia de acting, las máscaras no le imprimen el personaje.

Insistir sin la correspondiente insistencia de aclaración de no ser algo que no sería tan malo puede ser un claro indicador de que se lo es. Viviana Canosa, sos pacata y la transparencia que lo manifiesta es en parte la razón por la que te ven (vemos, me incluyo). El escenario de Paula Olivetto con Viviana polemizando sobre la venta de espacio en las listas de La Libertad Avanza reunió la mala combinación de un forzado disimulo y la ingenuidad.

Voy a hablar directamente desde mis experiencias; lo haré sin nombres propios, sin reclamos y sin pruebas (tampoco me interesaba tenerlas). La efervescencia del año 2012 (no me importa si muchos no la notaron u otros no la recuerdan), el peor año de la política argentina, que sacó a la calle lo mejor de la gente, su violencia razonable, esa que pone el intelecto en modo arma dispuesta a atravesar la idiotez ilustrada, disponiéndose además a desmontar para hacer frente a lo que se arrastra y es inmune a cualquier razonamiento congruente con la escala de valores. Los cacerolazos de ese año gestados en las columnas de comentarios de varios diarios digitales incluidos este mismo (me atrevo a afirmarlo) fueron la resultante de esa efervescencia reactiva. La continuidad de un año electoral lima o quizás redirecciona cualquier efervescencia hacia las pasiones partidarias. Así fue como ese año subsiguiente fue el de surgimiento de nuevas tendencias de reagrupamiento plena de incipientes futuros desilusionados de deseos de cambio, entre los que me encontraba.

Y, si… candidaturas se venden, doy fe. En el espacio del cambio lo sabían hacer y era obvio; lo traían en la sangre transfundida de viejas agrupaciones (las de un lado y del otro también). Quien a la postre fue un buen concejal (de trabajo comprometido) había “adquirido” el compromiso de poner su nombre en la lista. Había quien quizás con su bagaje de adquiridos conocimientos podría haber ocupado mejor su lugar llevando herramientas más adecuadas, si solo hubiese utilizado con mayor insistencia su voz como hiriente tijera contra el papel circulante.

En las antípodas donde las piedras son poder, el papel también fácilmente las envuelve, nadie es de raza pura en el chiquero de la política y los teléfonos suenan tras las barricadas. Todo circula a nivel chisme sin registros.

Asombrarse de unos y dejarlo pasar en otros suena a indignación selectiva. El hecho de ser aclamado como nueva promesa implica la justificada espera de la proeza de diferenciación definitiva. El chiquero salpica sin piedad.

Quizás deberíamos recordar la mayor compra de lista del campeonato político argentino, esa que costó (nos costó) U$S 600 millones y quien la compró sin ser Alan Jones dejó sin pista a Reutemann, de ahí hacia abajo ¿Qué asombra?

De gobernadores, no hay datos pero de postulantes a listas sábanas sobran. ¿Cuánto cuesta per cápita una candidatura? ¿Por qué habría que esperar un vertical financiamiento partidario? ¿Acaso, no hay suficientes dudas sobre el origen de los fondos partidarios?

¿Es más apropiado que el financiamiento de un candidato baje desde la incuestionable oscuridad de las alturas, que de su propio bolsillo?

¿El autofinanciamiento es literalmente una compra de lugar, una inmoral inversión o una clara justificación de origen de fondos?

En 1987, Cyterszpiler era literalmente corrido de un desaparecido hotel en Córdoba donde Carlos Menem encabezaba una reunión de armado de su espacio rumbo al sillón de Rivadavia. La oferta financista de Cyterszpiler no fue bien vista por el caudillo. El mismo caudillo que en la misma Córdoba tiempo antes, tras su salida de prisión, debía ser agasajado por 300 invitados de los que sólo concurrieron 30 (la mesa de cabecera llena y una más con dos personas). Sin un efusivo apoyo, ni la “mosca” de Cyterszpiler, ¿los candidatos de Menem se autofinanciaron, los financió Duhalde o la lotería de La Rioja?

El aparatoso monstruo partidario requiere del insumo monetario en una proporción incompatible con cualquier trazado blanco aunque coincidente en magnitud con el negocio de las líneas blancas. Pablo Escobar por poco no fue alcalde de Medellín; por suerte para los colombianos ya no está y su familia emigró lejos a Nordelta.

Lo de financiar sus propias campañas tiene un trecho largo de unión con lo que llamaríamos aportes de campaña. ¿Quién en su sano juicio aportaría a una estructura donde no se tiene la más mínima certeza del destino monetario? De hacerlo, debería ser lo suficientemente portentoso como para poder ejercer una presión esclarecedora de sus destinos (preferentemente redituables en algún sentido). Esto podría determinar el surgimiento de un tipo de empresario con una visión muy anticipada de los negocios, no sé porque se me ocurre el nombre de prebendario (me avisan que ya existen, mala la mía…)

El aporte de campaña y la compra de lugares pueden tener un límite tan impreciso como lavar el rallador o rallar la esponja. Sólo si pudiéramos hurgar en los pensamientos del mano suelta podríamos tener la certeza de ¿de qué se trata?

Si un aporte personal puede lograr con su buena intención un lugar, ¿qué podría lograr entonces una gran corporación vendedora de agua oscura azucarada? Esta última había sido la gran intriga hacia la figura de Alfonsín cuando aún no era necesario aclarar los orígenes financieros y la coca (blanca) no participaba.

¿Cuánto Escobar puede haber tras una campaña? Sólo de mal pensado lo pregunto; el crecimiento del narcotráfico seguro es casual.

Quizás el sinceramiento a modo mercado no sea tan malo en cuanto a blanqueo de orígenes monetarios personales e interesados pero seguro atenta contra la homogeneidad ideológica, las posibilidades participativas y la lealtad partidaria.

Quien pueda aportar (apostar) ¿dónde lo hará? ¿Al potro favorito o al de mayor riesgo? Claro que estaríamos hablando de falta de escrúpulos, algo nunca visto en política.

¿Quién sería capaz de cambiar incesantemente de ideas y argumentos? ¿Quién querría barrer a sus adversarios y luego virar a barrer sus propios principios?

Recuerdo haber estado sentado en el espacio del cambio junto a un ferviente militante, esforzado y participativo, que a la postre resultó ser un cristinista acérrimo cuando literalmente no encontró espacio (o no pagó lo suficiente). De haberlo conseguido casi con certeza hubiera sido un saltador de garrocha.

En el título pretendí parafrasear una línea del genial guión de la película de Fabián Bielinsky “Nueve reinas”, en la que Darín le dice a su cómplice: “Putos sobran, lo que faltan son financistas”. Me pareció apropiado teniendo en cuenta la palabra “putos” no el supuesto sentido de género sino en el sentido de prostitutos de los espacios disponibles. Sería de esperar que los distintos lugares emergentes sean intentados comprar por los oportunistas de siempre y los garrocheros enviados por los grandes practicantes del grouchismo (ya saben…si no te gustan mis principios tengo…).

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