Por Héctor Sandler.-

En pocas horas hervirá el Congreso Nacional por causa de dos posiciones enfrentadas. Una, la del poder ejecutivo a cargo del presidente Macri presentando un proyecto para una lastimosa reducción del execrable impuestos a las ganancias. Antes de asumir en campaña electoral había prometido suprimirlo. Hoy, bajo la creciente presión del elefantiásico gasto, apenas se resigna reducirlo y sólo de a poco y para mas adelante. Es decir, nunca.

Enfrente, con arrestos de gran brío lo enfrenta el líder del Frente Renovador. No solo retoma el proyecto de campaña del oficialismo, sino que propone reducirlo drásticamente. Aunque sólo en beneficio de los trabajadores asalariados, pensionados, jubilados y subsidiados por el Estado. No así para los “empresarios”, quienes para él no serian “trabajadores”, sino tipos muy vivos que viven del “trabajo ajeno”.

La reculada del gobierno de Macri y la pose de “Cid campeador” del opositor Massa no resulta de sus reales sentimientos de simpatías o antipatías de clase. Felizmente el odio ha amenguado en la Argentina de hoy. Pero esto no asegura que nos vaya a ir mejor en materia económica, pues ambas -la del oficialismo y la ocasional oposición- son fruto de una general ignorancia predominante en nuestra sociedad y en la ideología de sus dirigentes. Desconocido les es el problema que sufrimos, falsos los diagnósticos sobre sus causas y, en consecuencia, pésimas son ambas propuestas. La discusión resonará por los parlantes del Congreso y en la prensa, pero a ambas les es aplicable -desde el punto de vista de nuestra realidad futura- “mucho ruido y malas nueces.”

Cualquiera de los proyectos para nada mejorarán la derrapada economía social argentina ni sacaran de su pésima condición a decenas de millones de personas que padecen en nuestra patria. El hecho de fondo, la raíz primaria de nuestra ya prolongada decadencia social, deriva de dos sistemas legales. De los que para daño de nuestro país no se ocupan ni el oficialismo ni la oposición. En verdad, nadie o solo extremadamente pocos. Ni los empresarios ni sus obreros y empleados. Ni los productores ni los consumidores. El país entero como sociedad, lo ignora. Hablo de algo serio en extremo: a) del sistema legal establecido en el derecho civil positivo ( el Código Civil anterior y el actual) regulando la propiedad de la tierra (urbana) y rural) y b) el régimen legal de impuestos implantado en 1932, que a lo largo de 80 años a crecido con mas de 94 leyes que gravan al trabajo, la producción y el consumo.

El antiguo y el actual Código Civil y Comercial da lugar a lo peor para una sociedad: “la especulación con el creciente valor real de la tierra”. Ella funge como “mercancía” y vista los efectos es por completo contra lo conveniente a la sociedad y sus miembros. Asi como está da lugar al “más insano de los negocios”. Villas miseria y homeless y la parálisis empresarial, son algunos de sus muchos pésimos efectos. Encima el complejo ruinoso régimen impositivo castiga sin piedad a empresarios de toda clase, trabajadores de toda gama y a todos los consumidores sin excepción, con la cola malsana de generar todo tipo de “mercado negro”. El resultado de esta combinación letal está a la vista; a) La tierra, fuente de la vida, por su precio está fuera del alcance de todo aquel que la pretenda para vivir y trabajar; y b) los Ingresos de todos y cada uno estragados en la economía social, la privada, tanto por el lado de la producción como el consumo. Solo crece como adefesio la “lombriz solitaria estatal”, que ni siquiera merece el nombre de economía pública.

Señores legisladores: les ha llegado la oportunidad más deseable para un hombre público. La hora de poner en orden la casa. Hoy está nuestra casa “patas para arriba”. Se premia de mil modos a la especulación con la tierra al tiempo que se castiga por nuevos engendros legales al trabajo y el consumo. Pesa sobre todos los legisladores y el ejecutivo actuar para sanar al país. La hora demanda dos medidas:

1) Dictar leyes para recaudar anualmente el interés del “capital social” manifiesto en el precio de mercado de cada lote de tierra, sin tasar sus mejoras, con destino a pagar el gasto publico sin daño para trabajadores y empresas. Legislación que propulsará los motores del desarrollo social y económico poniendo en actividad a las “manos muertas” (tierras ociosas) que hay por doquier.

2) Dictar las leyes necesarias para eliminar los impuestos actuales. Tantos como sean posibles. Sus pobres ingresos serán remplazados con creces con lo que permita la recaudación de la renta del suelo.

¡No impuestos y tierra barata para todos!

Es lo que manda la hora. Así se garantizará plenos ingresos a quienes viven de su trabajo y de la producción, con saldo sobrante para todos aquellos que han de ser sostenidos por el gasto público. Es esta la pacífica revolución social que necesitamos para que la democracia tenga sentido y el progreso argentino sea imparable.

Roguemos para que los legisladores sepan aprovechar la coyuntura que el mundo actual nos ofrece.

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