Por Luis Américo Illuminati.-

La atrabiliaria actitud de los dirigentes radicales que acusan a Patricia Bullrich y Mauricio Macri de dinamitar a JxC ha sorprendido e indignado no sólo a sus propios afiliados sino a miles de ciudadanos que no quieren ver cómo el kirchnerismo sepultará el país. Una felonía que conspira contra la paz y el bien de la República. Pero para quienes, además de independientes de toda bandería política son memoriosos, la reacción de las principales cabezas radicales no les resulta tan incomprensible.

Los radicales, por tradición, son capaces de aliarse con Frankenstein, Drácula o con el mismo Diablo. Basta recordar los últimos días del gobierno de Alfonsín y la sospechosa vinculación de algunos de sus más cercanos colaboradores con los guerrilleros de «Todos por la Patria», que ferozmente atacaron el Regimiento de la Tablada, y que no pudieron tomarlo dada la heroica resistencia que opusieron sus defensores.

La estrategia electoral de Alfonsín cuando era candidato a presidente de denunciar en 1983 un supuesto pacto síndico-militar hizo que le ganara a Italo Luder las elecciones, lo cual se volvió a repetir en enero de 1989, cuando intentaron instalar en el público la falsa noticia de que Menem y el coronel Seineldín preparaban un golpe de estado, lo cual hace dudar de la denuncia del pacto síndico-militar que fue admitida como cierta en base a rumores.

«En medio del drama que se vivía, para desgastar al candidato opositor, a algunos funcionarios de la Casa Rosada no se les ocurrió mejor idea que apantallar al MTP para denostarlo a Menem, afirmando que estaba urdiendo un golpe de Estado con el coronel Mohamed Alí Seineldin y el sindicalista metalúrgico Lorenzo Miguel. Era cuestión de seguir atentamente las actividades del Movimiento Todos por la Patria (MTP) los días previos y analizar -por lo menos ligeramente- la feroz campaña que realizaban contra Menem» (Juan Bautista Yofre, Infobae, 23 /01/22).

La Coordinadora Radical tenía el mismo poder que actualmente tienen los faunos de La Cámpora. Fueron los defensores de aquellos «jóvenes idealistas» que fueron los autores de miles de atrocidades y horrores que pusieron a la Nación al borde de su disolución. De ellos, Alfonsín y sus acólitos fueron defensores por partida doble: brindaron asistencia jurídica y tenían afinidad ideológica con los terroristas. No es un juicio apresurado y arbitrario afirmar que las únicas figuras rescatables del ya periclitado radicalismo han sido Marcelo T. de Alvear y Arturo Umberto Illia, dos caballeros de ley, desgraciadamente el segundo no pudo terminar su mandato por culpa de un oscuro general trasnochado, salido de los cuarteles de invierno -Illia lo había pasado a retiro- apoyado por un reducido grupo de militares bonapartistas, impidiendo que este gran presidente consolidara la endeble democracia. Ningún reproche cabe hacerle a su honrada gestión. Un sector del periodismo lo criticó sin fundamentos valederos y los malintencionados chistes gráficos terminaron minando su gobierno. El peronismo, que estaba proscripto, contribuyó a su caída.

No hay que olvidar que en 1958 el radicalismo se fracturó en dos facciones: la UCRP y la UCRI, Balbín por un lado y Frondizi por el otro. Triunfó este último y cuya caída se produjo a causa de su acercamiento al Che Guevara en forma secreta. La trayectoria del radicalismo se asemeja a la del peronismo en cuanto a su incapacidad en la solución de los conflictos y la capacidad en agravarlos hasta el paroxismo.

Cuando Perón le pidió la renuncia a Cámpora por traicionar al viejo peronismo, poniéndose del lado de los montoneros, le ofreció a Balbín integrar con él la fórmula presidencial y, si bien el líder radical estaba de acuerdo, la necedad, mezquindad y falta de grandeza de la Mesa Directiva del Radicalismo impidió esa alianza que tantas penurias nos hubiera evitado. Hoy los radicales patean el tablero y se rasgan las vestiduras; es el típico gesto de hipocresía y cinismo de los fariseos; son jueces, fiscales y testigos a la vez, en un platillo de la balanza colocan una roca y un cubo de hielo en el otro platillo. De modo que la mala voluntad de los dirigentes radicales al romper con Macri y Bullrich los coloca en una línea que está entre Judas y Pilatos; uno traicionó a Cristo y el otro lo crucificó y se lavó las manos.

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