Por Paul Battistón.-

Debería haber estado el foco sobre él. El candidato que sorprendió con su look burlesco y su mapa arrasado y que nuevamente nos sorprendió con su inesperado estancamiento.

Pero no… se habló de ella casi toda la semana. Ella, de quien por lógica se hubiera esperado un gran silencio post trauma, como el que confesó haber padecido Horacio Larreta en su derrota a manos de ella.

No hubo pausa; no se bajó de su causa; corrió con la misma a ponerla en la sombra de esa aún utópica causa mayor que sin duda la abarca, la casta.

La casta como objetivo también quedó herida pero el puntal de los males vividos y concretos provocados por esa malformación peronista llamado kirchnerismo y llevados como estandarte por Patricia le puso vértebras nuevamente a la lucha por la liberación.

Patricia ofreció su causa (su enemigo) a su competidor y derrotador Milei con una efusión que le venía siendo esquiva. Enemigos comunes concretos en intersección con su casta, esa que el 37% del electorado acepta como parte superior de su ADN sin inmutarse y hasta con pasión.

¿Qué habría ocurrido con un Massa en segundo lugar tras Milei? Posiblemente Milei estaría solo con su utopía enfrentado en secreto por toda la transversalidad de una socialdemocracia no siempre explícita.

El triunfo de Massa exaltó a quienes tienen en su misión acabar con el populismo, lo que se convirtió en un escenario que imprevistamente transparentó intenciones que quizás ya se dibujaron en la caída de votos de Patricia pero que pretendían pasar escondidos como fallas de la candidata. ¿A quiénes habrán votado los Yacobitti de la vida?

Comienza a redondearse una situación donde pareciera que hemos asistido a unas segunda PASO en busca del candidato definitivo encargado de la patriada.

Fue Patricia la que subió a Larreta tras su triunfo; fue Patricia la que se subió tras su derrota a la principal oferta de su derrotador, la búsqueda de libertad (en su caso particular liberarnos del kirchnerismo). Los límites de la casta serán seguro esclarecidos con el tiempo.

El candidato para acabar con la barbarie en la pista de combate democrática ha quedado definido, es Javier Milei. Es impredecible en su carácter, cierto… pero su enemigo asiste al escenario democrático con el cinismo de una banda con aspiraciones de dinastía (casta) y es predecible en ellos el uso de una mascarada democrática como medio y no como fin.

Alberto no les estuvo a la altura de las circunstancias (nunca tuvo altura) pero Sergio la alcanza y puede moverse por el mundo libre y el mundo sometido desdibujando límites y vendiendo confusión muy maduro de cuerpo (es su especialidad). De hecho, podría ser un Nicolás Maduro con cierta clase. Lo de él no sería engañar sino engrupir.

El 19 habrá tres bunkers en una pelea de dos. Lo digo por si no lo notaron los amigos de la TV.

Si hubiese una marcha desde el bunker de Patricia hacia el bunker de un Milei ganador, podría servir de predicción del grado de euforia que el pueblo venezolano resignó sentir a metros de la meta cuando un tal Capriles Radonzki apagó sus motores.

Patricia estaba plenamente encendida cuando todos la esperaban apagada.

Patricia aún huele a ese espíritu adolescente donde la Patria y todas sus obligaciones no se esconden tras formalismos y reglas de comodidad y corrección.

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