Por Luis Alejandro Rizzi.-

Está visto que la sociedad argentina necesita reformas que no debemos confundir con meros remiendos, como se está haciendo con la llamada “ley bases”.

Lo primero que debemos asumir es que nuestros usos y costumbres son malos, porque legitiman formalmente el “abuso adquirido” y los cristaliza bajo el pomposo nombre de “derechos adquiridos.

La expresión de “DERECHO ADQUIRIDO” es por sí sola falaz, porque en esa línea, el ejercicio de la esclavitud debería restablecerse, porque el comercio humano en algún momento de la historia fue una actividad lícita, “un derecho adquirido” por los traficantes o comerciantes de personas.

El art 15 abolió la esclavitud y liberó a los esclavos existentes. Cabría preguntarse si abolió un “derecho adquirido”, porque eliminó un tráfico y privó de un derecho a los “amos” de los esclavos.

Culturalmente, la eliminación de la esclavitud, un abuso que duró siglos, se convirtió en un bien cultural que hoy nadie se animaría a cuestionar, cualquiera sea su ideología.

Reitero: no existen “los derechos adquiridos”, existen “los derechos naturales de la persona”, que a la vez son también bienes culturales, aunque la legislación formal calle al respecto.

No siempre el derecho natural es receptado en la formalidad; a veces incluso ésta va en contra, como la de convertir al “aborto” en derecho.

En el reportaje que Carlos Pagni le hizo a Rodrigo Zarazaga, éste dice: “Y ahí viene esto otro, que es un fenómeno que excede a la Argentina, donde hay un reclamo por la realización de derechos individuales a los que los sistemas no pueden responder”.

En verdad, no se trata de un problema político o económico, sino de una cuestión cultural, de una falsa idea de lo que es la vida, el mundo, la humanidad; es un repertorio de convicciones, como lo señaló Ortega, que dirigen la esencia de lo existencial.

Imaginemos un mundo sin cultura. La vida, como dice Ortega, sería una selva, confusión, salvajismo, nos perderíamos, nuestra existencia fatalmente naufragaría, porque al no tener cultura, no sabríamos qué y cómo hacer o nos hubiéramos quedado en el mundo del instinto. Paradojalmente, en ese mundo no existiría el “aborto”, que es creación incultural de la raza humana. Ningún animal aborta voluntariamente, un dato de la naturaleza.

La “cultura”, siempre sigo a Ortega, es la vía que encontró el hombre para salvarse de su propio naufragio.

Volviendo a la expresión de Zarazaga, es cierto que los reclamos de la gente no se pueden satisfacer totalmente, porque es una realidad natural, tan natural como que nuestra vida es finita y que la escasez es su consecuencia también natural.

La imposibilidad de entender esa limitación es un tema más bien de “incultura” o de deuda cultural. En cualquiera de los dos supuestos, la gente retrocede en el tiempo y se vuelve “anti” y reacciona salvajemente, incluso con violencia y contra enemigos ficticios.

No tiene ese límite legítimo que impone la cultura, en cuanto lo que es el mundo, la vida y la humanidad.

Esa tarea es la que no cumple la educación actual, que incluso va en dirección contraria, “prohibido prohibir”, el fin justifica cualquier medio, y desde luego nos lleva a esta anarquía política en la que vivimos y que está devorando la institucionalidad occidental republicana y democrática.

No es sólo su funcionamiento y su atraso en cuanto a formas, una de las pocas cosas serias e inteligentes que viene planteando Cristina; en el fondo, es una grave cuestión cultural; las dirigencias convertidas en “círculos rojos vitalicios” son la expresión cabal de los tiempos de incultura institucional que nos toca vivir.

La Corte Suprema argentina tiene la oportunidad de poner fin a las reelecciones vitalicias en el caso Insfrán.

Milei quizá sea la mejor expresión democrática de este momento de la Argentina: nada le (nos) viene bien y, bajo la fórmula “anarcocapitalista”, escondemos el bajo nivel de nuestra cultura o el alto nivel de la incultura general.

Un caso concreto, la “Reforma Laboral” se limitó a lo que se da por llamar “abusos”, indemnizaciones, multas, privilegios, sindicales, cuando toda la legislación laboral es abusiva y se sustenta en hechos que fueron reales hace más de cien años, pero que hoy vivimos otros tiempos y el llamado derecho laboral, cuando menos, debería cambiar sus contenidos a partir de los bienes incorporados a nuestra cultura.

Hoy nadie despediría a persona alguna por motivo de embarazo, casamiento o enfermedad, ni nadie negaría el derecho a vacaciones o al límite de la jornada de trabajo.

En el mundo de hoy no existen ni el trabajador ni el empleador, deben ser socios, integran una suerte de cooperativa o comunidad, deben compartir responsabilidades y resultados.

La altura del tiempo contemporáneo se mide más por las responsabilidades que debemos adquirir que por los derechos y mirándolo bien debe existir el “derecho a la responsabilidad”; la irresponsabilidad es el uso que debemos desterrar.

Hoy parecería que se pretende eliminar precisamente el concepto de “obligación”, que no es ni más ni menos la causa de los derechos, para tener derechos debemos cumplir con nuestras obligaciones.

La responsabilidad y el cumplimiento de la obligación es la consigna de esta época de relación horizontal, en la que el poder es impotente.

Es la época de la gobernanza en la que la legitimidad de ejercicio es mutua. Cuando esta relación se rompe, caemos en la anarquía; son los filosos límites de la institucionalidad republicana democrática de este tiempo.

Hasta los regímenes autocráticos están empezando a otear en la sensibilidad social, en lo económico. China ya comenzó, sabía que era un límite de la paciencia social. Respeta la “racionalidad social”, que tiene más que ver con el bolsillo que con la libertad político democrática. ¿Será una de las vías? Una izquierda de derecha económica.

Lo cierto es que el estado es imprescindible; sin él ni siquiera podría haber “gobernanza”. Alguien debe cuando menos administrar y garantizar el cumplimiento de las obligaciones y el ejercicio de los derechos.

Alejandro Borensztein escribió en el diario “Clarín”, en su columna de los domingos: “Tal vez haya llegado el momento en que alguien le vaya explicando a Javi que una cosa es el Estado Nacional y otra muy distinta son cuatro inútiles de La Cámpora gestionando el Estado Nacional. No todo es lo mismo. El Estado no tiene la culpa de lo que le hizo el kirchnerismo y algunos otros gobiernos del pasado”.

Es un buen consejo, para todas (y todos…); hay que ser buen caballero, siempre será, las mujeres primero…

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