Por Paul Battistón.-

Lo que pareció un retroceso finalmente fueron dos casilleros avanzados al precio de uno tras una espera oportuna.

Retirar la ley ómnibus entre los aplausos y festejos de la izquierda en febrero aun cuando había recibido media sanción fue el falso indicativo de suponer un gobierno acorralado que hizo que Albistur comprara pochoclos para una función que no fue tal.

La furia no manifiesta parece ser un motor que va a empujar la obstinación de la dirección irreversible que Adorni no se cansa de recordar. Ese temprano triunfo hubiera sido poco para Milei teniendo en cuenta que él mismo estaba sujeto exclusivamente a la acción de la política (algo inaceptable para quien la declara casta y la menosprecia sin silencios aun fuera ya de toda campaña).

El planteo del pacto del 25 de mayo dio nueva distancia de combate, dio ajetreo extra al ecosistema político y dio el tiempo necesario para que, ante el derrumbe opositor, emergiera el blanco más representativo de la decadencia que la política permitió.

Con un representante atado al naufragio (Kicillof), un ex candidato atado a la inflación (Massa), el eterno salvador ignífugo secuestrado por el gobierno (Scioli) y una total ausencia de elementos presentables, la única opción de reencendido era Cristina.

¿Cristina vio la oportunidad o vio la urgencia ante el colapso? Posiblemente algo de ambos.

Los números de las votaciones en este segundo round por la ley Bases indican que está todo casi intacto pero además no muestran ninguna señal manifiesta de alguna interferencia lograda desde la calle física tras la marcha usurpada a los reclamos de presupuesto universitario. El trabajo en redes posterior a la marcha (aun teniendo un intento de contrapartida) tuvo cierto éxito en separar paja del trigo. La marcha fue opositora y ninguno de los referentes con o sin aspiraciones se salvó de los salvajes ataques de la calle virtual. Todos fueron retrucados con sus pasados recientes o lejanos. Se dejó expuesto, en algunos casos sin indicarlo, la lejana distancia de los mismos con cualquier interés sincero por una cuestión presupuestaria de las universidades.

Quizás fue esa última batalla, percibida sólo desde el lado de la calle escamoteada a Bullrich, la que aceleró la aparición de Cristina. La cantidad y calidad de heridos en sus intenciones también puede haber sido un incentivo mal evaluado como oportunidad.

No fue una canilla (es un territorio de Malena); fue un estadio (micro) lo que le permitió reflotar todas sus ideas sobre progreso, política y conducción. Y lo hizo de la forma exacta que la resultante de la política dio en los años donde Milei percibe el modelado final de la casta. Cristina jugó su torre intentando derribar la ley Bases mediante la política.

Sin euforia a la vista y hablándole a la calle desde la red de pocos caracteres, Milei se ha llevado medio triunfo sobre la política derrotándola con política (aun cuando sea en parte prestada).

¿A quién le hubiera ganado en febrero? O mejor dicho, ¿ante qué hubiera sucumbido?

El 29 de abril le ganó a la inercia, a los oportunistas de la calle organizada y a la política envilecida reflejada en la figura de Cristina. Es sólo media batalla pero dejó un tiro por elevación al Senado, el siguiente campo de batalla y el mensaje es: muchachos están solos; Cristina no pudo y sus gobernadores están presionados por el rumbo de las circunstancias hacia los dos 25, el de mayo y el de las de medio tiempo.

Los peones siguen batallando, choripán pagado sucumbe ante troll basado.

Una pequeña pulseada…

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