Por Luis Américo Illuminati.-

La voz referéndum remite al idioma francés y está ligada al verbo referre, que señala la acción de consultar, y a refero, sobre lo cual se entiende la idea de -trasladar nuevamente- una inquietud, en este caso con respecto a la comunidad involucrada. Se utiliza en el ámbito político comprendiendo un acto a través del cual se somete a votación popular un proyecto de ley o determinación, con la clara misión de atribuirle una aceptación y ratificación o rechazo, valorizando la voz de la ciudadanía. Pero existe otra clase de referéndum totalmente distinto al anterior, que algunos llaman «retroactivo» y que tiene que ver con la adhesión o repudio que causan en cualquier comunidad los actos que un hombre realizó en el pasado. No es lo mismo un Mahatma Gandhi o un Nelson Mandela que un Hitler o un Robespierre o un Napoleón Bonaparte o un José de San Martín, es decir, la aprobación o reprobación general del personaje.

Falleció Roberto Perdía quien, junto con Firmenich, Vaca Narvaja, Galimberti y otros asesinos, fue uno de los «líderes» de los tristemente célebres «jóvenes idealistas» -los Montoneros- que abrieron surcos de sangre inocente en los 70 y que el presidente Perón antes de morir los expulsó del movimiento peronista. Jamás ninguno se arrepintió ni pidió perdón a los familiares de sus innumerables víctimas. Ahora, en el más allá tendrá que dar cuenta de sus terribles actos a la Justicia Divina. Con la muerte de Roberto Perdía se va con él una historia de sangre, terror y fuego, una pesadilla que en los 70 tuvo a mal traer a todos los argentinos que con el regreso de Perón al país querían la paz social y la concordia entre hermanos. Lo traicionaron a Perón y se traicionaron a ellos mismos. ¿Quién puede haber que tenga a estos ex guerrilleros por héroes, bienhechores o defensores de una buena causa? Obviamente, la respuesta es indubitable. Sólo los pueden tener en consideración las generaciones que no existían cuando estos abominables hechos ocurrieron y que el kirchnerismo les lavó el cerebro durante 20 años, tergiversando y acomodando la historia a su manera. Una historia falsificada. Toda mala obra no termina siendo una buena obra. Imposible. Eso se paga muy caro. La inmensa grieta causada por el kirchnerismo no tiene compostura ni arreglo, el edificio está resquebrajado.

Como es previsible, el astroso Movimiento Evita, liderado por el muy sátrapa Emilio Pérsico, dio el siguiente comunicado: “Lamentamos el fallecimiento del compañero Roberto Perdía. El «Pelado», como todos lo conocíamos, fue un referente incansable del Peronismo Revolucionario y dedicó su vida a la lucha por una Patria Justa, Libre y Soberana. Compañero Perdía: ¡Hasta la victoria siempre!” Esta consigna era el lema del Che, compañero de ruta del tirano Fidel Castro y asesino de humildes campesinos cubanos. Un viejo peronista de la vieja guardia que vive en mi barrio tiene náuseas cada vez que escucha hablar a estos impostores, decía el otro día muy contrariado: «Si Perón y su esposa Eva Duarte volvieran de la tumba, lo primero que harían sería prohibir que esta agrupación de sinvergüenzas lleve su nombre. Y a Pérsico lo llevarían a patadas a la cárcel.

Y ya que estamos, digamos de paso, que, si los Próceres de Mayo regresaran de la muerte a esta época y asumieran un segundo gobierno patrio, ante el desolador panorama de la Argentina de hoy en día, seguramente propondrían como verdaderos revolucionarios que fueron una ley que obligara a los infames que se robaron los fondos del Estado, a devolverlos y con pena efectiva de cárcel, con condenas de prisión perpetua con derecho a la libertad condicional luego de 50 años de transcurrida la pena. Y además como «seguro de vida» de la democracia propondrían en asamblea legislativa -previo referéndum- con la participación de los familiares de las victimas la pena de muerte a todo terrorista, sea narco o de cualquier ideología, que con o sin motivo le haya quitado la vida a una persona, ya sea para robarla, violarla, secuestrarla y pedir rescate o someterla a la prostitución. Estas drásticas medidas son necesarias, ya que desgraciadamente el derecho penal con el tiempo fue degenerando gracias a la doctrina «Zaffaroni» y sucedió lo impensable: los delincuentes pasaron a tener mayores garantías que las víctimas y entonces las cárceles fueron guaridas de lobos sanguinarios como sucede ahora. Y si no se tiene un Código Penal acorde a los salvajes tiempos que corren, la ley de la selva que ya rige en las calles, todo esfuerzo que hagamos será en vano y habremos perdido la oportunidad de salvar los últimos vestigios de sensatez de una sociedad que amenaza ruina como una casa resquebrajada que en cualquier momento se viene abajo.

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