Por Milcíades León Clementi.-

Ya no se puede tolerar más la hipocresía kirchnerista. Cuando fueron gobierno, convirtieron al Estado en un cerdo repugnante. Reemplazaron la historia real por una fábula donde los buenos son los malos y los malos son los buenos. Son los mismos individuos que nadie eligió y que en 1973 ensangrentaron el país con bombas, secuestros, asaltos a bancos, interminables crímenes y todo tipo de barbaridades, sin importarles la democracia y las vidas ajenas. Pusieron al gobierno de Juan Domingo Perón y, tras su muerte, al de su inepta viuda María Estela Martínez, en un callejón sin salida y al borde de la guerra civil. La derecha peronista -la Triple A- versus Montoneros y asociados, se ajusticiaban entre ellos todos los días ante una sociedad aterrorizada y que clamaba la intervención de las Fuerzas Armadas. La pregunta obligada que se impone y que requiere una respuesta honesta es la siguiente: ¿Es justo que estén pagando cuentas ajenas los que forzosamente cumplieron órdenes de poner coto a los alevosos crímenes de personas inocentes por parte de los guerrilleros? Esta fundamental pregunta sólo la pueden contestar los argentinos que en aquella época no eligieron el camino de la violencia ni derramaron ni una gota de sangre de ningún hermano. ¿Qué harán de ahora en adelante estas malditas sanguijuelas que ya no están más en el poder? ¿Cómo harán para no ir a la cárcel? ¿Despertará la conciencia dopada de los jueces? ¿Se dignará el Papa Francisco enviarles un rosario a los militares injustamente encarcelados, como le envió a la narcotraficante «K» Milagro Sala? ¿Se olvidó Francisco las palabras de Cristo: «Estuve en la cárcel y fueron a verme? Haberle enviado un rosario a la susodicha y hacerse el burro con militares jubilados ancianos y enfermos, es algo que no condice con la misión de un Vicario de Cristo.

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