Por Italo Pallotti.-

La Argentina, como país, sin duda ha perdido el rumbo. Y cuando se habla de esta forma es que se ha ido encaminando a una pérdida de la mentalidad que todo país serio debería tener. Hemos sido capaces, a través de la tolerancia extrema, de ir perdiendo valores que alguna vez sustentaron el incipiente nacimiento de una nación con todos los aditamentos para ser considerada como tal. A tal punto fueron decayendo las condiciones de vida normales que a partir de la familia se fue degenerando un modo que alguna vez pretendió ser considerado como lo ideal para una sociedad con la solidez necesaria. Cuando los factores primigenios de todo grupo social no fueron capaces de advertir el verdadero desenlace que la desviación de sus conductas les traería aparejado de a poco se fueron debilitando a tal punto que lo que parecía apenas un amague de decadencia se fue acentuando peligrosamente. Los principios morales, la obediencia, el respeto, la convivencia, la bondad, la solidaridad, el buen decir, la tolerancia, la buena fe y tantas otras simples cosas del comportamiento humano fueron declinando hasta caer desdichadamente en la anormalidad y paralelamente en la inmoralidad. El resultado del fracaso de estos lineamientos fue la matriz de pésimos gobiernos. Una carga ignominiosa de populismo y demagogia hizo el resto. Dirigencias corruptas e ineptas nos trajeron hasta acá.

De los años de la “nueva Democracia” casi nadie se salva del tsunami que provocaron. Hoy estamos padeciendo los efectos de una República sin identidad. Es tarde para llorar, nada consuela a un pueblo apático y permisivo de corruptos y despreciables. Una cadena de malas praxis abonó el camino hacia el fracaso. Nos han catapultado hacia la nada. Somos el producto de un embrión gestado sobre la complacencia, servilismo, soberbia, corrupción, vedetismo, amiguismo o incapacidad manifiesta para caer al final bajo el yugo de un sometimiento estúpido de la populachería caótica e infame. ¿Cómo fuimos capaces de soportar semejante herejía? Parecen estar, y ojalá, cercanas, las exequias políticas de tan aborrecible grupo de dirigentes. Espero que el crematorio (político) sea el final. Bajo tierra, pueden “volver a brotar”, oído por ahí. Es de desear que el final sea de verdad. Corruptos y mendaces deben desterrarse y es de esperar que los sustitutos tomen la posta inclaudicable que con la ley en la mano concluyan, aunque tenemos derecho a dudar, con una caterva de sabandijas hecha a imagen y semejanza de un pueblo, torpe, ciego e incapaz, justo es decirlo, que toleró mansamente tanta tropelía; mientras la nación se hundía.

Dicho esto, ahí están planeando golpear, incrustar su ponzoña perversa y dañina para que todo fracase. La señora (Cristina) y los dos señores (Alberto y Sergio) que no asumen la culpa. Su manifiesta habilidad discursiva y ruin con argumentos vetustos y anacrónicos sin aceptar el grado de colosal culpabilidad sobre el país que dejan. Más aún, buscando cobijarse al amparo de sus adláteres fanáticos e ideológicamente cooptados para defender groseramente lo indefendible. Nos depositaron, sin rodeos y creo hasta conscientemente, en una de las peores crisis de nuestra historia moderna. Arrasaron impunemente la vigencia de la familia (humillándolos en piquetes y otras calamidades), el honor, el estilo de vida, derechos y garantías, detrás de un vociferado asqueroso “vamos por todo”. Aquí las nefastas consecuencias. Y ahora que supuestamente todo se perdió, incluida casi la nación; ¿por qué irán? La ignorancia y la incultura de muchos les sirvieron de aliento para jugarse por este propósito abortado. ¿La justicia tomará nota de todo lo que hicieron y dejaron de hacer en aras de propósitos egoístas y desmañados? ¿Se harán responsables del fuego indigno que prendieron? ¿O tomarán distancia (el Calafate, España, EEUU, por nombrar sólo la cúpula) tras planes ignotos y desconocidos; ocultando sus pecados bajo el velo de un perdón inmerecido, sin antes purgar sus culpas ante una sociedad que queda con el sabor amargo de un nuevo fracaso y frustración que llevará años en componer?

El mundo de la anormalidad que sembraron debe quedar sepultado por la búsqueda de una nueva y definitiva vuelta a la normalidad; si no queremos sucumbir como República primero y como Nación después. Ya dimos el voto; a gobernar, Sres. No hay tiempo para experimentos con la civilidad. Y atentos al reservorio de los golpistas de siempre, que detrás de su osadía natural, ¡tienen el “mérito” de anunciar que lo harán! Cinismo les sobra.

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