Por Enrique Guillermo Avogadro.-
“Como todo revolucionario, si gana instala una dictadura popular: censura, expropia, encarcela, tortura y fusila. Si pierde, se refugia en los derechos humanos, se vuelve un demócrata y denuncia la persecución, la crueldad, el patriarcado y la falta de libertades civiles”. Arturo Pérez-Reverte
La semana estuvo, sin duda, marcada el resultado de la primera vuelta electoral en Brasil. Otra vez los más reputados encuestadores dejaron jirones de su prestigio por los tan equivocados resultados que pronosticaron, producto tanto de vender sus análisis al mejor postor cuanto de la tentativa de influir en la opinión de los ciudadanos. En ese mismo error incurrió el Frente de Todos, que confundió deseos con realidad y tanto apostó a un definitivo triunfo de Luiz Inácio Lula da Silva (48,43%). Los muchísimos votos obtenidos por el tan repudiado Jair Bolsonaro (43,20%) aguaron la fiesta aquí prevista por el Gobierno para celebrar la resurrección de la Patria Grande que el Foro de San Pablo imagina para la región y para exhibir un éxito en su teoría del lawfare. El segundo turno electoral se disputará el 30 de este mes, y su resultado todavía es imposible de prever.
El actual Presidente brasileño obtuvo 99 bancas en la Cámara de Diputados, mientras que el candidato del PT, que sólo pudo competir porque su juicio por corrupción fue declarado nulo por el Tribunal Supremo Federal por problemas de competencia y sin llegar al fondo del asunto, sólo consiguió 80 escaños. Esa Cámara cuenta con 513 miembros; o sea, el oficialismo y la oposición carecen, por mucho, de mayorías propias y estarán obligados a negociar cada ley que pretendan sancionar a partir de ahora.
La injustificada centralidad argentina no permite entender cómo funciona la democracia en Brasil, donde un montón de diputados electos por infinidad de partidos políticos constituyen lo que se denomina el “centrāo” que, entre otras virtudes, impide cualquier deriva autoritaria en ese país. A eso me refiero cuando digo que allí, en Uruguay, Chile, Perú, Colombia y Ecuador, las instituciones -en especial, las legislaturas-, son fuertes, estableciendo una enorme diferencia con lo que aquí sucede.
Otro aspecto curioso para nosotros es el funcionamiento del Ejecutivo brasileño que, en la medida en que siempre accede al poder mediante coaliciones políticas, públicamente distribuye los cargos ministeriales entre los diferentes partidos que las integran; o sea, cada vez que se produce una renuncia o incapacidad, es la fracción a la que fue asignado ese ministerio quien propone a su reemplazante. Y lo mismo sucede en muchos otros países, tales como Dinamarca, Noruega, Chile, Uruguay, España o Italia.
En la Argentina, producto del ombliguismo irracional del cual derivan las bastardas actitudes de algunos de sus miembros, la coalición opositora cruje y, al hacerlo, debilita las esperanzas en que pueda ejecutar el volantazo que permita nuestra resurrección. En lugar de generar empatía con la ciudadanía, agobiada por la inflación, la inseguridad y la corrupción, Juntos por el Cambio dirime sus feroces disputas personales en televisión, mostrando cuán lejos se encuentra de las verdaderas necesidades de la sociedad y, de continuar así, corre un enorme riesgo de perder las próximas elecciones. El oscilante Facundo Manes, seguramente inquieto por la escasa adhesión que suscita su potencial candidatura, es el paradigma de ese pecado; al menos por ahora, hasta su propio partido, la UCR, lo ha criticado.
Tampoco el Gobierno, tan ocupado como está en tratar de evitar las serias consecuencias penales que la PresidenteVice deberá soportar por el gigantesco latrocinio que la asociación ilícita que encabeza perpetró -aún lo hace-, consigue ubicarse cerca de las angustias cotidianas de sus votantes, la mayoría de los cuales pertenece al sector más castigado por la pobreza y la creciente miseria. A la manifiesta impericia del equipo económico, se suma el creciente fuego amigo que recibe Sergio el Aceitoso Massa desde la Presidencia del Senado, el Instituto Patria y La Cámpora, muy poco dispuestos a arriar sus banderas populistas, sobre todo en la crucial Provincia de Buenos Aires.
En la calle, todo el mundo se pregunta, por la diaria pérdida del poder adquisitivo del salario frente al aumento constante del precio de los alimentos, cómo se transitará este último trimestre y si algo explotará con violencia antes de las fiestas de fin de año.
Mientras tanto, el incapaz Ministro del Interior, Anímal Fernández (¡qué mal nos va con tantos descendientes de Fernando en el Gobierno!), ordenó desalojar algunas de las propiedades públicas y privadas invadidas por estos bandidos disfrazados de pueblos originarios. Pero lo hizo con tal ineficacia (o mala intención) que todos pudieron escapar y sólo se consiguió detener a algunas mujeres y niños. El único resultado positivo del operativo policial fue, precisamente, la renuncia de la Ministro de las Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta, defensora de los derechos humanos del falso mapuche Francisco Jones Huala, prófugo de la Justicia chilena que se pasea impunemente por Bariloche, y de Milagro Salas.
Si alguien cree que terminaron las actividades de estas bandas de delincuentes patrocinados y subvencionados por el Estado argentino, deberá desilusionarse; continuarán las invasiones y los incendios provocados, las golpizas y, pronto, los asesinatos de quienes resistan. Y eso sucederá porque hay demasiado en juego: la Patagonia, a ambos lados de la Cordillera, es un territorio casi vacío de pobladores pero inmensamente rico en recursos naturales, y la ambición de conquistarla por la fuerza, separándola de Chile y la Argentina, no cederá hasta que se logre exterminar definitivamente el accionar de estos terroristas. ¿Acaso le suena esta frase?
09/10/2022 a las 10:04 AM
Asumiendo su autorización, me permito clarificar un concepto que viene muy mal comprendido desde la pendenciera juventud de Karl Marx (1818-1883). En tanto el concepto evolución significa e implica desarrollo, progreso y crecimiento beneficiosos para el medio social, el concepto revolucionario implica un significativo salto evolutivo, una profunda transformación, amplia, provechosa y beneficiosa para la comunidad.
Verdaderos revolucionarios, y por ende auténticos progresistas son aquellos que con sus emprendimientos generan importantes saltos evolutivos, transformaciones positivas, profundas, sustanciales y perdurables, multiplicadoras de riqueza y bienestar para sus comunidades y toda la humanidad.
Por su dogmática ceguera Karl Marx no solo no supo ver y apreciar la gran verdadera revolución que se produjo ante sus ojos, la Revolución Industrial, la que -potenciada por el creciente liberal capitalismo- permitió a nuestra humanidad llegar al grado de bienestar y desarrollo que hoy disfrutamos, instalando entonces la movilidad de clases, invisible para la rígida mente del asumido mesiánico Karl Marx con su científicamente equivocada Teoría del Valor Trabajo, teoría de la que ya en su avanzada edad (60 años) y poco después de publicar en 1867 su libro El Capital, William Jevons destruyó con la correcta Teoría de la Subjetividad del Valor y la diferencia entre los conceptos Valor –beneficio y utilidad- y Costo/Precio -intercambio de bienes y/o servicios-.
Karl Marx, al no poder desprenderse de su visión y fijación obsesiva de una sociedad dividida en dos rígidos estratos sociales, inconciliables e inmiscibles, la del monarca/súbdito, Sr feudal /vasallo/siervo, la de los ricos del burgo versus el lumpen llegado del campo en busca de mejor futuro, enfoque que inspirado por el más prudente y equilibrado juicio de su amigo, protector y mantenedor Friedrich Engels, autor de The Condition of the Working Class in England (1845), cambió la caratula para identificarla como dos rígidas Clases Sociales, la clase burguesa y la clase Lumpen Proletariat/proletariado, manteniendo su congelada visión de clases en pugna cuya solución, dada su psíquica inclinación por el conflicto, profetizaba como resultado de una violenta lucha entre opresores burgueses y explotados proletarios.
Encasillado en su idea dejó establecida una secta dogmática (prevista y anticipada por Proudhon en una sintética carta dirigida a Marx, digna de Freud de haber nacido a tiempo) que curiosamente ha tenido y sigue teniendo encandilados y sumados a personas caracterizadas por sus falencias productivas, quejosos resentidos, rencorosos y envidiosos que, carentes de potencial e incapaces de sumarse e integrarse en la comunidad productiva, adhieren al dogma marxista pretendiendo saquear a los verdaderos generadores, productores y multiplicadores de riqueza y bienestar.
La Revolución Industrial que el liberal capitalismo guio a la humanidad al actual nivel de bienestar se les hace psíquicamente inaceptable a los integrantes de esta especie marxista pretendiendo seguir manteniéndose en estado de víctimas explotadas sin asumir sus impotencias y falencias psíquicas, insistiendo en el reclamo infantil subyacente a la violencia siniestra que despliegan en pos de participar en los beneficios por vía del saqueo y de la corrupción cuando por fallas de reacción de la comunidad pacífica y productiva acceden a los privilegios y las mieles del poder.
Así la secta marxista lejos de ser revolucionaria, es decididamente Involucionista como lo evidencian –sin excepciones ni dudas- los regímenes que se alimentan en la impotencia y el resentimiento marxista hasta que toman el poder, se perpetúan corruptamente y sumergen a los sometidos pueblos a una creciente y destructiva mezcla de empobrecimiento y caos.
En América Latina sobran ejemplos, incluido –lamentablemente- nuestra República Argentina que sufre –sin reaccionar con la necesaria y debida decisión y firmeza- las consecuencias de una pasividad insólita sometidos a la violencia de estos depredadores.