Por Ricardo Bustos.-

Mis años de infancia transcurrieron en el Colegio Sagrado Corazón de la Plata y allí fui formado con respeto y devoción hacia la fe católica, con recuerdos que hoy son imborrables. Recuerdo al Director del Colegio, Rvdo. Padre Cristiano, los sacerdotes Cinquina, Larroca, Tiscornia, Pellman y tantos otros que marcaron un camino en los niños y jóvenes de aquellos tiempos. Recuerdo que dos veces al año, llegaban desde Asia o África hermanas o hermanos salesianos que nos relataban sus experiencias en aquellas tierras y las necesidades extremas que tenía la población, con epidemias, hambruna, exclusión, violaciones y muerte. Ha pasado más de medio siglo y veo que hoy no cambió absolutamente nada; solamente los protagonistas son otros; el resto sigue siendo ejemplo de desidia y olvido.

En cada misa a la que asistíamos diariamente antes de ingresar a clases bien temprano en esas mañanas heladas de mi Ciudad, siempre se mencionaba la figura del Sumo Pontífice y rezamos por él, porque se nos decía que necesitaba de nuestra ayuda espiritual para cumplir su misión.

En aquella época, el peronismo y la Iglesia estaban enfrentados y más de una vez teníamos que salir escondidos y corriendo por alguna puerta que tenía el colegio, ya que ocupaba casi dos manzanas con la basílica incluida. El motivo era que existía el peligro de algún ataque hacia la institución y la responsabilidad de nuestros tutores era muy grande como para permitir que nos hicieran daño.

Lamentablemente, a mi juventud acelerada ha llegado la desilusión, en el momento que más necesitaba confiar en alguien que no se encontrata impregnado por la mugre de la mala política.

Aguantamos mucho tiempo a un nazi-fascista como Guillermo Moreno desde la Secretaría de Comercio, imponiendo a punta de pistola sus ideas políticas y económicas, quien ahora (procesado) nos dice muy suelto de cuerpo que pronto saldrá a la venta un libro suyo con prólogo del Papa Francisco. No conformes también hemos sufrido la violencia de una autoritaria y déspota pseudo dirigente social robando nuestros dineros para engrosar su patrimonio sin control alguno por parte del Estado, a tal punto que entre gallos y medianoche, llegó a cogobernar la Provincia de Jujuy con la anuencia del propio Gobernador, institucionalmente electo.

Siento mucho dolor al leer declaraciones del Papa Francisco relacionadas con la detención de Milagro Sala.

Como si fuera poco, la opinión de su Santidad la transmite el dirigente social de la organización «La Alameda», alguien que en lo personal no me representa, llamado Gustavo Vera, una de las pocas personas que tienen el privilegio de conocer de primera mano lo que piensa el Papa Francisco. Según Don Vera, el Papa está muy alarmado por la detención de Milagro Sala y le preocupan las condiciones de la detención, porque sientan un precedente para la criminalización de la protesta. El Papa no debe estar informado por los mismos que nos transmiten sus mensajes a nosotros, que la dirigente de la Tupac Amaru está acusada de asociación ilícita, fraude y extorsión y los argentinos aún no sabemos qué hizo con los millones de pesos que fueron a sus cuentas bancarias con una vida de millonaria que jamás ha ocultado por la impunidad con que ha cometido semejante cantidad de ilícitos.

Estamos muy mal como católicos e iglesia si este señor Gustavo Vera permanece diez días en la Residencia Santa Marta, donde vive el Santo Padre, como si fuera un embajador nuestro y, como detalle, me gustaría saber quién paga sus pasajes o estadías en Italia, porque no creo que permanezca encerrado en el Vaticano todo el tiempo como una monja de clausura.

Según Gustavo Vera, el Papa está preocupado porque hay dos varas a la hora de impartir justicia en Argentina y donde parece que se actúa según la portación de rostro. Me gustaría decirle al Papa, con el mayor respeto por su investidura y sin ofender a nadie, que Milagro Sala o Guillermo Moreno, sus «amigos», no nos representan a los argentinos de bien, los mismos que nos emocionamos cuando lo vemos en el papamóvil recorriendo las calles, besando a los niños, abrazando a los ancianos y enfermos y criticando con dureza a todos los delincuentes que abusan de la generosidad humana, pero también quisiera recordarle que esa misma vara no la ha tenido para medir la terrible corrupción de los doce años de gobierno kirchnerista, a cuyos funcionarios recibió en el Vaticano toda vez que le llevaron algún cuadro o banderín para salir en la foto y después mostrarla en cuanto acto político se presentara la ocasión, a modo de chapa y protección para aspirar a algún cargo político. Sé muy bien que la tarea del santo Padre es unir a todos dentro de la fe y convivencia, pero creo que  este no es el camino y alguien de su entorno, que represente el pensamiento de la iglesia mundial, debería explicarle a su Santidad que de esta forma todo lo que logró en sus primeros tiempos como jefe de la iglesia, lo puede perder con gestos que no caen bien a muchos. La prueba más evidente es que en sus primeras apariciones, todos los canales de televisión interrumpían sus programas para ver el desarrollo de las visitas que realizaba a diferentes países y ahora en el último viaje, de casualidad TN mostró la llegada del avión a Cuba y México con una recorrida por las calles aztecas. No se si algo cambió en el Papa o si realmente cambiamos nosotros, lo cierto es que el encanto de Francisco, se ha convertido en un debate político, pero de un solo lado y así está logrando que todos quienes confiamos en su obra, pensemos que la discriminación y portación de rostro es a la inversa. Ya tuvimos una ex casi reina que puso en práctica el «divide y reinarás» y así nos fue. El Papa no debe ser peronista, radical, de Cambiemos o cualquier ideología política que tenga un escudo; su Santidad debe llevar en alto la bandera amarilla y blanca que representa a todos los católicos y terminar con tanta parcialidad, recibiendo a quienes sólo le llevan chusmerío barato para que sus palabras apoyen a quienes la Justicia ya se encargó de ponerlos en su lugar.

Existe la justicia divina, pero aquí en la tierra, mientras tanto, debemos cumplir con la de la ley de los hombres, que no es poco.

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