Por Alberto Buela.-
Cuando el candidato Milei afirmó que de llegar a presidente cerraría el Conicet saltaron como leche hervida la presidente del ente estatal así como investigadores de todo pelaje para defender sus funciones y sus sueldos.
El organismo tiene 25.100 empleados entre investigadores, personal de apoyo, administrativos y becarios.
Los datos que nos informa el profesor Sergio Castaño son: Humanidades y Sociales tiene el 23,65% de los investigadores del Consejo; Ciencias Agrarias, Ingeniería y Materiales, el 24,56%; Ciencias Biológicas y de la Salud, 27,62%; Ciencias Exactas y Naturales 21,41%.”
Otro investigador amigo nos informa que: “El 60% es personal de apoyo”. Si estos datos son ciertos tenemos 10.000 investigadores de los cuales circa de 2.500 son de ciencias del espíritu como gustaba decir Dilthey. Investigadores que de alguna manera van en contra del objeto propio del Conicet, que desde su creación fue: promocionar el desarrollo científico en ciencias duras (exactas, físicas y naturales).
No sería mayor problema desprenderse de estos “investigadores”.
Yo fui becario del Conicet dirigido por un personaje de la época, Ricardo Maliandi, a quien le pregunté luego de dos años a dónde iban nuestros informes, y me respondió: a un cajón. Renuncié.
En filosofía, como en tantas otras disciplinas, hay que correr el riesgo de la libertad de pensamiento. De lo contrario se copia, se repite, se pontifica, se hace ideología.
El Conicet pasó por distintas etapas, recuerdo claramente dos: durante la dictadura militar lo tomaron los católicos nacionalistas con Soaje Ramos a la cabeza y durante Alfonsín los liberales con Guariglia al frente, que si no se era radical no se entraba ni a palos.
Pero lo grave no fue tanto la ideologización, porque ella cambia según el gobierno de turno, como el sistema que se fue consolidando con la creación de erudito de lo mínimo. Husserl, Kant, Harmann, Hegel, etc. Erudición que no le sirve a nadie, pues cualquier investigador europeo sabe más y mejor.
Los investigadores en filosofía dejaron de ocuparse de problemas filosóficos, como aconsejaba García Morente, para ocuparse de autores y así terminó creando viudas intelectuales de tal o cual autor europeo o norteamericano.
El erudito de lo mínimo en el fondo es un vago que se pasa veinte años estudiando lo mismo sin hacer ningún esfuerzo para cambiar su situación. En el orden del espíritu el status questionis es el gran esterilizador del investigador. Es cierto que alguna excepción hubo, pero es contada con los dedos de una mano.
Un poco de historia
El primer hecho que afecta el desarrollo de la actividad filosófica en nuestro país fue la intervención de la Universidad de Buenos Aires en el 55 por José Luis Romero, el hermano del capitán filósofo, según lo llamara Alejandro Korn a Francisco Romero, quien persiguió y expulsó de todas las universidades en donde pudo intervenir a los filósofos “flor de ceibo”, y así pasaron a ser desocupados, Carlos Cossio, Diego Pró, Miguel Ángel Virasoro, Nimio de Anquín, Leonardo Castellani, Gonzalo Casas et alii. Hasta Eugenio Puciarelli, Carlos Astrada y Luis Juan Guerrero fueron raleados, aunque por poco tiempo.
Esta intervención introdujo por la fuerza la teoría del capitán Romero de “la normalidad filosófica”, según la cual un filósofo moderno para ser tal debe cumplir con ciertos requisitos como: estar al día en cuanto a novedades, cumplir con el cursus honorum universitario pasando por todos los cargos de ayudante ad honorem a profesor titular, de ser posible a decano como él mismo o rector como su hermano. Realizar algún viaje al exterior, preferente Europa o Estados Unidos para contactarse con otros profesores afines.
Yo he tenido la ocasión hace unos pocos meses de leer las cartas de Romero a Ferrater Mora que son una muestra de supino cinismo. Por ejemplo, en carta del 10/7/56 afirma: “El vicepresidente, contralmirante Rojas se ha revelado un varón ejemplar. Contribuyó mucho en decidir la revolución contra Perón…reconforta el ánimo escuchar o leer las proclamas y discursos de Aramburu, su estilo severo y veraz me recuerda la oratoria de Churchill durante la guerra.(1) Me pregunto y les pregunto ¿Puede ser un filósofo aquel que equipara a Aramburu con Churchill? ¿Dónde se manifiesta su enjundia filosófica?
La politización que ejerció Romero sobre toda la actividad filosófica la pone de manifiesto el austero profesor santafesino Miguel Ángel Virasoro cuando se le otorgó a aquél el primer premio de filosofía en 1956. Virasoro quien era el único filósofo del jurado renunció al mismo porque de antemano y sin tener en cuenta los méritos de otros posibles candidatos, así lo decidieron. Publica entonces una carta en el periódico Propósitos el 12/3/57: “demostré acabadamente que el capitán Romero no era un filósofo creador, sino un mero repetidor y divulgador de ideas ajenas, sin la profundidad y pleno dominio de la problemática filosófica contemporánea de Carlos Astrada ni la brillantez y genialidad de Fatone.” (2)
La imposición del paradigma de la “normalidad filosófica” hizo un daño terrible en la mentalidad de los futuros filósofos pues castró sus impulsos más creativos y personales.
El segundo hecho fue la creación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnica por Decreto Ley N° 291 del 5 de febrero de 1958. Su primer presidente fue Bernardo Houssay, Premio Nobel de Medicina en 1947, un furibundo antiperonista. Su objetivo era formar investigadores en ciencias duras pero con la entrada del platense Emilio Estiú se le abre el campo a nuestra disciplina.
El futuro filósofo barrunta que además de la cátedra puede lograr una salida laboral en la investigación científica y así se comienzan a producir especialistas de lo mínimo como son los cientos de trabajos eruditos que llenan los armarios del Conicet. Sabido es que el erudito, en el raro caso de no ser estéril, trabaja un tema durante años, acaso durante toda su vida, y sus aportes son mínimos. En el fondo no puede saltar sobre la figura del empleado público. (3)
Esto da al traste con el ideal del filósofo como aquel que ve el todo, que tiene una mirada holística, una visión y versión de la totalidad. No al ñudo Platón afirma en la República (537,c 10-15)”La mejor prueba de que una naturaleza sea dialéctica o no, es porque el filósofo tiene una visión de conjunto, y el que no la tiene no lo es”.
Conclusión
Respondiendo a la pregunta del comienzo sostenemos que el Conicet debe volver al objeto de su creación: promocionar el desarrollo científico de las ciencias duras y dar de baja todo aquello que tenga que ver con las ciencias del espíritu que tanto se prestan al macaneo.
Los defensores del Conicet llaman en su apoyo a los tres premios Nobel: Houssay, Leloir y Milstein para justificar su existencia, pero la formación de estos se la dio la Universidad de Buenos Aires, el Conicet solo cumplió la función de empleador público. Piensa mal y acertarás, se suben a méritos ajenos para justificar sus canonjías.
Además, ¿es el premio Nobel el criterio de las ciencias? ¿Es acaso el canon de lo acabado en una disciplina? No.
Es cierto que en estos 65 años de existencia ha dado investigadores en filosofía, de las otras ciencias no puedo juzgar, de la talla de Eggers en Platón, de Walton en Husserl, de Caimi en Kant pero ninguno de ellos llegó a la profundidad de un Miguel Ángel Virasoro en los problemas de la existencia, de un Nimio de Anquín en los problemas metafísicos ni de un Luis Juan Guerrero en los problemas de estética.
Esta es mi opinión, que como sabemos no es ciencia, sino afirmar o negar algo con miedo a equivocarnos, tal como enseña el viejo Aristóteles.
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- Como será esta falsificación que hace poco estuve en Tucumán y visité a la profesora Lucía Piossek, hoy la última sobreviviente del aquel Congreso del 49, quien me mostró un voluminoso ladrillo-libro sobre las cartas de Romero publicado por viejas investigadoras del Conicet de la Unv. de Cuyo, y en donde faltan las cartas del período 55/57, que yo leí en el archivo de la universidad de Gerona. Y que cualquiera de ustedes puede consular en la página “filosofía en español” de Gustavo Bueno, de la Escuela de filosofía de Oviedo.
- El mesurado Luis Farré cuenta el episodio en su Cincuenta años de filosofía en Argentina, página 171.
- Recuerdo con cariño y algo de tristeza cuando en mis estadas parisinas visitaba a Néstor Cordero, buen investigador y amable amigo, que se pasó la vida con el Poema de Parmémides: es lo que me da de comer. O peor aún a Ernesto La Croce, erudito también, quien en su leto mortis me dijo: y tantas cosas que tengo y nos las pude escribir por los benditos informes al Conicet.
12/10/2023 a las 12:40 PM
Buena conclusión, respecto del objeto de existencia del CONICET. En mi familia, somos varios, entre becarios, e investigadores de esta institución, y la gran lacra, es la conducción K, que ha impulsado hasta el hartazgo, la agenda de la Open Society, y otros think tanks globalistas, que han impuesto la agenda de género en los planes de investigación, llenando los espacios con militantes de escaso nivel, que hacen como que trabajan en estas temáticas. Me consta que no todos los resultados de las investigaciones van a parar al cajón, y el debilitamiento del CONICET significa una grave afrenta a la creación de una base científica no comercial en su origen.
He visto verdadero compromiso y solvencia técnica, en muchos profesionales que se desempeñan en el CONI, y sé de muchos resultados de investigaciones que han permitido valiosos avances prácticos y tangibles en de múltiples áreas.
12/10/2023 a las 3:37 PM
TRAIDOR
12/10/2023 a las 4:23 PM
Viniendo de un «filósofo» me gusta la sinceridad de «el Conicet debe volver al objeto de su creación: promocionar el desarrollo científico de las ciencias duras y dar de baja todo aquello que tenga que ver con las ciencias del espíritu que tanto se prestan al macaneo.»
12/10/2023 a las 6:05 PM
Lo existente es pensado por la Filosofía como «Entes» y repensando los principios de estas «existencias» (Principios ontológicos) alivia en algo el miedo a equivocar aquel «4º principio de los entes», conocido como Razón Suficiente: «Todo ente tiene su razón y fundamento de ser» (aunque no lo conozcamos).
Por otra parte, cualquier Ciencia «se presta para el macaneo» desde que su saber es cuestión de científicos (el vulgo poco puede entender; mucho menos comprender).
Pregunta «complejita» la presentada por el maestro Buela. ¡Continuemos pensando!
12/10/2023 a las 11:03 PM
(…) (…) (…)
13/10/2023 a las 3:35 PM
Me inclino ante el pensamiento del maestro Buela pero no ante la ambigüedad de su respuesta ante su misma pregunta. De manos del estado en Argentina «un» Conicet no será más un organismo de excelencia científica aunque cuente con profesionales notables. La política carcomió sus cimientos. Una fundación tipo Rockefeller, Bemberg, Fortabat o alguna otra de similar nivel sería el continente jurídico adecuado para un objeto tan importante, ambicioso y caro.
13/10/2023 a las 6:43 PM
Si esta fuera el único reservorio que dejará el mundo del kakismo; estaríamos en la gloria.
La cantidad de nichos que dejarán plantado en todos los ámbitos serán para alquilar balcones. De paso pregúntenle a Mauricio como le fue con lo que le dejaron por todo el país y eso que tuvo suerte de aguantar, como pudo, hasta el final del mandato.
La tarea fundamental del que gane el otro domingo será exterminar estas cuevas que le harán, al que sea, la vida imposible. Cosa que creo imposible, salvo una dureza en el actuar que dudo, por ahora, haya alguien que la tenga; salvo un consenso entre el ganador y el que quedó tercero en la grilla de presidenciables. Solito y con la foto, por ejemplo, que no se haga «los rulos» como dijo alguna vez la «perdida en el desierto del ocultismo soberano, doña Cristina.
Lo por venir es bien duro. Pero aún la dureza, si no va acompañada con un sesudo procedimiento de poder y consenso, lo veo muy difícil. La suma de votos no garantiza un buen gobierno; todo lo contrario.
13/10/2023 a las 7:36 PM
De acuerdo