Por Luis Américo Illuminati.-

«El bosque seguía muriendo, y los árboles seguían votando por el hacha. Ella era astuta y mala y los había convencido de que, por tener el mango de madera, era uno de ellos».

Un largo e injusto proceso de persecución vienen sufriendo los militares que tuvieron que poner coto al caos y derramamiento de sangre desatado por los Montoneros y demás organizaciones criminales, precio que han tenido que pagar por defender las instituciones de las organizaciones subversivas que pretendían imponer una ideología perversa.

El juzgamiento de los militares fue ordenado por individuos que colaboraron y apoyaron la subversión armada. El correlato forzoso ¡velis nolis! es el actual naufragio del país, karma que está pagando la sociedad como consecuencia de su indiferencia por la suerte de los rehenes militares.

La misma sociedad clamaba la intervención de las Fuerzas Armadas y criticaban a los jefes militares que se tomaron su tiempo antes de actuar frente a semejante calamidad. La alienación y el vacío de poder del gobierno de la viuda de Perón -juguete de las circunstancias- catalizaba la violencia, el odio y los atentados terroristas. Cuando salieron por fin las Fuerzas Armadas y tomaron el toro por las astas -el país estaba al borde de una guerra civil- la sociedad respiró tranquila y respaldó la decisión tomada por los comandantes generales Videla, Massera y Agosti.

Para los que no vivieron esa época no tienen idea de la manera insidiosa que las organizaciones criminales asesinaban a todo hombre que llevara uniforme, empresario, radical, peronista de derecha o cualquier argentino que no comulgara con su deformante ideología. Los comandantes de las Juntas Militares asumieron la ímproba tarea de poner un parate al inenarrable caos que sumergía a la Nación, una pesadilla.

Una pesadilla de la que los argentinos trataban de despertar y no podían -parafraseando la genial frase de Stephen Dedalus, alter ego de James Joyce en su novela Ulises-, en respuesta dada a Mr. Deasy en relación a la historia. Un drama que como una tragedia griega comenzó el 11 de marzo de 1973 y no paró más. La realidad era un callejón sin salida, un atolladero, un drama que parecía insoluble. En tal encrucijada no quedaba margen ni salida para detenerse demasiado en contemplaciones, si los hombres de uniforme no procedían drásticamente, los sicarios los mataban a ellos y a sus familiares, como es el caso de Paula, la hija del Almirante Lambruschini. Una bomba colocada por la madre de Wado de Pedro hizo volar parte del departamento donde dormía la niña. O el caso del Capitán Viola que le pusieron una bomba en su vehículo y murió junto a una de sus hijas.

https://youtu.be/KsyAALQUzkU

Hasta el día 23 de marzo de 1976, nuestro país estaba atascado irremediablemente en un abominable impasse, se vivía en ese momento una tragedia equivalente a la del reino de Dinamarca que describe Shakespeare. La Argentina vivía un drama que parecía terminal, inapelable, un descenso a los infiernos. Una encrucijada que bien la define la frase de Hamlet: «The time is out of joint»: el tiempo está desarticulado, quebrado. Nada tenía un sentido, salvo la venganza y la muerte. Había un gobierno tambaleante, con un elenco como en el país de Hamlet. El rey había muerto y en su lugar quedó la viuda y el cuñado. Un drama donde «El tiempo se precipita como una avalancha porque ya no cuenta con ningún sostén en su interior. Cada punto del presente, entre los cuales ya no existe ninguna fuerza de atracción temporal, hace que el tiempo se desboque, que los procesos se aceleren sin dirección alguna. (El aroma del tiempo, pag.18,19, Byung-Chul Han, Editorial Herder).

La Justicia Parcial

No se entiende cómo puede ser tan extraño el sentido de justicia de todos aquellos que no les importa un comino los miles de personas inocentes asesinadas por los subversivos, viles verdugos, esbirros de la izquierda convulsiva, sicarios del marxismo, émulos del tirano Fidel Castro y que condenen a los militares de aquella época, sin haber estado como ellos todo el tiempo en peligro. Son los mediocres para abajo, los que usan anteojeras para no ver a los costados, individuos que son parte de la medianía, son como los monos que se tapan los ojos, las orejas y la boca. Ninguna ley dispuso ningún gobierno hasta ahora para indemnizar a los familiares de las múltiples víctimas que asesinaron los guerrilleros, «jóvenes idealistas», los otros muertos no cuentan. Los derechos humanos no son para ellos. ¿Esto es Justicia?

Se puede o no estar de acuerdo con los métodos y procedimientos que ordenaron los comandantes militares y que fueron cumplidos por todos los hombres con uniforme, pero con lo que no se puede estar de acuerdo es con dejar que la Patria se desangre, con cruzarse de brazos y con dejarse matar. Evitar todo eso se llama «Defensa Propia» que incluye al mismo tiempo, defender la vida de terceros dentro de un marco o contexto altamente dramático, es decir, la defensa de la Patria a rajatabla y sin concesiones a un enemigo dispuesto a segar todas las vidas que fueran necesarias con tal de lograr su objetivo. La teoría de los dos demonios es una falacia. Hubo una guerra interna, guste o no guste la palabra, donde hubo victimarios, defensores y víctimas inocentes. Todo lo demás que se diga para enchastrar a las Fuerzas Armadas son sofismas y silogismos ideológicos cuyas premisas son falsas.

Hoy somos una nación degradada, subvertida en sus valores, sin fundamento, sin asiento en la verdad, sin seriedad; nos hemos convertido en una cementera de cipayos, en el paraíso de los ladrones. Tenemos de presidente a un Polichinela. A la Patria se la ama y también se la puede compadecer. Se la compadece igual que Jesucristo que lloró en Jerusalén al ver que su patria se había convertido en una porquería, en un estado que estaba bajo la dirección del hipócrita de Caifás, el cruel Herodes y bajo el poder de una potencia extranjera: la Roma imperial. Hoy desgraciadamente hemos llegado a ser una sociedad satisfecha de su degeneración cuyo ideal no es una honrosa libertad sino una esclavitud confortable.

Un país que por falta de sosiego [y de una oportuna y necesaria metanoia] desemboca en una nueva barbarie. En ninguna época como ahora se han cotizado más los «desasosegados». El «último hombre» de Nietzsche es de una actualidad asombrosa hoy en la Argentina. ¿Qué es el amor? ¿Qué es la creación? ¿Qué es la verdad? pregunta y se rasca la cabeza como un simio. El «se» -o man- heideggeriano surge del «último hombre» nietzscheano. Las rasgos o atributos del «se» se puede aplicar al argento (degeneración del argentino auténtico). Nietzsche lo describe de la siguiente manera: «Todos quieren lo mismo, todos son iguales: quien, tiene sentimientos distintos marcha voluntariamente al manicomio» (Ibíd, pág.17).

Share