Por Carlos Belgrano.-

Luego del atentado de esta madrugada contra la Central Hidroeléctrica ucraniana de Kajovka, más allá de las secuelas que ha dejado en ambas orillas del río Dnieper, además de su contaminación por los metales pesados que habrán de caer en el lecho del Mar Negro, infortunadamente ha marcado el punto de no retorno, respecto de un desenlace termonuclear.

Quedando exclusivamente por ver y, en los próximos días o pocas semanas, si Putin subirá la apuesta con un bombardeo de uno o varios misiles atómicos empobrecidos.

Sin datas específicas sobre su inminente intencionalidad, al menos en el circuito de este DC, me he de arriesgar a que, en efecto, Moscú tomará dicha iniciativa.

Apoyado en los siguientes acápites, a saber:

1) A su más fiel aliado -Lukaschenko- le midieron su ataúd, de no encontrarse ya fallecido, como mucho se especula y, que plantea enormes interrogantes acerca de cuál de sus lugartenientes, seguirá la línea sucesoria bielorrusa.

2) Al propio Vlad El Terrible, le pusieron en Occidente precio a su cabeza que, a pesar de revestir una medida de corte estrictamente efectista, lo inquieta bastante, no por el temor a su seguridad personal, sino el revestir periodísticamente como un vulgar maleante tercermundista.

3) Rusia tiene plenamente consolidado su plan de exportación petrolera a China e India que, todo indica, se habrá de acentuar conforme transcurran los años venideros.

4) Los anhelos de este Pentágono, direccionado a que el sostén del Kremlin a su Presidente se encuentre en un proceso de un desgaste y deterioro que lo llevarían a su caída, todo indica que ha fracasado.

5) Zelensky no recibirá jamás de la NATO ni una muesca de un proyectil balístico nuclear, porque antes que eso fuese aplicable, se limitarían a soltarle la mano, y,

6) la ralentización de los avances y altísimos costos en vidas y armamento ya dilapidados por Rusia, sin haber podido cerrar el anillo ofensivo sobre Kiev certeramente con más el bastante pobre rango de los drones iraníes que no han logrado penetrar el escudo aéreo defensivo ucranio, prácticamente, no le dejan a Putin, más que ir por el todo.

Con la vital anuencia de Beijing, que se respaldará en el escarmiento en ese Neo Frente Oriental para disuadir a Taiwán que, de no entregar su soberanía pacíficamente, sufrirá un equivalente escarmiento, en caso de oponer resistencia.

Y, subsecuentemente, dicho inminente escenario insuflará de los bríos necesarios al gordito norcoreano para invadir el sur de la península, generando a su vez un torbellino de inimaginables consecuencias en toda Indochina.

En términos más sencillos, esta suerte de desenlace y, a su vez, lúgubre bautismo de fuego de la temida Tercera Guerra Mundial, creo, será tomada por los historiadores del porvenir como el primer e irrevocable casus belli de una contienda que podemos dar por ya iniciada.

Ahora bien, con el topo israelí neutralizado, confinado en algún bunker de Kiev y, seguramente, ensayando las primeras estrofas desde hoy, de su propio canto de cisne, restará por ver cuánto se demorará Erdogan, con sus finanzas en llamas, en cambiar de bando, junto a su amigo Orban.

Y todo me hace inferir que Bruselas no moverá ni uno de los dedos pulgares de esa Unión en aras de adherirse al conflicto.

Limitándose a ensayar un tibio plan defensivo cuan vacuo, desde el instante mismo que abandonen sus filas Turquía y Hungría.

En síntesis, cualquiera otra hipótesis de dónde y cómo se encenderá la mecha es del todo irrelevante, porque lo que sí, es indiscutible, lo constituye su inexorabilidad, debiendo por vía de un simple reduccionismo a formularnos todos, un solo interrogante, esto es…

¿QUIÉN ARROJARÁ LA PRIMERA «BOMBA SUCIA»?

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