Por Roberto Fernández Blanco.-

En salvaguarda de una armónica y productiva subsistencia deberemos los pueblos aprender a preservar nuestra condición soberana (Autoridad Suprema), nuestras libertades y derechos, detectando y descartando a tiempo políticos nefastos, megalómanos mesiánicos con pretensiones de liderazgos autoritarios deseosos de encaramarse -con derivas monárquicas- como comandantes conductores que por encima de su condición de funcionarios mandatarios (empleados públicos) desconocen o eluden su obligación de observar y cumplir con las específicas y bien delimitadas atribuciones establecidas en el Reglamento Constitucional sobre el cual juran para asumir el cargo.

Ningún otro tipo de juramento debe serles aceptado.

Todo funcionario que no limite su juramento (y su actuación) a cumplir estricta y rigurosamente con el Reglamento Constitucional bajo el cual es contratado a sueldo por el pueblo, no debe serle permitido asumir (o continuar), debiendo renunciar a su pretensión de funcionario de La Nación Argentina.

Los rasgos sobresalientes (no todos fácilmente detectables) de estos peligrosos personajes son:

1- Fantasía de GRANDIOSIDAD. Un ego anormal, hipertrofiado. Fuertes tendencias egocéntricas. Avidez de lucimiento. Vanidad. Se asumen como mesiánicos, predestinados, dueños de la verdad e infalibles perceptores de la realidad. “La realidad (según ellos la interpretan) es la única e indiscutible verdad”.

2- EXHIBICIONISMO, necesidad constante de atención y admiración. Búsqueda constante del lucimiento.

3- OMNIPOTENCIA, se asumen como líderes para comandar cambios o actos con fantasías revolucionarias.

4- INFLADA Y FRÁGIL AUTOESTIMA, exaltación de la Autoestima en busca insaciable de homenajes, honores y gratificaciones egocéntricas. Personalidad Maníaco (Eufórica)-Depresiva, bipolar, intolerante. Se deprime hondamente ante cualquier frustración pero vuelve al ataque en busca de una excitación satisfactoria.

5- INCAPACIDAD DE AMAR. Toda su carga afectiva está concentrada en el propio ego. No hay sincera ni genuina disponibilidad afectiva para el resto de las personas que no son parte proveedora de su necesidad egocéntrica, por cercanas que sean. Solo emana falsa y especulativa afectividad. Carecen de contenido las exuberancias emotivas y captadoras que despliega en seducir y cautivar para satisfacer sus insaciables demandas, sus necesidades y sus propósitos. Son deficientes en escrúpulos, carecen de empatía y remordimiento, son esencialmente perversos. Suele decirse de ellos que pueden caminar sobre cadáveres.

6- JUICIO DE REALIDAD. Cegados por su desbordado ego no alcanzan a ver, ni a distinguir, ni aceptar, aspectos obvios de la realidad que no les convienen, que no les son favorables y que no concuerdan con sus enfoques y propósitos. Cuando se les presenta una dificultad o se da el fracaso de sus proyectos, niegan o falsean la realidad que no encaja con sus planes o enfoques, la distorsionan y actúan para eyectar la culpa proyectándola sobre terceros expiatorios.

7- RABIA NARCISISTA. Toda frustración, por mínima que sea, toda crítica y/o aspectos desplacientes de la realidad, suelen desatarles furibundas reacciones de “rabia narcisista”, desproporcionadas, desatinadas y violentas, pulsiones de odio que obnubilan su consciencia y se convierten en psicóticas explosiones con trasfondos paranoicos.

8- ENVIDIA. La frustración de su desbordada Vanidad se le revierte en estados de insanable Rencor y Envidia que le resulta imposible disimular y contener, generándole enormes pulsiones destructivas cargadas de desamor y odio. Para este personaje nada es más valioso que su desbordado ego. Aquello bueno y valioso que no alimenta su voracidad egocéntrica y opaca su auto-admiración, necesita destruirlo para extinguir el ente envidiado, para no tener nada que incomode a su vanidad y así intentar -en vano- desfogar su insanable resentimiento.

9- El NARCISISTA es un personaje autoritario y despótico con desbordadas fantasías de grandiosidad que exige ser admirado, incapaz de percibir su patológica personalidad. Son los Fidel Castro, Chávez, Lenin, Hitler, Mao, Mussolini y sus similares los que -pese a su dañino y destructivo proceder- asumen -en su alocada creída grandiosidad- que la historia los ensalzará y absolverá cuando en realidad, fuera de su secta de sometidos fanáticos, la historia los disolverá por el daño que han sembrado.

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