Por Hernán Andrés Kruse.-

Lamentable lo que aconteció el jueves por la noche en el estadio de Gimnasia. Lo que debió ser una fiesta deportiva terminó en una tragedia. Lamentablemente, no será la última vez que hechos de esta naturaleza enluten al fútbol. Me vienen a la memoria la muerte por asfixia de unos setenta hinchas de Boca en el Monumental a fines de los sesenta y, mucho más acá en el tiempo, la bengala asesina lanzada por la barra de Boca en la Bombonera que acabó con la vida de un hincha de Racing en la década del ochenta, y, hace poco, las piedras que fueron lanzadas por hinchas de River al micro que llevaba a los jugadores de Boca para disputar el partido desquite en la recordada final de la Copa Libertadores entre los dos clubes más populares del país.

¿Qué fue lo que pasó en el bosque platense? Se llevaban jugados 9 minutos del primer tiempo entre Gimnasia y Boca cuando la cancha se vio invadida por el típico gas lacrimógeno de que se vale la policía cuando estalla algún disturbio. En cuestión de segundos al ambiente se tornó irrespirable para todos los que estaban en el estadio. El árbitro Hernán Mastrángelo suspendió de inmediato las acciones por la ausencia total de garantías. Mientras tanto, el gas se ensañaba con todo el mundo y comenzaban a escucharse detonaciones, lo que indicaba a las claras que la policía bonaerense estaba reprimiendo.

¿Qué sucedió en la cancha de Gimnasia? Todo habría comenzado por una probable sobreventa de entradas. En consecuencia, hubo muchos hinchas triperos que al llegar al estadio con su entrada, se encontraron con que se les impedía ingresar pese a que la cancha no estaba colmada. Ello provocó la cólera de los hinchas damnificados. Fue entonces cuando entró en acción la “mejor policía del mundo”, tal como la definió en su momento Eduardo Duhalde. ¿Qué hicieron los uniformados? Lo habitual en estos casos: comenzaron a reprimir para contenerlos. La televisión registró escenas escalofriantes como la del policía que disparó a quemarropa a un camarógrafo de Torneos y Competencias. Mientras tanto, en el interior del estadio todo era caos y desesperación. Los aficionados pugnaron por salir del mismo pero se encontraron con las puertas cerradas (no vendría mal que el ahora desplazado encargado del operativo de seguridad explique sus razones para cerrar las puertas) mientras el gas lacrimógeno provocaba estragos. Fue entonces cuando un buen número de hinchas decidieron ingresar al campo de juego como única y transitoria vía de escape. Después de una hora de desconcierto y zozobra, el estadio quedó vacío. Lamentablemente, se produjo el deceso de César Regueiro, de 57 años, quien se descompensó en el estadio y luego tuvo un paro cardiorespiratorio cuando era traslado en ambulancia. El partido, obviamente, se suspendió y el estadio fue clausurado hasta nuevo aviso (fuente: Perfil, 6/10/022).

Con los hechos consumados llegó el turno de las explicaciones o, para ser más precisos, del deslinde de responsabilidades. Julio Garro, intendente de La Plata y opositor al gobierno nacional, expresó: “Cuando vimos lo que sucedía colocamos inmediatamente las ambulancias del SAME, los equipos de Protección Civil y todos los recursos del Municipio para asistir y dar una mano”. “Hay mucha gente que se descompensó y fue asistida, en pocos minutos más de un centenar de personas concurrieron a la ambulancia”. “Hay mucha angustia, es un espectáculo dantesco. No es culpa del Lobo, había mucha gente afuera” (fuente: Perfil, 7/10/022). Por su parte, el ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, culpó por la tragedia al ahora desplazado jefe del operativo de seguridad. “La policía resolvió la situación de la peor manera”, sentenció. Y no se privó de responsabilizar al club por la reventa de entradas. “El sistema está creado para que nada funcione”, señaló. “La principal responsabilidad del ingreso al estadio es del club”. Reconoció que la decisión del jefe del operativo de cerrar las puertas del estadio no hizo más que empeorar la situación. “Es una muerte (César Regueiro) que debería haberse evitado”. “Estoy totalmente convencido de la incompatibilidad de la política con la dirigencia del fútbol”. “Hay un sistema muy aceitado para que esto ocurra y quede impune” (fuente: Perfil, 7/10/022).

Una nueva tragedia enlutó al fútbol argentino. El deporte más popular se cobró una nueva víctima. La historia, lamentablemente, se repite. Todo el mundo se lamenta. Todo el mundo se conmueve. Pasó en 1968, en 1983 y en 2018, como en tantos hechos trágicos. Al poco tiempo todo el mundo se olvidó y la pelota siguió rodando. Como si nada hubiera pasado. Duele en el alma afirmarlo pero seguramente César Reguerio pasará a ser un número más en la larguísima lista de víctimas de la violencia en el fútbol. Porque lo único que importa es que el show continúe para que el pueblo se olvide de los problemas que lo acosan a diario y, fundamentalmente, de la corrupción que impera tanto en la AFA como en los máximos niveles de la policía y del gobierno. Porque lo único que importa es que el fútbol, ese negocio tan lucrativo para algunos, siga vivito y coleando.

La tragedia de La Plata no ha hecho más que confirmar que la policía bonaerense sigue siendo un inmenso ejército dispuesto a cometer todo tipo de tropelías, a ensañarse con el ciudadano de a pie. El jueves por la noche los uniformados agredieron a hinchas indefensos, muchos de ellos padres y madres que estaban acompañados por sus hijos, muchos de ellos menores de edad. También fueron víctimas de la represión socios vitalicios. Uno de ellos, entrevistado por la televisión, reconoció que en sus 60 años como socio del club jamás había vivido una experiencia semejante. La pregunta que todos nos estamos formulando en estos momentos es la siguiente: ¿qué sentido tiene tener una policía como la bonaerense? En efecto, la policía está para prevenir hechos de violencia, delitos y, fundamentalmente, proteger al ciudadano de a pie, a ese ciudadano que está a merced de la delincuencia. Pero si la policía no cumple con su deber, si su accionar es similar al de la delincuencia, el desamparo es total. Cuando ello sucede la policía se transforma en un enemigo del pueblo. Lo que aconteció en el estadio de Gimnasia lo acaba de poner dramáticamente en evidencia.

El gabinete de Alberto sigue desangrándose

Seguramente a pocos les importa lo que acaba de suceder en la intimidad del gobierno. En desacuerdo con la represión ejercida por los uniformados federales contra los mapuches sureños, la ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta, presentó su renuncia de manera indeclinable. En su carta dirigida al presidente formal Alberto Fernández, expresó lo siguiente:

“Me dirijo a usted a fin de hacerle llegar mi renuncia indeclinable al cargo de Ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación con el que me honrara desde el 10 de diciembre de 2019 (…) Sin lugar a dudas, este gobierno es, por medio de su voluntad política y la de la Vicepresidenta, la gestión nacional que más recursos destinó y más políticas llevó adelante para prevenir la violencia por motivos de género, como así también para asistir y proteger a quienes atraviesan esta situación”.

“Con la misma franqueza que ha caracterizado siempre nuestro vínculo, me siento con el deber de expresarle los motivos que llevan a mi alejamiento. A nuestro gobierno le tocó atravesar situaciones excepcionales, enfrentar tiempos adversos y en ese camino se suscitaron debates, que por momentos se procesaron en duros términos y públicamente. En cada una de esas ocasiones consideré que tenía sentido seguir aportando, humildemente, dentro de la pluralidad de miradas y el debate amigable. Sin embargo, los hechos de público conocimiento desatados en Villa Mascardi por el desalojo ordenado contra la comunidad Lafken Winkul Mapu, en el que se produjeron detenciones de mujeres y niños, con participación de fuerzas federales, me resultan incompatibles con los valores que defiendo como proyecto político. Estoy convencida de que el encarcelamiento, la denegatoria de la excarcelación para todas ellas y aun más a una mujer embarazada de 40 semanas, la incomunicación y el traslado a más de 1.500 kilómetros de su lugar de residencia constituyen violaciones evidentes a los Derechos Humanos (…)”.

“En lo personal, siento que con este hecho se ha transpuesto un límite, por lo que debo dar un paso al costado para que otra persona tome a su cargo la importante responsabilidad de estar al frente de este ministerio (…)”. Sin embargo, Gómez Alcorta aclara que “nada de lo expuesto, elimina todo lo realizado por este gobierno en políticas de género y diversidad hasta la actualidad (…)”.

En definitiva, la ahora ex funcionaria le dijo al presidente formal de la Argentina lo siguiente: “Gracias Alberto por haberme permitido desarrollar a full mis funciones en este ministerio. Pero lo que acaba de acontecer en el sur es intolerable. En consecuencia, gracias por todo y hasta siempre”. Y pegó el portazo. El presidente formal seguramente ya debe tener en mente a su reemplazante porque si hay algo que ha enseñado la política es que ningún funcionario es imprescindible.

Macri y un cinismo sin parangón

Flanqueado por el laureado escritor Mario Vargas Llosa, el ex presidente Mauricio Macri expresó: “A mi querido país quiero decirle que claramente la sociedad es la más fracasada de los últimos 70 años, porque era la única entre las cinco más ricas y hoy estamos llegando a niveles de pobreza del 50% en muchas regiones del país”. “Hay mucha gente angustiada, desesperanzada, no entendiendo el por qué”. “Yo creo realmente que está pasando algo distinto en la Argentina. Aquello de lo que siempre se quejó Mario: “Cómo votan a aquellos que los llevaron de aquel lugar de privilegio a este lugar de decadencia”. Bueno, tal vez sea un proceso largo, pero siento que esta vez está habiendo un verdadero aprendizaje”. “Los americanos dicen learning by doing (aprendiendo haciendo), yo digo que los argentinos estamos haciendo learning by suffering (aprendiendo sufriendo)”. Más adelante atacó sin miramientos al kirchnerismo. “Dediqué 18 años de mi vida a la Argentina y a la política, le provoqué un enorme daño a mi familia, porque el kirchnerismo, como todos los populismos, es salvaje”. “Hoy siento que esto está cambiando y que valió la pena. No estaba escrito que esto tenía que continuar eternamente. Yo les digo: tal vez el país que inventó el populismo con Evita y Perón sea el primero en sacárselo de encima y lo exporte al mundo, que está abrazando al populismo con mucho entusiasmo” (fuente: Perfil, 6/10/022).

Qué duda cabe que el país está en decadencia. Se trata de un largo y penoso proceso de declive y demolición que parece no tener fin. El ex presidente Macri acierta cuando afirma que los argentinos somos una sociedad fracasada. Lo somos porque, en última instancia, hemos permitido con nuestro silencio cómplice el saqueo ejecutado a mansalva por sucesivos gobiernos, tanto civiles como militares. Mauricio Macri habla de setenta años de decadencia. Ello significa que el punto de arranque de nuestra declinación comenzó cuando Juan Domingo Perón asumió como presidente el 4 de junio de 1946. Ya llevamos, para ser más precisos, 76 años de frustración y atraso.

Macri yerra, me parece, cuando considera que hay un único culpable de nuestra decadencia: el populismo o, para ser más preciso, el peronismo. Nadie duda que el peronismo es un gran responsable de lo que nos pasa, pero no es el único. Una vez más, recurramos a la memoria histórica. Estamos hablando de un prolongado período de decadencia. Durante los últimos 76 años el peronismo fue gobierno entre 1946 y 1955 (las dos primeras presidencias de Perón), entre 1973 y 1976 (las presidencias de Cámpora, Lastiri, Perón e Isabel), entre 1989 y 1999 (las dos presidencias de Menem), entre 2002 y 2003 (la presidencia de Duhalde), entre 2003 y 2015 (la presidencia de Néstor Kirchner y las dos presidencias de Cristina Kirchner) y entre 2019 y 2022 (la presidencia de Alberto Fernández sin concluir). Si sumamos todos los años en que fue gobierno el peronismo emerge el siguiente número: 39. Por su parte, el antiperonismo (o no peronismo) fue gobierno entre 1955 y 1973 (presidencias de Aramburu, Frondizi, Guido, Illia, Onganía, Levingston y Lanusse), entre 1976 y 1989 (presidencias de Videla, Viola, Galtieri, Bignone y Alfonsín), entre 1999 y 2001 (presidencia de De la Rúa) y entre 2015 y 2019 (presidencia de Macri). Si sumamos todos los años en que fue gobierno el no peronismo emerge el siguiente número: 37.

¿Qué nos indican estos números? Que el fracaso argentino es responsabilidad tanto del peronismo como del no peronismo. Los 39 años de gobiernos peronistas y los 37 años de gobiernos no peronistas condujeron a la actual situación de postración. En los últimos 76 años fracasaron, por ende, gobiernos que aplicaron programas económicos populistas como gobiernos que aplicaron programas económicos ortodoxos o, si se prefiere, neoliberales. Fracasaron, por ejemplo, el plan quinquenal, el plan Gelbard y el programa económico del kirchnerismo, como así también los ajustes de Krieger Vasena, Celestino Rodrigo, Domingo Cavallo y Nicolás Dujovne. A propósito del último de los ministros nombrados cabe preguntarse lo siguiente: ¿quién gobernaba el país en ese momento? Era presidente el mismo que hace unas horas, desde la Madre Patria, tuvo el tupé de criticar el populismo que arrasó con el país. Era presidente el mismo que hace unas horas, desde la Madre Patria, olvidó reconocer que durante su gobierno endeudó al país de por vida, que permitió que funcionara un sistema de espionaje ilegal propio de las dictaduras, que nada hizo por investigar hasta las últimas consecuencias la tragedia del ARA San Juan y que no admitió que su nombre apareció en los tristemente célebres Panamá Papers. En Madrid emergió la desvergüenza de un ex presidente cuyo cinismo no tiene parangón.

Refrescando nuestra memoria histórica

El 26/4/019 La Nación publicó un artículo de Sergio Suppo titulado “La apuesta de Macri para frenar la inflación”. Es bueno recordar su contenido porque puso en evidencia su total y absoluta carencia de idoneidad para combatir a la inflación. Escribió Suppo:

“La incertidumbre política y económica que vivimos es un perro que se muerde la cola, un círculo que gira sobre sí mismo (…) Lo que más preocupa al gobierno es la inflación. Porque a medida que ha ido creciendo estos meses, la imagen e intención de voto de Macri ha ido bajando. La inflación depende bastante de la cotización del dólar porque los precios de la economía argentina tienen un fuerte impacto por el dólar, más allá de la recesión. Por eso es esencial controlar el dólar para el gobierno. El gobierno espera que en mayo se sienta al menos una leve mejoría por el acuerdo de precios. Es imprescindible para la salud electoral de Cambiemos que, aunque la inflación no baje, al menos deje de trepar mes a mes. Eso sería un ancla para dejar de caer para el gobierno y para evitar que más gente cruce la línea de la pobreza. Los votos se empiezan a perder o a ganar con el changuito del supermercado”.

Este artículo fue publicado en La Nación, reitero, el 24 de abril de 2019. En ese momento Sergio Suppo no imaginaba (en realidad, nadie) la jugada de Cristina que terminaría depositando a Alberto Fernández en la Casa de Gobierno. Pero demuestra que, tal como sucede ahora, la inflación era el principal problema de los argentinos y, también tal como sucede ahora, el gobierno de Cambiemos demostró una incapacidad supina para hacerle frente. Tres años y medio después, alejado del poder, Mauricio Macri habló del fracaso de la sociedad argentina. Y lo que es peor, lo hizo desde el exterior.

Cuando se destapa una olla putrefacta

En su reciente visita a los estudios de La Nación+ Facundo Manes afirmó sentado al lado de Luis Majul y Luis Gasulla, que durante su presidencia Mauricio Macri había dado el visto bueno para que se pusiera en práctica un aceitado sistema de espionaje ilegal. Semejante sincericidio provocó la ira del macrismo y también del radicalismo. Macristas y radicales juntaron filas para criticar sin miramientos al neurocirujano. De repente, macristas y radicales dejaron momentáneamente de lado sus profundas diferencias para acusar al unísono a Manes de jugar para el kirchnerismo, de cortarse solo en una clara demostración de irresponsabilidad política.

Ahora bien, ¿por qué lo afirmado por Manes provocó semejante alboroto? La respuesta es clara y contundente: porque puso el dedo en la llaga o, si se prefiere, destapó una olla putrefacta. Para calibrar como corresponde la gravedad de las palabras de Manes nada mejor que leer con detenimiento el artículo publicado por Carlos Pagni en La Nación (6/10/022) titulado “Una cirugía a cielo abierto sobre Juntos por el Cambio y los servicios de inteligencia”.

Escribió el autor:

“El doctor Facundo Manes practicó una cirugía a cielo abierto en Juntos por el Cambio, aferrado a un instrumental inesperado: el amateurismo y la impericia. Recordó lo obvio: que durante el gobierno de Mauricio Macri se practicó el espionaje clandestino (…) De las operaciones irregulares de la AFI conducida por Gustavo Arribas y Silvia Majdalani no cabe tener dudas. Las causas están abiertas. La penalización ha sido, hasta ahora, de distinto alcance. Algunos expedientes duermen en Comodoro Py con total negligencia de los jueces. En los casos más avanzados, resueltos por los camaristas Mariano Llorens, Leopoldo Bruglia y Pablo Bertuzzi, se eximió de responsabilidades a Arribas; a Majdalani; a su cuñado y jefe de Gabinete, Darío Biorci, y al director de Jurídicos, Sebastián De Stefano. El jefe de Contrainteligencia, Diego Dalmau Pereyra, y varios subalternos, quedaron procesados. Llorens, Bruglia y Bertuzzi convalidaron la versión oficial del anterior gobierno: los que espiaban fuera de la ley eran simples cuentapropistas. Una teoría que, por varias razones, produce alarma”.

“Una de ellas es que desafía al sentido común. Tal vez los jueces no lo sepan, pero en la AFI de Arribas se introdujo un método destinado a eliminar el cuantapropismo. Se instaló un polígrafo, con el que los agentes eran sometidos a examen con bastante asiduidad. El polígrafo es un instrumento que registra las reacciones físicas ante determinadas preguntas, aproximándose a la veracidad de las respuestas (…) Sería curioso que dos o tres espías se asocien en una aventura delictiva, por cuenta propia, sabiendo que en algún momento pueden pasar por el polígrafo. O, lo más peligroso, que uno de los socios puede pasar por el polígrafo para imputar a los demás. El riesgo es más alto si se tiene en cuenta la identidad de los espiados durante la gestión de Arribas y Majdalani. Por ejemplo, la hermana del presidente, Florencia Macri, y su novio Salvatore Pica. O el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Esos audaces “cuentapropistas” vigilaron también al presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó. Al jefe del bloque oficialista, Nicolás Massot, o al entonces vicejefe de gobierno porteño, Diego Santilli, tarea que se le confió al ex marido de su esposa, Martín Terra, un viejo amigo de Arribas. María Eugenia Vidal y su ministro de Seguridad, Cristian Ritondo, denunciaron delante del entonces presidente Macri que habían descubierto la existencia de bases de espionaje ilegal en distintas localidades del conurbano (…) También fue espiado Hugo Alconada Mon, periodista de La Nación, durante las semanas en que investigaba los misteriosos giros de dinero de un cambista brasileño, ligado al Lava Jato, a una cuenta de Arribas”.

“Si se admite que, aunque suene disparatada, la tesis del cuentapropismo es cierta, el país debería haber ingresado en un estado angustiante de alarma. Porque querría decir que hubo un grupo organizado que realizó tareas sistemáticas de inteligencia sobre la familia del presidente y las figuras más encumbradas del oficialismo. ¿Qué poder oculto tiene la capacidad de semejante operación? ¿Fue una mano local o extranjera? ¿En poder de quien está la información que recabaron? Nadie de Juntos por el Cambio se hizo, al parecer, estas preguntas. Más llamativo todavía: ninguno de esos “cuentapropistas”, la mayoría de los cuales habían sido reclutados en la Policía Metropolitana, mereció siquiera una sanción. Hubo una intromisión en el Estado argentino de gran escala pero nadie se intranquilizó. Ni los jueces. Si se fuera malpensado, habría que concluir en que los que tenían que desvelarse no lo hicieron porque sabían muy bien quién estaba detrás de los que espiaban (…)”.

Sabían muy bien que quien estaba detrás de los que espiaban era Mauricio Macri.

Anexo

El Informador Publico en el recuerdo

La diáspora peronista

08/02/2016

Si hay algo que tipifica al peronismo es su incapacidad para aceptar la derrota electoral. El movimiento creado por Perón sólo concibe la victoria y cuando ello no sucede entra en ebullición, se desorienta y luego de un período de convulsiones, dedica todas sus energías a reconquistar aquello que considera de su propiedad: el poder.

El 30 de octubre de 1983 el peronismo recibió el primer golpe electoral de su historia. Fue el más duro porque hasta ese momento nadie cuestionaba el mito de su invulnerabilidad en las elecciones. Raúl Alfonsín le ganó a Ítalo Luder por 12 puntos y obligó al peronismo a ser oposición, un rol para el que no estaba preparado. El primer gran efecto de aquella histórica derrota fue la división del peronismo en dos sectores: por un lado, el peronismo histórico, cuyo emblema en aquel entonces era Herminio Iglesias, hombre fuerte del conurbano bonaerense y del sindicalismo; por el otro, lo que se dio en llamar la “renovación” peronista, encabezada por Antonio Cafiero, un histórico dirigente cuyas diferencias ideológicas con Iglesias no eran tantas. También formó parte de la “renovación” Carlos Menem, gobernador de La Rioja. Cafiero tejió una relación bastante profunda con Alfonsín, a tal punto que al fallecer el líder radical en 2009 muy compungido lo despidió en nombre suyo y del peronismo. Sin embargo, el peronismo sindical, de la mano de Ubaldini, no se cansó de acosar a Alfonsín con paros generales (fueron 13 en total). En septiembre de 1987 don Antonio ganó la gobernación bonaerense y se preparó para suceder a Alfonsín dos años más tarde. Esa victoria fue el principio del fin para el alfonsinismo. Incapaz de controlar la inflación, Alfonsín terminó atrapado en un laberinto. Acosado por el propio peronismo (los saqueos de mayo de 1989 no fueron espontáneos), Alfonsín negoció con su sucesor, Carlos Menem (vencedor de Cafiero en la histórica interna de 1988), la entrega anticipada del poder. El riojano asumió el 8 de julio con una inflación cercana al 200% mensual.

La segunda gran derrota del peronismo se produjo una década más tarde. En octubre de 1999 el radical Fernando de la Rúa le ganó por 10 puntos de diferencia al histórico dirigente peronista Eduardo Duhalde. Una vez más, el peronismo se vio obligado a ser oposición. En diciembre de 2001 el presidente huyó de la Rosada en helicóptero mientras la dirigencia peronista aguardaba agazapada en San Luis el inevitable desenlace. A raíz de la hecatombe que se produjo tras la renuncia de De la Rúa, el alfonsinismo y el peronismo acordaron que Duhalde se hiciera cargo de la presidencia. Al no poder terminar el mandato de De la Rúa por los trágicos sucesos acaecidos en la estación de Avellaneda, Duhalde convocó a elecciones presidenciales para abril de 2003. A diferencia de las elecciones presidenciales de 1983 y 1999, en 2003 el peronismo presentó tres fórmulas presidenciales encabezadas por Carlos Menem, Néstor Kirchner y Adolfo Rodríguez Saá. Era la primera vez que el peronismo se presentaba fragmentado en elecciones a Presidente de la Nación.

La tercera gran derrota del peronismo se produjo hace muy poco tiempo, el 22 de noviembre del año pasado. Mauricio Macri, candidato de Cambiemos, le ganó al candidato del FPV, Daniel Scioli, por 2 puntos y medio de diferencia. A partir de entonces el peronismo comenzó a sufrir una fragmentación que amenaza con ser más profunda que las anteriores. Ya en las PASO el peronismo se presentó dividido: el FPV por un lado y el Frente Renovador por el otro. Esa división repercutió profundamente en el ballotage ya que gran parte de los votantes de Massa se inclinaron por Macri el 22 de noviembre. Consumada la derrota, el peronismo comenzó a partirse de manera vertiginosa. El gobernador Urtubey está cada vez más cerca de Macri, en sintonía con Massa y De la Sota. Otros gobernadores peronistas, hasta el 22 de noviembre muy cercanos al kirchnerismo, hoy no dudan en aparecer sonrientes junto a Macri, como el gobernador tucumano Manzur. Como si ello no fuera suficiente, en las últimas horas Diego Bossio, ex titular de la ANSES y hombre cercano a Cristina, lideró a un grupo de poco más de diez diputados nacionales que decidieron abandonar el bloque kirchnerista en la Cámara de Diputados. Además se rumorea que 6 diputados que responden a Gerardo Zamora, ex gobernador de Santiago del Estero y muy ligado a Cristina, también se irían del bloque kirchnerista. Esta diáspora es fruto de la derrota en el ballottage y de las apetencias políticas de ciertos dirigentes que seguramente tienen hoy la cabeza puesta en las presidenciales de 2019.

Lo que está aconteciendo en estos momentos en el peronismo lejos está de ser una sorpresa. Como alguien dijo alguna vez, los peronistas toleran todo salvo la derrota. Cuando pierde, el peronismo presenta tal vez su peor cara ya que pone al descubierto las miserias humanas de sus dirigentes, sin importarles traicionar a millones de argentinos y argentinas que confiaron en ellos. Para el peronismo todo vale con tal de reconquistar el poder. Basta con rememorar las experiencias de Alfonsín y De la Rúa.

Share