Por Justo J. Watson.-

Nos demoramos 200 años en percatarnos del error y el horror de atar la religión al poder político; es de desear que no nos demoremos otro tanto en darnos cuenta del error y el horror de atar la moneda al gobierno. Las ya añosas palabras del Nobel de economía 1974 Friedrich A. von Hayek (1899-1992), nos interpelan con crudeza acerca de la lentitud con la que las democracias (el elector individual, en realidad) se percatan de ciertas verdades de perogrullo. Un tortuguismo de entendederas que ha costado al mundo (y a nuestro país en particular) ingente cantidad de sangre, sudor y lágrimas efectivizadas en innecesario atraso; en desolación causada por injusticias, deméritos y negociados; en millones de muertes prematuras por pobreza.

Lo que hoy nos parece inconcebiblemente disruptivo, novedoso hasta la exasperación o incluso disparatado en boca de J. Milei (fin de la banca central) ya fue dicho por otros, más sabios y célebres que él, hace muchos años.

Hace poco trascendió la historia reciente de un usuario avanzado que consultó a su chat de IA cargando toda la data técnica correspondiente, a fin de obtener un programa de gobierno perfecto para nuestra Argentina con vistas a un crecimiento económico vigoroso y sustentable.

Y el bot se lo dio con lujo de detalles; incluyendo entre sus recomendaciones la sucesión cronológica de acciones, derogación de obstáculos y nuevas leyes necesarias, con su correspondiente articulado reglamentario.

Tal vez no falten tantas décadas como creemos para hacer de nuestro gobierno de políticos algo del todo innecesario y de nuestro Estado-Nación con su monopolio territorial de la agresión tributaria algo obsoleto, víctima de su propio primitivismo.

Ciertamente, la paleo-economía de cerrazones, impuestazos con progresividad, amenazas, extorsiones, dirigismo cerril y prohibiciones a granel (con norte en el capitalismo de amigos) que maneja S. Massa para su alianza Unión por la Patria se encuentra en las antípodas del modelo de aperturas comerciales, libertades financieras, creatividades productivas, desregulaciones y bajos tributos que propone el bizarro libertario criollo de La Libertad Avanza, cuya batalla de fondo se plantea contra la política entendida como profesión lucrativa y en favor de la ciudadanía pagadora de a pie. Dicho en otras palabras, en términos de un juego de suma cero de poder político vs. poder social.

Pobrismo massi-cristi-albertista bastante alejado también de la propuesta más liberal en lo económico aunque conservadora en lo político e institucional, de la alianza Juntos por el Cambio.

En medio de todas estas incertidumbres asoma en la sociedad la sensación, confusa aún, de que la política y sus instituciones de gobernanza, la república con su división de roles, controles y poderes, la democracia representativa tal como se la entiende hoy y el entero sistema de Estados nacionalistas detentores de monopolios territoriales de legislación, justicia, imposición y fuerza, empiezan a ser el rey que circula desnudo en la fábula de H. C. Andersen.

Flota la idea de que la tecnología, las redes horizontales y la realidad combinada que ambas fuerzan sin pausa, no están siendo seguidas por una actualización institucional acorde. De que la política ha quedado rezagada de un modo monumental, con adaptaciones avanzando a paso de tortuga (debido a su propia e inmensa masa de intereses creados; auto justificados) frente a una demanda civil de nueva organización comunitaria que avanza, guste o no, a mayor ritmo que el del mero recambio generacional.

Cunde la percepción de que la clase política iría camino de ser una casta integral, ya sin excepciones, en la medida que se niegue a recortar, descentralizar y abrir sus (para ellos) lucrativos monopolios. Así como crece una mirada crítica posada en la burocracia de vacas sagradas tan costosas e ineficaces como justicia, salud y educación públicas, seguridad, defensa y representación exterior entre otras.

Se trata esta de una percepción abonada por comparación con el accionar de un sector privado (local o no) que día a día diversifica, segmenta y personaliza más los servicios que ofrece. Sector que en dura competencia multiplicaría sus ofertas, eficientizaría abaratando e innovaría en todo si se le abrieran los cotos hoy prohibidos; si se lo liberara de bozales reglamentarios, peajes políticos y sobrecargas impositivas.

El Juntos por el Cambio que muy probablemente gane las presidenciales de Octubre haría bien en acercar las ideas del libertario a las propias, tomando nota de la senda por la que correrá la historia en las próximas 5 décadas. Y en guiar a nuestra ciudadanía a través de una rediseñada docencia en valores (¡y ejemplos!), que internalice a todo espectro el dilema de nuestro tiempo: libertad vs. esclavitud.

Acaso se autoperciban estadistas. Bien: lo apuntado sería gobernar para el largo plazo, reponiendo en el mediano a nuestra Argentina en el ágora de las potencias económicas, morales y culturales. Un sitial del que nos bajó a patadas el corrupto corporativismo peronista que aún nos hunde.

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