Por Carlos Tórtora.-

En el crítico territorio bonaerense, los preparativos para la batalla electoral del próximo domingo incluyen todo tipo de maniobras en un clima de marcada incertidumbre ante la escasísima diferencia que marcan la mayor parte de las encuestas en cuanto a las posibilidades de que haya o no ballotage. Aunque es más sencilla, porque se define por un voto, la elección provincial también está plagada de incógnitas. Entre otras cosas, porque se desconoce si el movimiento de rechazo social que provoca la candidatura de Aníbal Fernández provocará el vuelco de una cantidad importante de votantes en favor de Felipe Solá o María Eugenia Vidal. De ocurrir esto último, se verían beneficiados Sergio Massa y Mauricio Macri, o ambos, ya que el hábito del corte de boleta es muy limitado.

A todo esto, el armado de los tres grandes ejércitos de fiscales partidarios que se ocuparán de custodiar los votos es todo un indicador de lo revuelto de la situación. El Frente para la Victoria marca “el precio de plaza”, es decir, el pago a cada fiscal, con 700 pesos por persona. En CAMBIEMOS, que utilizó muchos fiscales ad honorem en las PASO del 9 de agosto, ahora se habla de un viático menor al kirchnerismo, aunque el tema no está claro. En UNA, por su parte, el panorama es complejo. Las instrucciones que bajan del comando de campaña hablan de 350 pesos por fiscal pero además se menciona una operación clandestina: algunos grupos del massismo con experiencia en estos temas supuestamente se estarían organizando para robar masivamente las boletas de CAMBIEMOS en la Primera y Tercera Sección Electoral. Para Massa, ganarle a Macri en la provincia de Buenos Aires tendría un valor político extraordinario, porque lo legitimaría como el jefe de la oposición a Aníbal Fernández, habilitándolo para una negociación con éste.

En materia de maniobras fraudulentas, que ya Elisa Carrió denunció en general, se sospecha que el kirchnerismo habría hecho imprimir varios millones de boletas de las PASO, es decir no válidas, correspondientes a CAMBIEMOS y UNA. La idea sería distribuirlas masivamente en los cuartos oscuros para que los votantes de Macri y Massa las coloquen en los sobres y se transformen en el recuento en votos nulos.

El síndrome de Insaurralde

En este tren de cosas, desde ya que la lista de intendentes que están repartiendo las boletas propias junto con la de los candidatos a presidente de otras fuerzas está a la orden del día. Un caso notable, porque gobierna el segundo municipio más poblado de la provincia, Lomas de Zamora, es el de Martín Insaurralde. Amigo de Massa ya de bastante tiempo atrás, la pareja de Jésica Cirio habría ordenado la impresión de cientos de miles de boletas con Insaurralde intendente, Solá gobernador, Massa presidente. En el clima de “sálvese quien pueda” que se está viviendo, nadie en el comando de campaña del Frente para la Victoria estaría en condiciones de poner freno a este tipo de situaciones. Una incógnita no menor es cuántos Insaurraldes hay y si estas maniobras pueden costarle caras a Scioli en los resultados finales.

En esta guerra de todos contra todos, poco tiene que ver estar en el mismo bando. Por ejemplo, Solá no puede olvidar que en las PASO tal vez perdió 180.000 votos por una maniobra que él le adjudica, entre otros, a Graciela Camaño.

Encerrada en su torre de marfil y rodeada por su guardia pretoriana, CFK, según algunas fuentes, estaría elucubrando qué posición asumir si el domingo las urnas se inclinan hacia el ballotage.

Para algunos, ella tendría un solo mensaje: que Scioli no pudo evitar la segunda vuelta porque en su discurso se apartó del relato K y anunció un gabinete poco kirchnerista. O sea, un ultimátum para que el candidato oficialista se abrace otra vez a la ortodoxia K, algo que ningún consultor serio parece recomendar.

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