Por Carlos Tórtora.-

Desde comienzos del año pasado, Cristina Kirchner innovó en su estilo político incorporando como un eje central la administración de sus silencios. Hablando lo menos posible, llevó adelante la campaña electoral y luego se convirtió en el poder detrás del trono, consiguiendo con su silencio que el mundo político le atribuya una omnipresencia en los temas de gobierno mucho mayor que si hablara continuamente. Este nuevo perfil de la vicepresidenta tiene, como se verá, efectos marcadamente ambiguos. Un sector de los medios llegó a la conclusión de que su funcionamiento con Alberto Fernández es óptimo y que éste interpreta sus deseos a la perfección. Es la teoría que dice que los dos son lo mismo y que no hay diferencias en ningún tema importante. El silencio de ella, en este contexto, debería ser interpretado como una carta blanca para el presidente. Así, el bajo perfil de ella no sería otra cosa que un aporte positivo para evitar contradicciones o dobles mensajes. Por ejemplo, la llamativa ausencia de la ex presidente en el acto del 17 de octubre en la CGT no sería sino una forma de no restarle centralidad a AF. Lo mismo ocurriría con el silencio de ella con relación a las medidas de gobierno.

La otra campana

Pero también hay una segunda interpretación y es que el silencio esconde tensiones cada vez más importantes. Por ejemplo, se dice que ambos no se vieron en las últimas semanas y que ella quedó resentida por la aprobación argentina al informe sobre violaciones de derechos humanos en Venezuela, producido por la Alta Comisionada de la ONU Michelle Bachelet.

En la última quincena, jaqueado por la escalada del dólar blue, el gobierno se defendió agitando el fantasma de un golpe devaluatorio puesto en marcha supuestamente por operadores del mercado financiero. La vicepresidenta no dijo una palabra en defensa de su gobierno, pese a su notoria afinidad con el tema, ya que viene planteando insistentemente la existencia de law fare -o sea un golpe utilizando las estructuras judiciales- que sería semejante al golpe de mercado.

Parece obvio que el silencio de Cristina va adquiriendo para el oficialismo un valor negativo desde el momento en que Alberto está a la defensiva y necesitado de apoyos. Esta semana habrá otro test y será la presencia o ausencia de ella en el acto por el décimo aniversario del fallecimiento de Néstor Kirchner. Los vientos de tormenta que empiezan a soplar en Olivos con el equipo económico pendiente de un hilo hacen que el presidente necesite una muestra formal de apoyo de su socia. Esto no quiere decir que vaya a ocurrir.

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