Por Carlos Tórtora.-

Elisa Carrió tensó la cuerda al anticipar su pedido de juicio político al Ministro de Justicia Germán Garavano criticando además al mismo Macri. La conducción de la UCR interpretó que no podía quedarse muy atrás y reclamó el final del ajuste. Entonces la ecuación para el peronismo era de resultado previsible: la principal fuerza opositora no podía ir por detrás de los aliados del gobierno. Pero los discursos del abanico peronista tuvieron una particularidad: los voceros del peronismo anti k se mostraron tan severos como el cristinismo y hasta comprensivos de éste. En efecto, Miguel Ángel Pichetto expresó en el coloquio de IDEA: «No es bueno generar esquemas de persecución; si se abre el debate sobre los clubes de fútbol, no queda nadie, muchachos, relaciones con la barra brava abrimos el abanico y nos llevamos puestos a todos».

Este gesto de solidaridad con Moyano es compatible con los gritos de Graciela Camaño en el acto del 17 de octubre en Tucumán cuando dijo: “a la mierda con los prolijitos”. Esto casi al mismo tiempo que Oscar Daer hablara de un paro general de 36 horas. En esta línea de endurecimiento, el jefe de Camaño, Sergio Massa, había anticipado esta tendencia cuando dijo en los EEUU que el próximo gobierno debería revisar lo pactado entre la administración Macri y el FMI.

Como es obvio, el peronismo no podía quedarse atrás de Carrió y la UCR. Más complejo es lo que ocurre con el Peronismo Federal. Por un lado, le dará al gobierno el elemental instrumento de gobernabilidad que es la aprobación del presupuesto pero por el otro asume casi el mismo nivel de crítica que el cristinismo.

Esta ambivalencia es el único camino que los moderados encontraron hasta ahora para poder montar un escenario electoral contra Cristina. La división entre ambos sectores es profunda pero también compleja: ambos grupos saben que, en un probable ballotage entre Macri y CFK, la mayor parte de los peronistas antikirchneristas se taparían la nariz y la votarían a ella. Coincidentemente, este esquema también funciona al revés: de llegar Massa o cualquier otro a la segunda vuelta, los kirchneristas también lo votarían ante el riesgo de que llegue Macri.

Los mercados preocupados

El peronismo racional está operando a la conquista de la buena voluntad del establishment, convencido de que si CFK se continúa afirmando en las encuestas, a partir de fin de año el pánico crecería en los mercados. Si a esto llegara a agregarse que el macrismo se muestre debilitado en los números, muchos empresarios podrían interesarse en el destino de la coalición que integran Juan Schiaretti, Juan Manuel Urtubey, Pichetto y Massa.

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