Por Carlos Tórtora.-

El retorno de Elisa Carrió al primer plano de la política nacional tiene lugar al compás de una serie de indicadores. El gobierno pisó el acelerador de la reforma judicial y cosechó las primeras reacciones, entre ellas la de la Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional, apuntan a la eventual inconstitucionalidad de la reforma. Sostienen los camaristas que “…las únicas causales para el cese -además del cumplimiento de la edad prevista constitucionalmente- de las juezas y los jueces de la Nación en el cargo son su renuncia actual, expresa e incondicional, presentada al Presidente de la Nación, o bien su remoción, previo enjuiciamiento, en caso de comisión de delitos o mal desempeño de sus funciones. Carece de sostén constitucional la pretensión de transferir a juezas o jueces de la Nación a cualquier otra jurisdicción, provincial o de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Las juezas y los jueces Nacionales no puedan ser transferidos a la órbita local sin su consentimiento, pues la Corte se ha pronunciado acerca del traspaso de las competencias locales. Sobre el punto corresponde aclarar que el traspaso de las magistradas y los magistrados de la Justicia Nacional podría generar reparos de índole constitucional, en la medida en que podría verse afectado el principio de inamovilidad de los jueces”.

Éstas y otras críticas le dan un amplio margen a Carrió para despacharse en su especialidad, que es la crítica al autoritarismo y la corrupción. Por otra parte, la Casa Rosada marcha con rumbo de colisión en la continuidad de la eterna cuarentena por el coronavirus, generando un creciente margen político para el accionar opositor. Para el 17 se espera un importante banderazo opositor y en la Capital ya se ven señales de rebeldía en amplios sectores del comercio, que ya no pueden subsistir sin abrir sus locales.

En líneas generales, los indicadores tienden a una nueva polarización, que en sus primeros meses como presidente Alberto Fernández logró eludir con una actitud moderada y prudente.

Suma de factores

Por otra parte, el cortocircuito entre el kirchnerismo y Horacio Rodríguez Larreta por el manejo de las camas en los casos de Covid-19 demuestra que las diferencias entre el gobierno bonaerense y el porteño son cada vez más difíciles de atenuar. Fiel a su estilo de no hacer olas, el jefe de gobierno local elude la confrontación directa pero a la vez se le hace difícil mantenerse en su rol de amigo de la Casa Rosada. En una brecha que se abre cada día mas, el inminente cierre de la negociación con los bonistas sería uno de los pocos factores que frenarían en alguna medida una polarización que parece aumentar.

Volviendo a Carrió, su eventual candidatura a diputada nacional por Buenos Aires coloca en emergencia al kirchnerismo bonaerense, que no tiene una figura de ese volumen electoral para el año que viene.

Así las cosas, Juntos por el Cambio es empujado por los hechos y por Carrió hacia la polarización con un kirchnerismo que no se aparta de los lineamientos de Cristina Kirchner.

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