Por Carlos Tórtora.-

El monasterio de las Monjas Orantes y Penitentes de Nuestra Señora de Fátima, ubicado en la localidad bonaerense de General Rodríguez, donde ayer fue detenido José López cuando procuraba esconder bolsas con al menos 8 millones de dólares pasó a ser el símbolo de la tensión reinante en las relaciones entre el Vaticano y la Casa Rosada. El estallido del caso López ocurre a horas de que el Santo Padre rechazara la donación del gobierno nacional a la Pontificia Fundación Scholas Ocurrentes de $ 16.666.000. Al mismo tiempo, el gobierno desistió de designar como enviado de inteligencia a Alejandro Colombo, un ex espía de la SIDE a quien en el entorno papal vinculó a Jaime Stiuso y al ex embajador de Carlos Menem ante el Vaticano -hoy interdicto por Francisco- Esteban Cacho Caselli. Hijo de un almirante, Colombo es un veterano profesional de la ex SIDE (hoy AFI), en donde el rechazo pontificio cayó muy mal.

Amigos de Francisco que van y vienen de Roma señalaban ayer en privado justamente a la AFI, que dirige Gustavo Arribas, como la autora de la investigación y la puesta en escena de ayer de la detención de López arrojando bolsas con divisas por sobre la medianera del convento de General Rodríguez, institución protegida muy especialmente por el obispo kirchnerista -recientemente fallecido-Rubén Di Monte. Las mismas fuentes apuntan a que toda la operación oficial se dirige a enlodar a la Iglesia como santuario de los tesoros K producidos por el saqueo mediante el sobreprecio de obras públicas. Es más, en el entorno papal algunos están seguros de que el caso López forma parte de una escalada del macrismo para minar la influencia de Francisco en la opinión pública local. Siguiendo este razonamiento, los operadores de inteligencia del gobierno habrían tomado muy en cuenta una reciente encuesta de Jorge Giacobbe & Asociados que concluye que en los últimos meses la imagen positiva de Francisco habría bajado 30 puntos en el país -de 84 a 54- y que hoy el peronismo -y en especial el kirchnerismo y también la izquierda- son los sectores que más plenamente adhieren a la prédica populista de aquél. Como contrapartida, en los sectores independientes, las simpatías con el Papa ya habrían bajado del 50%. Siempre según la visión conspirativa señalada, el macrismo intentaría aprovechar esta tendencia profundizándola, es decir, mostrar al Pontífice -o a sus obispos, lo que es lo mismo- como identificados con la corrupción K, al punto que en por lo menos un centro religioso se guardaba parte del botín kirchnerista.

Con respecto al rol creciente de la AFI, las últimas medidas del gobierno redoblando su presupuesto y aumentando el secreto de su funcionamiento hablan de que el presidente quiere dar pelea.

Las razones

La creencia en un plan oficial para identificar a la Iglesia Católica con la corrupción K tendría bastante que ver con la creciente tensión social, la justicia y las perspectivas electorales. Varios intendentes del PRO en el conurbano reportarían a sus mandos políticos que en docenas de parroquias aumentan los sermones contra la injusticia social y la prédica a favor del derecho a rebelarse contra la misma. O sea que, en caso de producirse el incierto estallido social, habría curas envueltos en el mismo. El segundo punto crítico es aún más delicado. De acuerdo a lo que trascendió, en una de las recientes audiencias en Roma con un numeroso grupo de jueces argentinos, el Papa habría hablado directamente de que Argentina necesita un mani pulite sin distinciones partidarias. Frase ésta que se adjudica a la idea de que los amigos y parientes de Macri, por Angelo Calcaterra y Nicolás Caputo, también deberían rendir cuentas en Comodoro Py en relación a los sobreprecios en numerosas obras públicas.

Por último, pero no menos importante, sabiendo que Francisco no digiere a Sergio Massa, habría plena convicción en Balcarce 50 de que aquél bregará, a través de la influencia de los púlpitos bonaerenses, por la candidatura a senadora nacional por Buenos Aires de CFK.

Un combo de factores que, en suma y siempre según amigos del Papa, habría decidido a Macri a jugar fuerte, exhibiendo el caso López en complicidad con miembros del clero. Con esto el gobierno intentaría abroquelar el frente antiperonista -ahora también antipapista- cuya abanderada es Elisa Carrió. Otra fuente, en este caso del PRO, sostiene que el presidente estaría convencido de que Francisco ya optó por volcar su gran influencia para que el PRO pierda las elecciones del año que viene.

Los enfrentamientos entre el gobierno y la Iglesia Católica en la historia argentina, cuando llegaron a extremos violentos, como es el caso del segundo gobierno peronista, fueron fatales para el poder político. Tomando otro ejemplo, Julio Argentino Roca, cuyo apodo de “el zorro” lo describe bien, consiguió batirse a duelo con la Iglesia con bastante éxito en una época en la cual el agnosticismo y la masonería estaban de moda. Hoy Macri pulsea con una Iglesia debilitada localmente, cuyo obispado no tiene ni remotamente la influencia que atesoró hace 40 o 50 años. Sin embargo, Francisco le ha inyectado a su papado un sesgo político totalmente inusual y esto lo estaría convirtiendo, por lo menos para los macristas más duros, en el verdadero jefe de la oposición en la Argentina.

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