Por Carlos Tórtora.-

Mas allá de la innegable trascendencia del fallo de Bonadío y de la gravedad de la trama de complicidades del gobierno K para encubrir la participación de Irán en el atentado a la AMIA, en términos de política local, las especulaciones pasan por otro lado.

Después de obtener la senaduría nacional y el segundo lugar en las elecciones del 22 de octubre pasado, Cristina Kirchner empezó a dar señales de una creciente debilidad política. Para empezar, la mayor parte de los intendentes del conurbano que le respondían le dijeron adiós discretamente y, con el alcalde de Merlo Gustavo Menéndez a la cabeza, se lanzaron a la conquista del PJ bonaerense acorralando a La Cámpora y a Fernando Espinoza, que finalmente tuvo que dar un paso atrás y aceptar una lista de unidad. Mientras tanto, la liga de gobernadores peronistas avanzó en silencio y ungió a Miguel Ángel Pichetto como su operador legislativo estrella, avalando que éste segregara a la ex presidente del bloque de senadores del PJ. Pichetto es consciente de que se fortalece en la medida que jaquea al cristinismo. Por último, hubo un clima mediático más proclive a verla a ella como en franca retirada.

El procesamiento y pedido de desafuero de Bonadío le devuelve ahora a ella su rol predilecto: la centralidad. Habrá que medir si esta centralidad negativa -el procesamiento por traición a la Patria- le resulta útil en términos de política partidaria. Sin duda que esto aumenta aún más su imagen negativa pero no lo es menos que a esta altura esto es irrelevante. Pero en el territorio peronista lo que vale es ocupar el centro del ring y las acusaciones de corrupción poco influyen. En este sentido, ella está recuperando terreno. Los que quieren desplazarla en el peronismo rehuyen atacarla públicamente y se limitan a no mencionarla más. Y lo que queda del kirchnerismo, ante la imagen de Carlos Zannini y Luis D’Elía esposados, corren a ponerse a su lado pensando en los peligros que los acechan. El presidente del PJ, José Luis Gioja, no aparecía junto a Cristina desde antes de octubre, pero ahora estuvo a su izquierda en el Congreso y, quiérase o no, es la máxima autoridad partidaria.

Así es que ella gana con la recuperación de su centralidad política y, en cuanto al riesgo de ser detenida, es inexistente. Todo el Senado concuerda con la doctrina Pichetto, ratificada recientemente por un fallo de la Corte Suprema de Justicia sobre Carlos Menem, en el sentido de que, sin sentencia firme, no hay razón para votar el desafuero de un senador. La postura del cuerpo que expresa Pichetto no es gesto de solidaridad con Menem ni con ella; es un reflejo de autodefensa que comparten muchos de los usuarios de las bancas.

Varios pasos atrás

La semana que viene, en un auditorio céntrico, está prevista la presentación conjunta de varias de las caras de la renovación peronista: el gobernador sanjuanino Sergio Uñac, Gustavo Menéndez y el propio Pichetto entre ellos. Este embrión de peronismo sin el estigma K preocupa cada vez más a un gobierno que no consigue doblegar a su favor las expectativas económicas. En el trasfondo, como una amenaza latente, está el poder de Hugo Moyano, que bien podría apadrinar un proyecto para derrotar al macrismo en el 2019. La reposición de CFK como diva mediática excluyente estorba a los que trabajan para que el peronismo recupere su capacidad de reconquistar el poder. Si la estrategia procesal de ella y Héctor Timerman de acelerar el juicio oral para poder recurrir a la CIDH se confirma, durante el año que viene el cristinismo estaría en la vidriera. Y aún no se manifestó de ningún modo el gobierno iraní ante el fallo de Bonadío y la detención de Yussuf Khalil. De un modo bastante evidente, la jugada de Bonadío retrotrae la discusión interna en el peronismo a tres meses atrás, cuando CFK contaba con encuestas que la daban ganadora en Buenos Aires y de hecho se había impuesto en las PASO.

En síntesis, la política es hoy ante todo un espectáculo mediático y así hay que evaluarla. La justicia ha dado un paso importante hacia el esclarecimiento del atentado a la AMIA. Pero el peronismo está empezando a pagar el precio de que su vida interna gire en torno a alguien que ya no puede conducirlo a la victoria y que sólo le promete un interminable tour por los pasillos de Comodoro Py.

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