Por Carlos Tórtora.-

Cristina Kirchner volvió de su séptimo viaje consecutivo a Cuba para visitar a su hija Florencia, aparentemente dispuesta a continuar con su política de silencio, que tantos resultados electorales le diera. Una asesora de la ex presidente explica: “Ahora se acercan los momentos más delicados, porque Alberto necesita que sus funcionarios cuenten con todo el respaldo posible, así que hay que evitar cortocircuitos”.

En el albertismo, a pesar de que las cosas vienen funcionando bien, hay una cuota de tensión acerca de cómo actuará el bloque de diputados del Frente de Todos, donde la influencia del cristinismo es determinante. Las órdenes que bajan desde la oficina de CFK son de apoyar en todo al Ejecutivo.

Pero no existe la misma armonía en las altas esferas. La ex presidente se opone a que Sergio Massa se convierta en la segunda figura del oficialismo gracias a su alianza con el presidente electo. Éste mostró ya intenciones de darle a Massa el rol de principal operador con el sector empresario e incluso cierto juego en política exterior.

La centralidad de Kicillof

Como esquema alternativo de poder, Cristina trabaja para que su hombre de confianza, Axel Kicillof, sea la figura central del kirchnerismo. Por su origen ajeno a las filas justicialistas, Kicillof se encuentra distante de la mayor parte de los gobernadores justicialistas y los dos más poderosos, Juan Schiaretti y Omar Perotti, lo mirarían con cierta desconfianza. Es así que el flamante gobernador bonaerense camina todavía de la mano de su jefa por el territorio del PJ. El trasfondo de estos preparativos es la pelea presidencial del 2023. CFK lo vería a Alberto como presidente para un período y quiere que el sucesor sea Kicillof. Massa, por su parte, se anota para la carrera desde el espacio del poskirchnerismo.

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