Por Carlos Tórtora.-

La exhortación de Miguel Ángel Pichetto a CFK para que instale su propio bloque de senadores y no pretenda regir el funcionamiento de la bancada del PJ no sólo abrió el fuego en la lucha por el control del resorte institucional más importante del peronismo. De los 36 senadores del PJ, cerca de Pichetto se ubica un grupo de dirigentes que responden a sus gobernadores o tienen un armado territorial propio, como Rodolfo Urtubey (Salta), Dalmacio Mera (Catamarca), Omar Perotti (Santa Fe), Walter Barrionuevo (Jujuy), José Alperóvich (Tucumán), entre otros. Del otro lado estan un grupo de senadoras de La Cámpora como Virginia García (Santa Cruz), Anabel Fernández Sagasti (Mendoza), Ana Almirón (Corrientes), María de los Ángeles Sacnún (Santa Fe) y dirigentes peronistas como Godoy (San Juan), María Labado (Santa Cruz) y Marcelo Fuentes (Neuquén), entre otros.

Impulsor de una coexistencia muy amable con el macrismo, Pichetto preferiría que su bloque se achique a tener que dar batalla con el cristinismo, sobre todo a partir de que se encuentra muy debilitado por su pérdida de influencia en Neuquén, su distrito.

En realidad, Pichetto estaría abriendo el paraguas ante la estrategia que estaría pergeñando la ex presidenta. Ella no pensaría en fracturar el bloque sino en una negociación entre los dos bandos para desplazarlo a Pichetto y llegar a un candidato de transacción. Su objetivo se centraría en mostrar fuerza a través de una nueva conducción, aunque la misma no la encabece un senador de su confianza. Omar Perotti podría ser, por ejemplo, una figura de transacción.

Necesidades

En otras palabras, el éxito de CFK no sería tanto controlar férreamente el bloque, como voltear a su ex incondicional Pichetto. Para la Casa Rosada, un bloque peronista inestable y en disputa interna podría tener sus puntos a favor y en contra. Para ella, ser la autora de un cambio de conducción del bloque le significaría una importante demostración de fuerza. Se trata del tipo de golpes de efecto que cada vez va a necesitar más. El reportaje con Enrique Novaresio, sin duda un éxito notable en materia de difusión, parece sin embargo tener un efecto bumerang porque exacerbó los sentimientos anti-k de casi toda la clase media.

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